Prof. José Rafael Herrera |
Sofía Torres 05 de julio de 2016
@soficarol21
“Una
necesidad urgente consiste en repensarse”. Esta es una de las convicciones que
sostiene con fuerza José Rafael Herrera, Profesor Titular de la Escuela
de Filosofía de la UCV, al hablar de Venezuela. Insiste en que un concepto
político es indispensable y denuncia que no se puede mantener un país en
función de emociones, de instintos.
En
este sentido, el también doctor en Ciencias Políticas, exhorta “a la gente
pensante” a reestructurar programas serios para los próximos 30 ó 40 años.
Además, advierte que la era de los caudillos tiene que terminar entre nosotros
definitivamente para dar paso a la era de la civilidad yeticidad.
Las
ideas vs las pasiones
El
pensamiento dirigido hacia la praxis en Venezuela desapareció hace algún
tiempo. Me motivó hace poco una entrevista en radio de César Miguel Rondón a
Inés Quintero y otros invitados. Conversaban acerca de Rómulo Gallegos, a
propósito de la profanación de su tumba en el Cementerio General del Sur.
Gallegos fue un gran hacedor de esa concepción que brilló en el país: los
40 años de democracia –en los que hubo fortaleza de criterios- desagradables
para ciertos individuos hoy en día, pero un buen recuerdo para mí.
Creo
que Gallegos y esa generación tuvieron un pensamiento que se separó finalmente
de la realidad. Uno de los motivos fundamentales por los que llega un acto de
fe al poder es justamente por haber perdido la conexión entre pensamiento y
praxis. La política se convirtió en un asunto de relaciones interpersonales.
Yo
estudié en una universidad en la que existía el pensamiento socialcristiano,
socialdemócrata, socialista y comunista, de repente a medida que pasaron los
años, esas referencias se extinguieron y se escuchaba hablar del
giannettismo, trinismo o el fuenmayorismo. ¿Qué era eso?, ¿qué tendencia
conceptual representaba?, resulta que representaba a una persona y cómo esa
persona concebía a la universidad.
Recientemente
Moisés Naím escribió un artículo en el que decía que parece que en el mundo no
son las ideas lo importante sino las pasiones. Vemos personas como Donald Trump,
lo que pasa en la Comunidad Europea con Gran Bretaña, y en América Latina, la
verdad es que se perdió la brújula política. Hubo una suerte de conversión del
quehacer político a un acto de fe, de milagro. Chávez era eso, un sentimiento,
con lo cual no se puede estructurar una concepción para instaurar un
Estado dentro de determinados parámetros.
La
pérdida de la visión orgánica de la vida
Me
formé en el Movimiento al Socialismo, MAS, recibí clases de la crema y nata de
los intelectuales venezolanos, que me incentivaron a estudiar filosofía.
Tengo
contacto con pensadores en España, Alemania y Argentina, ellos se ocupan de la
filosofía con una visión absolutamente abstraída de los problemas del medio en
el que viven. Estudiar Hegel o Spinoza es una cosa meramente técnica y parece
que esto nada tiene que ver con la sociedad en la que nos encontramos,
contrario a lo que toda la gran filosofía ha indicado. Platón escribió la carta
VII para dirigirse a su entorno político y Hegel decía que no había filosofía
de su tiempo.
Hay
que recuperar el desarrollo conceptual, en esto la escuela de Frankfurt tuvo
peso en la sociedad contemporánea, a partir de la postmodernidad empieza
la filosofía a hacerse muy especializada, no se ocupa del problema
inmediato, específico. Es preocupante, porque sucede lo mismo en otros ámbitos
del saber, en la cultura, por ejemplo. Decía Shakespeare que no existe ninguna
cultura que no tenga contenido político.
La
visión cada vez más abstracta que nos hace perder la visión orgánica de la vida
ha hecho mucho daño y ha permitido que se cuelen por las ramas las perspectivas
meramente sensibles, cuasi religiosas que parecen despreciar el empeño
científico, para desarrollar una relación entre la teoría y la praxis, en forma
coherente.
El
caudillismo se resiste a morir
Hay
condiciones objetivas para que se produzca un cambio, pero ello no niega la
necesidad de pensar hacia dónde se va, cuál es el modelo de sociedad en la que
quisiéramos vivir. Hay atisbos de esto, una especie de olfato político que
puede lograr una sociedad más libertaria, tolerante, lo suficientemente
civilizada para poder convivir y en la que se desarrolle un patrón objetivo de
estructura económica y social que nos permita salir del atolladero.
Con
independencia del cambio, objetivamente inminente, el pensamiento tiene la
responsabilidad de comprometerse con un ideal que haga posible una sociedad
capaz de modificar sus convenciones actuales.
Este
país no por casualidad tuvo el modelo chavista todo este tiempo. Venezuela
tiene que deslastrarse del caudillo, de la idea del cuartel, del cesarismo de
Laureano Vallenilla Lanz. Los problemas son atinentes a la resolución de las
comunidades, la sociedad civil es capaz de resolver los problemas que ella
misma se plantea y si no nos convencemos de esto, seguiremos en una visión
retrógrada. Parece que no estuviéramos en el siglo XXI sino en el XIX, aún con
las revoluciones a caballo, las montoneras. El pranato lo demuestra, eso que
llamo malandritud es lo que nos ha quedado del caudillismo, que se resiste a
morir.
Las
universidades deben salir a las calles
Es una
verdadera estupidez que no sean los médicos quienes atiendan los problemas de
la salud, sino un militar, o que no sean los mejores ingenieros y economistas
los que estén al frente de Pdvsa, y los que están sean puestos a dedo por sus
relaciones con el caudillo.
Se ha
despreciado la idea de ser mejores, de tener una mejor calidad profesional, es
terrible, muy presto al irracionalismo fascista. Las pasiones son importantes
siempre y cuando no estén desbordadas. Se debe desarrollar el estudio, una
ideología en la que la sociedad entera comprenda que mientras más se investiga
y se estudia, se es mejor.
Hay
que sacar las academias a la calle, en la sociedad italiana o alemana vas al
supermercado y consigues libros de JuberHagerman. Cuando dices que eres
profesor de filosofía en Venezuela te preguntan para qué sirve eso. Hay una
desconexión entre la vida académica y la sociedad venezolana.
Las
universidades deben salir a las calles, en el buen sentido, no como lo pensó
Elías Jaua en su época. No hay forma de que una sociedad crezca sino tiene
propósitos, todo esto se desprende del riguroso ejercicio del hacer y el saber.
Uno de
nuestros grandes defectos de la última década es creer que estudiar no da
dinero, ser bachaquero da mucho más, entonces ¿para qué estudiar? Eso hay que
revertirlo.
El
rescate de los valores civiles, obligación ineludible
No
percibo esa necesidad de repensarse en los centros políticos tanto del
oficialismo como de la oposición, al menos no a gran escala, de manera abierta
y directa. En la Mesa de la Unidad, me consta, hay intentos de educar y
desarrollar los cuadros políticos medios, de convertir a esos hombres en
hombres para la civilización y no para la barbarie, sin embargo, esos intentos
no conforman la gran línea política de los partidos..
Entiendo
que hay cosas urgentes como la lucha del referéndum revocatorio, las trabas del
CNE, entre otras, pero estas nublan el trabajo de construir un proyecto de país
para el futuro. Exhorto a la sociedad civil a hacerlo y a los partidos a tomar
la vanguardia en este sentido, de lo contrario correremos el riesgo de tener
una sociedad como la que hemos tenido hasta ahora.
Esta
es la sociedad que ha dejado un líder carismático, un caudillo que murió y dejó
una secuela. Los venezolanos se habituaron al mesías. Lo más triste en una
sociedad postchavista sería considerar que tenemos que buscar un nuevo elegido,
que insistamos en un modelo, independientemente de su dirección, da lo mismo
que sea de izquierda, centro o derecha, porque se trata de un caudillo igualmente,
fenómeno que ha provocado un gran daño por lo menos durante los últimos 300
años.
Hay
que rescatar nuestras tradiciones civiles, realzar a José María Vargas, Luis
Razetti, Gil Fortul, hombres que en sus letras, en sus ciencias, construyeron
el país. Así tendremos una visión más racional y apegada a la inteligencia.
El
rescate de los valores civiles implica la recuperación de nuestros valores
académicos, porque los primeros se han formado en la universidad. Nuestra
universidad, la UCV, es más vieja que la república, esto tiene que tener un
significado importante. Antes de convertirnos en una república tuvimos un
patrimonio intelectual.
En la
institución hay un sabotaje interior, además de la asfixia del gobierno, hay
una pranato para generar violencia, lo que nos ha dado mucha tarea para poderla
superar. Ahora hay asaltos, tráfico y consumo de droga, nos impiden instalar
las puertas de control para saber quién entra al recinto. Se evidencia
que la universidad es lo último que puede haber para un régimen cuya
característica fundamental es el militarismo.
Los
sectores de la oposición están en la obligación de recuperar la universidad,
que es el reservorio de lo que es ser autónomo, al recuperarla se rescata la
civilidad y los grandes valores de la democracia.
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