Por Miguel Ángel
Latouche
Tuve la oportunidad de
participar en la Semana de la Comunicación Social celebrada en la Universidad
de Yacambú, Barquisimeto. Se trató de una buena oportunidad para conversar,
desde la academia, acerca del país, su devenir, sus retos, sus problemas. Es
genial que la institución académica nos brinde la oportunidad de conversar
abierta y respetuosamente acerca de estos asuntos. Uno tendría que decir, y así
lo planteamos, la situación de medios que confrontamos los venezolanos está
profundamente distorsionada.
Por una parte las
dificultades para acceder al papel que requieren los impresos ha limitado su
capacidad para hacer presencia en el ámbito comunicacional, una cosa similar
sucede con los medios audiovisuales vista las dificultades que enfrentan para
obtener concesiones y, muchas más, para que éstas les sean renovadas. Se trata
de presiones indebidas que afectan el derecho de las personas a estar
informadas.
Por otra parte, es necesario
reconocer que, en los últimos tiempos, y de manera creciente, se han ido
imponiendo limitaciones en el trabajo de los periodistas, sometiéndoseles a
presiones indebidas, a amenazas, sometiéndoles a largos interrogatorios en los
servicios policiales del Estado, conminándoles a revelar sus fuentes. Todo esto
genera una distorsión en el ámbito de funcionamiento de lo público, así como la
posibilidad de la gente de informarse acerca de asuntos de su interés.
En el discurso público
venezolano no parece quedar claro que la democracia es mucho más que
simplemente un proceso electoral. En realidad la calidad de la democracia se
define en razón de la convivencia democrática y de la existencia o no de un
discurso que favorezca la construcción de valores democráticos y que favorezca
o no la convivencia colectiva desde una lógica plural. Esto último implica el
respeto por el otro, la validación de las diferencias, la posibilidad de que
nos escuchemos, que nos toleremos, que nos comprendamos.
Es impresionante la manera
como se han impuesto el impulso y la amenaza en nuestra lógica colectiva. Llama
la atención la manera como se utiliza el poder para destruir moralmente al
otro, para someterlo al escarnio público, para invalidarlo como interlocutor.
Se trata de una serie de perversiones que implican la entronización del mal
entre nosotros. La imposición de una manera de hacer política en la cual los
actores se perciben como enemigos. Se trata de mecanismos que favorecen la confrontación.
La disposición al diálogo es
un prerrequisito de la construcción de la democracia. Se trata de una
manifestación de voluntad por medio de la cual se expresa la convicción de que
las diferencias que pudieran existir entre partes en conflicto deben resolverse
de manera pacífica. Para ello es necesario que las partes comprendan que son
equivalentes desde una perspectiva moral, que tienen el derecho de expresar
libremente sus ideas, que las mismas son válidas por principio. Cada uno de
nosotros tiene el derecho de pensar como lo hace. Cada uno de nosotros es libre
de creer en las cosas que cree, sin que eso justifique la descalificación o el
ataque a las ideas que uno exprese.
El ejercicio del insulto
implica la deshumanización del otro, lo convierte en objeto de ataque, lo
define por contraposición, le resta capacidad para actuar públicamente. Lo
mismo sucede con la acusación permanente cuando no existen pruebas o cuando no
se procede judicialmente en contra de quien está siendo acusado. Se le limita su
derecho a la defensa. Uno tendría que decir que, en el término de nuestras
particulares circunstancias, vivimos una situación que difícilmente puede
conceptualizarse como una democracia.
Acá lo que está en
cuestionamiento es la naturaleza misma del Sistema Político Venezolano
contemporáneo. Yo diría que se trata de un autoritarismo de nuevo tipo. Uno en
el cual se utiliza el poder de manera abusiva para silenciar los espacios de
funcionamiento de la sociedad. Uno en el cual se nos obliga a atrincherarnos dentro
de nuestras casas para evitar la delincuencia. Uno en el cual se nos somete a
realizar una serie de actividades ‘no- virtuosas’ mediante las cuales
intentamos sobrevivir.
No se trata solamente de que
ha habido un incremento de la pobreza, de que cada vez son más las personas que
buscan entre la basura cosas que comer, sino que además son cada vez más largas
las colas para comprar alimentos o medicinas. Son cada vez mayores las horas
que tenemos que disponer para atender problemas básicos de la subsistencia. Si
uno dice que el bienestar tiene que ver con la realización de las cosas que
deseamos y que un país funciona mejor que otro cuando el rango de oportunidades
de realización es mayor, pues nada más queda que preguntarnos cuantas de las
cosas que deseamos son realizables y cuantas no. Multiplique usted por el
volumen de población y obtendrá resultados que nos hablan de una situación
bastante problemática.
13-07-16

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico