Por Daniel Fermín
Un fantasma recorre a la
oposición venezolana: el fantasma de las elecciones generales. Incorpóreo, como
los espectros, este planteamiento ha encontrado eco dentro y fuera de
Venezuela, con el Secretario General de la OEA incluyéndolo entre sus demandas
al régimen de Nicolás Maduro.
Desde que arrasó en las
elecciones parlamentarias de 2015, la oposición, específicamente la que hace
vida en la Mesa de Unidad Democrática, se ha visto errante. Prometió, el 5 de
enero de 2016, salir del gobierno de Maduro en seis meses. Luego, en lugar de
decidir entre un referéndum revocatorio, una enmienda o la solicitud de
renuncia del presidente, apostaron por un “todo vale”. Finalmente, la alianza
apostó por el revocatorio, cuyo final frustrado todos conocemos, producto de la
autocratización de un régimen convencido de que se agotó su camino electoral.
Desde que la dictadura
provocara el aborto del referéndum, no ha habido una postura unitaria en el
seno de la oposición. A veces calle, otras veces diálogo. Voces tímidas
que sugieren –pero nunca dicen– “2018”. Apostar a las regionales para socavar
la estructura clientelar chavista. La desobediencia civil. Son muchas las
posturas y las estrategias diversas. Algunos aventureros sueñan con una salida
militar, sin asimilar que son ellos, los militares, el partido de gobierno.
Luego la declaratoria de abandono del cargo, según la cual ya Maduro no es
presidente, aunque seguidamente los mismos que la aprobaron reclamaran que no
ofrecía la Memoria y Cuenta ante el parlamento sino ante el Tribunal cooptado.
¿Y ahora? El turno es de las elecciones generales.
Comentábamos hace par de
semanas en
este espacio que las elecciones son un clamor popular.
“¡Elecciones ya!” es mucho más que una consigna. ¿Es viable hoy una elección
general en Venezuela? ¿Qué hace pensar que en el país en el que se suspendieron
dos procesos electorales previstos en la Constitución es factible llamar a una
elección que no aparece por ningún lado en nuestra Carta Magna, en la que el
gran perdedor –fuertes a lochas– será el partido de gobierno?
Abrimos la edición con
la Mesa
de Análisis. Margarita López Maya escribe “Renovación
de nóminas y partidos chavistas” y ubica el proceso de
renovación de partidos impuesto por el TSJ y el CNE como parte de un viejo
anhelo chavista de consolidar un partido único de la revolución.
En Debate
Ciudadano, Carlos Romero nos trae “Seguridad
Alimentaria en la Agenda Pública Municipal”. A partir de la
experiencia regional, Romero propone al municipio como instancia fundamental
para la resolución de la crisis humanitaria en materia alimentaria.
En el Espacio
Plural, Guido Revete presenta “La
sátira de la venezolanidad”, una aguda crítica sobre el liderazgo,
la gente y las perspectivas de cara a la crisis. También en el Espacio Plural,
Pedro González Caro escribe “La
alegría está en la lucha”, y parte de Gandhi para destacar las
bondades de la lucha por los ideales y las convicciones.
Los únicos llegaderos de las
promesas vacías y de generar expectativas irrealizables son la frustración y la
desesperanza. Los venezolanos, inundados no solo en la crisis sino en la
incertidumbre, necesitan más que nunca de certezas. El planteamiento de ir a
elecciones generales es engañoso, por decir lo menos, y puede terminar como una
lápida más en el cementerio de los atajos que, comenzando por el paro petrolero
y el golpe de abril, pasando por la abstención de 2005 y llegando a la renuncia,
han plagado la estrategia opositora.
Es hora de hablarle con
claridad al país, de ser serios. Existe una correlación entre la erosión de la
confianza, credibilidad, legitimidad y convocatoria de la oposición oficial y
las frustraciones que han dejado a su paso los distintos planteamientos para
apurar la salida, justificada por demás, anticipada de Maduro.
Los venezolanos queremos un
cambio que restituya la confianza en la democracia y nos encamine hacia el
progreso, recuperando la calidad de vida e impulsando un proyecto de país que
apunte al desarrollo integral de la sociedad. Ese es un asunto muy serio como
para hacerlo depender de planteamientos quiméricos que, bien recibidos y mejor
justificados, simplemente no tienen asidero en la realidad. Urge una propuesta
responsable que marque la hoja de ruta a la salida de la crisis y al cambio
político, pero también es necesario que esté anclada a la realidad y no a la
ficción, que dependa de la voluntad de los venezolanos y no de la gracia del
régimen. Lo contrario sería continuar un ya demasiado largo cuento del gallo
pelón, del cual la gente se cansa y con lo cual comienza a voltear a otro lado,
a buscar nuevos referentes y a desencantarse de lo público para refugiarse en
otra ficción, la ficción del refugio privado, esa que según aquella campaña de
una cadena de farmacias rezaba que “si tú estás bien, todo está bien”. Es la
hora de la verdad para el liderazgo, que debe hoy decidir entre la oferta a las
gradas, llamativa pero poco factible, y una que trate a los ciudadanos como
adultos y los conmine a la construcción de un gran movimiento nacional por la
democracia, más allá de la competencia desleal por la capitalización del
descontento.
24-03-17
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