Por Jesús María Aguirre
“A largo plazo, todos
estaremos muertos”. John Maynard Keynes
Después de casi veinte años de
revolución se nos pide paciencia, porque próximamente comenzaremos a ver sus
frutos y la tierra bonita prometida por el Comandante eterno. Se acabarán las
colas en las panaderías y las farmacias, los mercados estarán rebosantes de
alimentos, habrá abundancia de bienes, y sus hijos privilegiados y formados con
los nuevos valores revolucionarios, resplandecerán por sus virtudes cívicas y
presagiará “el hombre nuevo”, el “neoántropo” del Socialismo del siglo XXI.
Pero tendrá que pasar bastante
tiempo para que veamos ese nuevo paraíso terrenal, porque como dice muy bien el
economista John Maynard Keynes, “a largo plazo, todos estaremos muertos”, y si
es al ritmo de esta involución, probablemente a mediano.
Me pregunto qué pensarán los
padres de estos bebés prematuramente muertos sin haber conocido las bondades de
la revolución, ni haber disfrutado de los avances de la medicina cubana, ni
barruntado las maravillas de la segunda perla del Caribe, Cubazuela.
Pero más aún, ¿de dónde ha
surgido esa generación de niños de la calle, sembrados en plena revolución
transformadora, capaces de asesinar a militares y policías, o esos liceístas
que agreden a sus colegas e incluso llegan a matar a una compañera embarazada
por exigir responsabilidades?
¿Cómo es que los jóvenes
sumariamente ejecutados por “presuntos abusos” de la OLHP -¿humanitarios u
homicidas?- mueran sólo presuntamente y no tengan oportunidad para reclamar el
debido proceso? ¿No son también hijos de la revolución?
Los 1.150 niños, niñas y
adolescentes asesinados durante el año 2016, según datos de CECODAP, ya no
están para escuchar las promesas de una revolución, que está devorando
diariamente a sus hijos. Para ellos no habido siquiera vida a corto plazo. Otra
Venezuela es posible.
22-03-17
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