IGNACIO FARIZA 26 de marzo de 2017
Ricardo
Hausmann (Caracas, 1956) es uno
de los economistas más influyentes de Latinoamérica, uno de los mayores
expertos en desarrollo económico del mundo, execonomista jefe del Banco
Interamericano de Desarrollo, exministro de Planificación de Venezuela y, en
los últimos 17 años, profesor de Harvard. También uno de los grandes
enemigos de Nicolás Maduro, quien le acusa de orquestar una "guerra
económica" contra el país sudamericano. Hausmann atiende a EL PAÍS horas
antes de cerrar la Convención Bancaria mexicana de Acapulco.
Pregunta. ¿Qué
salida le ve a la crisis política venezolana?
Respuesta. La
situación es extremadamente grave. Venezuela
no es una democracia: es una dictadura dura. Y la violación de la
Constitución es tan extrema que no es fácil encontrar una solución política a
la crisis. La Asamblea Nacional no tiene ningún rol: no existe.
P. ¿Qué
puede hacer la oposición?
R. Todas
sus destrezas resultan absolutamente inútiles en el marco de una dictadura. No
está preparada para luchar contra una dictadura, sino para hacerlo en
democracia. Cuando el Gobierno se atrevió a eliminar el referéndum revocatorio,
salió más de un millón de personas a las calles. Entonces, la comunidad
internacional se movilizó para detener eso y abrir un proceso de diálogo que
fracasó rotundamente. Las peticiones de la OEA son magníficas, pero una
negociación parte de que las partes tienen algo que transar y en este caso la
oposición no tiene nada que dar porque no tiene poder de ningún tipo.
P. ¿Hasta
qué punto es importante la presión internacional?
R. Sin
esa presión, la cosa está muy cuesta arriba. Creo que en los últimos años la
comunidad internacional ha manejado muy mal el capítulo venezolano. Hay
personas, como [Luis] Almagro [secretario general de la OEA], que sí lo
entienden en profundidad y que han actuado de acuerdo a la normativa
internacional y a la decencia. Pero se cometió un error estratégico al no poner
más presión el verano pasado y creo que ahora también se cometería un error si
no pone más presión para que Venezuela cumpla los acuerdos internacionales que
ha suscrito.
P. Pero
esa presión, con altibajos, ha estado siempre encima de la mesa.
R. No
lo creo. Cuando hablamos de altibajos, no tengo problema con los bajos; pero si
con los altis. En muchos momentos no habido presión. Obviamente, en
la comunidad internacional sobre lo que ocurre en Venezuela ha mejorado; el
progreso ha sido enorme. Y me gustó mucho la declaración del ministro [Luis]
Videgaray [canciller mexicano]. Pero pedir un regreso al diálogo fracasado no
me parece una estrategia válida.
P. ¿Qué
deberían pedir?
R. Por
lo menos, cambiar el mecanismo de diálogo. Y hacerle pagar un mayor coste
político internacional.
P. ¿Habrá
unidad opositora para las elecciones de 2018?
R. El
problema no es si la oposición política puede o no puede generar mecanismos
para lograr un consenso. Venezuela tiene una larga tradición democrática y de
negociación política: era una democracia consolidada antes que España. Pero en
una dictadura eso no importa. Cuando tienes un Tribunal Supremo y un Consejo
Nacional Electoral totalmente vendidos…
P. ¿Podría
regresar a la prosperidad perdida si cierra su crisis política?
R. Soy
optimista. Un cambio político llevaría a un proceso de recuperación económica
relativamente acelerado. El marco general de cómo darle vuelta a la situación
está más o menos claro y tiene que partir por una restitución de los mecanismos
básicos del mercado. No puedes tener tres tipos de cambio; el mecanismo de
precios tiene que volver a funcionar y que sea el mercado el que los determine…
Hoy, Venezuela es insolvente: no tiene acceso a los mercados internacionales y
necesitar una reestructuración de su deuda. Lo que ha fracasado es un sistema
que ha tratado de sustituir a la sociedad y tenemos que ir a otro que empodere
a la sociedad. Un Gobierno que no deja que la sociedad haga cosas, fracasa.
P. Hay,
además, un problema en la gestión de la riqueza petrolera.
R. Sí.
Pero no es que el país no tenga la capacidad de manejar su producción de crudo:
los técnicos petroleros venezolanos están por todo el mundo y manejan la
industria petrolera de Colombia, de Canadá o de Arabia Saudí. Se habla mucho de
la bajada de precio del petróleo, pero en 2012, cuando el barril estaba a 104
dólares, el déficit fiscal estaba en el 18,6% del PIB. El Gobierno gastaba como
si el barril estuviese a 200 dólares. También estaba a 100 dólares cuando los
mercados dijeron que el país estaba en una trayectoria de deuda insostenible. Y
cuando entró en recesión…
P. ¿Por
qué produce menos cada vez?
R. Ya
con el barril a 100 dólares, también, la producción petrolera caía todos los
años. A finales de los noventa, el país producía 3,7 millones de barriles.
Ahora, 1,9. En el boom petrolero más largo de la historia,
todos los países de la OPEP aumentaron su producción. Menos el que más reservas
tiene de todo el mundo: Venezuela. PDVSA [la petrolera estatal venezolana] ha
sido un desastre operativo. Venezuela es un país que cree que vive del
petróleo, pero el 88% del dinero en circulación tiene respaldo en un préstamo
del propio banco central a PDVSA en vez de en reservas internacionales.
P. ¿Tiene
remedio?
R. Sí.
Si aplicara una política petrolera como la colombiana o mexicana, por ejemplo,
el mundo tocaría la puerta de Venezuela.
P. ¿Hay
riesgo de que parte de esas ingentes reservas se queden bajo tierra cuando el
petróleo sea sustituido por otras fuentes de energía?
R. Sí.
Cuando acabe la edad del petróleo quedará aún mucho crudo bajo tierra. Y
gracias a Dios, por lo que significaría en términos de emisiones. Venezuela no
puede pensar que todo ese petróleo lo va a poder vender. El futuro del país no
puede depender únicamente del crudo. Cuando yo nací, Venezuela tenía siete
millones de habitantes y producía tres millones de barriles. Hoy, con 30
millones de habitantes, produce 1,9. Nunca vamos a poder vivir la prosperidad
que conocimos si seguimos pensando que nuestro futuro es petrolero. Es una
dependencia enfermiza que ha hecho mucho daño.
Tomado
de: http://internacional.elpais.com/internacional/2017/03/26/actualidad/1490492428_499555.html
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