Por Gregorio Salazar
El viernes no resistí la
tentación y fui a empaparme, con mis propios ojos, de la marcha del proceso de
“ocupación temporal” de la panadería Mansion´s Bakery en plena esquina Cuartel
Viejo de la avenida Baralt, a escasas dos cuadras del palacio de Miraflores.
Digamos que en escenarios como ese es donde se va amasando, en caliente, la
esencia de la revolución.
Habían pasado 72 horas desde
que el superintendente William Contreras, quien se esmera en acompañar cada
acción de despojo con una vejación al empresario o al encargado de los negocios
que asalta, como si eso revistiera de heroicidad el atropello, había ordenado
echar a patadas al propietario de la panadería. Un lusitano con 25 años
trabajando en el mismo lugar. Al hombre, según contó, no se le permitió ni
sacar el efectivo de las ventas del día.
Afuera, uniformados
deambulando con caras de fastidio. Adentro, pequeños grupos de gente en
rebullicio, ansiosa por conocer cómo sería el nuevo trámite para obtener el
pan, porque evidentemente allí no se estaba vendiendo nada. Me acerqué a la
barra a pedir un café, pero nadie se dio por aludido. Finalmente, una jovencita
me tomó en cuenta: “Disculpe, señor, pero los chicos salieron a comer”. Eran
las 5 de la tarde. La caja registradora, sin nadie que la atendiera, había
adquirido, en su abandono, un conmovedor aire de obsolescencia. Toda una pieza
de museo.
Detrás de uno de los
mostradores, arca de cristal inmensamente vacía, estaba quien parecía ser el
jefe del operativo: un joven alto con pelambre de rastafari y grandes dientes,
como de roedor gigante. Se le acerca una morenita de afro para decirle que “de
allá arriba están esperando que mandemos pan”. Responde que ya se verá qué se
hace porque “chama, a mí me dejaron todo el día solo”.
El sábado la panadería no
abrió sus puertas. Pegado en la entrada, un pliego de papel escrito con
marcador informaba que no trabajarían por causa de “limpieza e inventario”. El
domingo entraron en acción los graffiteros, verdaderas estrellas del proceso,
que dedicaron todo el día a pintar la cara de Chávez, quien sembrado y todo
prosigue su labor devastadora. A pesar de que la toma es “temporal”, sobre la
entrada principal ya fue pintado un nuevo nombre: “Minka”.
El lunes el cartel de la
entrada fue cambiado por otro en el que se les participaba a los consumidores
que la panadería ahora sólo produciría panes para los CLAP, con lo cual la
posibilidad que tenían los vecinos de adquirir el producto diariamente haciendo
cola frente al local, había desaparecido. Ahora sólo tendrán acceso a las
canillas reguladas quienes pertenezcan a los comités de Cuartel Miraflores,
Jardín Miraflores, Misia Jacinta y Victoria Altagracia. “Primero los
CLAP”, ha sido la discriminatoria orden de Maduro. Cachitos, piñitas y panes
dulces fueron suplantados con enlatados.
El descontento subió de tenor
la noche del martes cuando los vecinos, viéndose sin pan, decidieron protestar
y cerraron el paso de vehículos en la avenida Baralt. Muy importante: sin
importarle la cercanía de Miraflores. La GNB colocó sus fuerzas antimotines,
mientras los ocupantes de la panadería pedían refuerzos a los colectivos para
enfrentar las “fuerzas escuálidas”. Claro, escuálidas del hambre.
Finalmente, vino la orden del
jefe malandro: que se retire la GNB y que los colectivos se encarguen de los
vecinos. Así ocurrió y al final encapuchados, paramilitares del gobierno,
penetraron hasta los edificios. Quitan el pan y reparten hambre y amenazas.
Pero la lucha sigue.
26-03-17
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