Por Ángel Oropeza
Suele afirmarse –con razón–
que toda victoria pública viene antecedida por una o más victorias privadas. De
igual manera, toda lucha, pero en especial la lucha política contra la
tiranías, tiene etapas más públicas y otras obligatoriamente no tanto, pero que
son indispensables para el éxito de las primeras.
La Unidad Democrática, como
representación política organizada de la Venezuela que demanda cambio, está en
mora con el país en cuanto al anuncio público de una estrategia consensuada y
comprehensiva que canalice y potencie los esfuerzos que conduzcan a ese cambio.
Ese anuncio es urgente y más necesario que nunca. El país no aguanta más y el
sufrimiento de muchos venezolanos alcanza ribetes de desesperación. Justamente
por eso hay que afinar muy bien las estrategias y acciones a seguir, para
evitar atajos o errores que retrasen la pronta superación de esta tragedia. Los
venezolanos no merecen una nueva frustración, y están cansados de seguir
esperando.
La Unidad se ha propuesto tres
objetivos prioritarios, que son el norte y razón de su accionar: lograr el
cambio de gobierno lo más pronto posible por vía constitucional, proteger a la
población de los desmanes del régimen, y convertirse en alternativa real de
poder. La estrategia necesaria tiene que estar diseñada entonces para la
consecución de estos tres objetivos. Además, tiene que proyectarse a partir de
las fortalezas y debilidades tanto propias como del adversario. Es trabajar con
lo que se tiene, no con lo que nos encantaría tener. Una estrategia eficiente
no es una lista de deseos ni un conjunto de lugares comunes más o menos con
sentido, sino una serie sistemática de acciones muy bien pensadas –y además, en
nuestro caso, compartidas y consensuadas– que tienen como fin el logro de un
objetivo superior.
En función de lo anterior, la
estrategia necesaria – y que la Unidad analiza y discute– supone al menos 5
frentes simultáneos de lucha: 1) la acción política de defensa de los
venezolanos en situación de mayor vulnerabilidad, especialmente en las áreas de
alimentación y salud; 2) reforzar la organización popular para dar disciplina y
eficacia política a la imprescindible presión de calle; 3) la organización
electoral, que es justamente a lo que más teme el gobierno; 4) la presión
internacional, y 5) la construcción de los lineamentos del próximo gobierno de
Unidad Nacional y la discusión con el país del Programa de Reconstrucción
Nacional. Esta estrategia está terminando de ser articulada, para ser
anunciada –con todos sus detalles y acciones– prontamente al país.
Pero para el éxito de esta
estrategia necesaria, lo primero era asegurar que la gente que quiere cambio
–más de 80% del país– contara con herramientas para poder materializar esa
aspiración, y esas únicas herramientas son los partidos políticos. Porque sin
partidos, podrá haber las elecciones que el régimen quiere, esto es, sin
oposición, pero no habrá ciertamente cambio político. Había entonces que
desarrollar un inmenso esfuerzo humano de organización y logística para
enfrentar esa trampa impuesta por el gobierno llamada
eufemísticamente "relegitimación de los partidos”. Y hasta ahora se
ha logrado romperle el brazo a la estrategia
oficialista en jornadas épicas, de auténtica presión de calle, sorteando
obstáculos y violencia de toda índole. No superar esta etapa de la lucha –y
todavía quedan 2 jornadas más de combate– significa dejar a la población sin
instrumentos para materializar el cambio político.
El país no aguanta más. Por
eso, más que nunca, hay que ser inteligentes, perseverantes y sobre todo no
errar el objetivo. Ello pasa, por ejemplo, por no prestarse al juego del
régimen y torpedear la necesaria unidad de la oposición. El costo de tal error
puede ser tan caro, que se convierta en el oxígeno que tanto necesita un
gobierno sin gente. Hay que recordar de nuevo la dura frase de Leon Blum: “La
política es un juego severo, donde no todos los aciertos se cobran, pero donde
todos los errores se pagan doble”.
21-03-17
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