ANGEL R. LOMBARDI BOSCAN 19 de abril de 2017
En la historia
hay errores que se pagan caros. Fue el caso de los mantuanos criollos, la elite
blanca, los hijos de los primeros españoles que conquistaron la Tierra Firme,
la prosapia de la Colonia; los que practicaban la “tiranía doméstica” según el
decir de uno de sus miembros principales: Simón Bolívar, en la Carta de Jamaica
(1815). Es el mismo Bolívar que desde la derrota y el exilio escribe a su
contertulio inglés la siguiente falacia: “La posición de los moradores del
hemisferio americano ha sido, por siglos, puramente pasiva: su existencia
política era nula. Nosotros estábamos en un grado todavía más bajo de la
servidumbre, y por lo mismo con más dificultad para elevarnos al goce de la
libertad”.
¿Qué
libertad en una Monarquía? El Bolívar, repentinamente republicano, proviene de
la elite aristocrática que se enseñoreó en la Provincia de Venezuela. 658
familias de aproximadamente 4000 personas fueron los mantuanos que se lanzaron
al vacío de una Independencia sólo reflejada en los papeles junto a los impulsos
irracionales que produce el miedo a perder sus muchos privilegios. La
servidumbre de los mantuanos eran los blancos pobres, en su mayoría canarios,
los pardos: “gente vil”; y los invisibles: indígenas y esclavos negros. Los
funcionarios metropolitanos, unas 1500 personas, eran los principales aliados
de los mantuanos. Es por ello que Bolívar, gran amigo del Capitán General
Emparan, no participó de los acontecimientos del 19 de abril.
Los
mantuanos, alrededor del cabildo caraqueño, le dieron un golpe de estado a las
principales autoridades metropolitanas no por querer la libertad sino por una
ambición contraria al propio interés como clase social dominante. Al atacar la
estructura colonial que les soportaba se suicidaron políticamente.
Irresponsablemente se lanzaron a una especie de “Republica Oligárquica” bajo la
intuición de que podían mantener a raya a la inmensa mayoría de los desposeídos
que explotaban. No les gustó que Carlos III haya elaborado políticas de
promoción social como las Gracias al Sacar que le daba la posibilidad a los
pardos de ascender en la estructura piramidal.
Tampoco
les gustó a ésta aristocracia criolla la revuelta de los negros en Haití
(1791-1804) y las pavorosas noticias que recibían sus muy asustados exiliados
blancos; tampoco apoyaron la Conspiración de Gual y España en 1797; y al
“traidor” Miranda lo aborrecieren en 1806 poniendo sus caudales a disposición
del Capitán General para que le reprimiese con todo el furor de la fuerza. Y en
1808, cuando España fue invadida por Napoleón Bonaparte, entraron en un
completo pánico, en una total y absoluta perdida de la confianza hacia la
Corona que les dejaba en la más completa orfandad.
El 19
de abril de 1810, en Caracas, no fue un pronunciamiento contra España, al
contrario, la Junta se denominó como Suprema Conservadora de los Derechos de
Fernando VII. Emparan fue acusado de afrancesado y el patriotismo criollo
siempre estuvo del lado de la Metrópoli perdida. Había que actuar antes que los
sectores sociales “inferiores”, rebosantes en número, se fueran alzar y
cuestionar los privilegios y la supremacía política económica, religiosa y
social de los mantuanos.
Cambiar
para no cambiar nada, puro gatopardismo; sólo que los cálculos salieron mal, y
las “semillas de odio” que ya habían sembrado entre sus oprimidos se les volvió
en contra tanto en el año 1812 con el canario Monteverde y en 1814 con el
asturiano Boves, mandando ambos, sobre ejércitos de venezolanos descamisados.
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