Por Piero Trepiccione
En la puja que presenciamos
desde el primero de abril, con los eventos-cumbre del 16 y 30 de julio, parece
haber ganado el gobierno encabezado por Nicolás Maduro. Con
la elección, y posterior instalación de la asamblea nacional
constituyente, logró enfriar el cúmulo de protestas que se presentaron en
muchos lugares de Venezuela y que lograron activar con mucha fuerza la mirada
del hemisferio en nuestros problemas locales.
Las técnicas propagandísticas
aplicadas por el gobierno han logrado disuadir y desesperanzar a muchas
personas que se han desactivado políticamente
La conflictividad
política disminuyó internamente en tanto y cuanto la amplia mayoría de la
población, alineada con el descontento hacia el gobierno, sufrió un nuevo
desencanto con el liderazgo opositor y las técnicas propagandísticas
aplicadas por el gobierno han logrado disuadir y desesperanzar a muchas personas
que se han desactivado políticamente o han optado por irse al exterior en
masa en las últimas semanas. Cifra por cierto que no tenemos con exactitud pero
que es asombrosamente alta por la incidencia que está teniendo en miles de
familias venezolanas, no solo de clase media sino también de sectores
populares.
Hacen falta reformas y además,
profundas. Algo que no se quiere hacer o peor aún, sencillamente no existe
poder que pueda llevarlo a cabo sin confrontar las mafias
No obstante,
esa sensación de victoria que estratégicamente ha logrado esparcir el
gobierno de Nicolás Maduro en las últimas semanas no es sustentable. Y es que
el deterioro progresivo de las condiciones de vida de los
venezolanos avanza a un ritmo demasiado veloz. Desde la ANC solo se ha
exacerbado el proceso de repolarización del país y se han estrechado
aún más los márgenes de actuación política opositora. Hasta ahora, ni una sola
medida ha estado asociada a cambiar los esquemas económicos aplicados para
trascender la crisis actual. Ninguna vocería gubernamental habla o muestra
interés alguno por controlar la inflación desde el punto de vista de
la lógica económica. Solo persecución y diatriba. Es notorio que el
funcionamiento del Estado no da para más con el actual nivel de ingresos
petroleros. Hacen falta reformas y además, profundas. Algo que no se
quiere hacer o peor aún, sencillamente no existe poder que pueda llevarlo a
cabo sin confrontar las mafias que se han enquistado en el control
cambiario y otras operaciones económicas que son controladas por logias que con
mucha fuerza hacen contrapeso institucional.
Por lo tanto, estamos
enmarcados en una especie de “ilusión de armonía” tal como se señalaba en los
noventa, solo que ahora agravada a la enésima potencia o mejor descrito: estamos
sobre una bomba de tiempo social que se agudiza cada día y sobre la
cual, nadie, o casi nadie desde el gobierno, quiere hacer mención o afrontar
debidamente. Esta relativa paz que estamos viviendo no tiene nada que ver con
la realidad que viven a diario millones de venezolanos para poder subsistir
decentemente. Estamos obligados a dejar de lado la “ceguera situacional” a
decir de Carlos Matus, para poder iniciar un ciclo de reconstrucción y
relanzamiento de la nación venezolana.
03-09-17
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