Por Nicmer Evans
Primera escena. Crisis
económica.
Un país con una profunda
crisis económica por la impericia en el manejo adecuado de los recursos ingentes
que ingresaron, producto de una renta petrolera que se desperdició a manos
llenas. Pero que aún con una fuga de capitales calculada en no menos de 475.000
millones de dólares, hoy tiene más del doble de los ingresos por barril de
petróleo que tenía hace un año, ya que su precio pasó de 20 dólares a poco más
de 40 dólares.
Segunda escena. Pueblo en
miseria.
Un pueblo pasando hambre,
depauperado, con miseria en sus calles, pobreza atroz en contraste con sectores
opulentos que muestran su riqueza sin disimulo. Gente muriendo porque no tiene
insulina o pastillas de la tensión, niños de la calle que se bañan en espejos
de agua de Los Caobos que tienen semanas sin ser limpiados. Adultos mayores
tirados a la indigencia porque la asistencia social es miserable o inexistente.
Tercera escena. La culpa es
del imperio.
Un gobierno irresponsable,
victimizado como si fuese el ombligo del mundo, responsabiliza a Trump de no
tener insulina para los enfermos, cuando este problema data de más de tres
años, y así, sistemáticamente todo es culpa del imperio, y lo peor es que el
imperio alimenta este lloriqueo con amenazas que incumple y acciones sin
resultados verificables que certifiquen las sanciones impuestas.
Cuarta escena. La MUD sin
conectores políticos.
Una parte de la oposición
representada en la MUD, con todo para ganar la voluntad de la mayoría del
pueblo venezolano, descapitaliza su posición de ventaja pasando de llamar a
sacar a Maduro a participar en unas elecciones regionales sin fecha, mientras
sus líderes recorren el mundo pidiendo más sanciones contra el gobierno.
Incapaces de presentar una estrategia y una opción verdadera para un país
deprimido, desmovilizan la calle y crean permanentes expectativas que no se
pueden cumplir por inviables.
Quinta escena. Ausencia de
conducción política.
Una mayoría silente,
descontenta con la conducción política del gobierno y de la MUD, no encuentra
cómo expresarse de manera eficiente, es un gran sector desorganizado, y también
sin conducción política que pueda representar el descontento que en concreto
siente, ante un país de promesas que se va de las manos para las próximas
generaciones.
Sexta escena. La alternativa
no termina de nacer.
Sectores desprendidos del
chavismo, bolivarianos unos, otros de izquierda democrática, críticos al
gobierno de Maduro, en comunicación pero dispersos ante el requerimiento de la
mayoría que exige pasar a ser el nicho de organización y articulación de una
alternativa. No terminan de dar el paso para la creación de una instancia
superior, tanto de articulación propia como con la dirigencia tradicional con
capacidad de movilización.
Escena por construir.
Ahora lo que queda por hacer
es tirar el resto, entender la exigencia de las mayorías, generar nuevas
esperanzas pero sin falsas expectativas, crear una instancia de debate táctico,
y seguir con el desarrollo de propuestas estratégicas para la transición, que
hagan sentir que vale la pena seguir luchando para que el gobierno cambie con
la convicción de la mayoría de que ese cambio será imprescindible para salir de
la crisis que hoy padecemos.
Más allá de la MUD y el PSUV
hay una alternativa que debe construirse desde abajo, desplazando a los de
arriba, sin complejos ideológicos, pero con las ideas claras, sin demagogia,
pero con mucha esperanza movilizadora, capaz de unirnos en solo fin, nuestro
país: Venezuela.
14-09-17
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