Por Oscar Bastidas-Delgado
Para los marxistas, las clases
sociales se definen en función de las posiciones ocupadas por segmentos de la
población con respecto a la propiedad de los medios de producción; habrían
entonces dos grandes clases: la de los propietarios de los medios y la de
quienes le agregan el valor trabajo sin ser propietarios. En el capitalismo,
esas clases serían respectivamente burgueses y trabajadores; al margen de esa
relación estaría el lumpen o quienes se benefician de los burgueses sin
trabajar, y los completamente marginados, inmensa mayoría de la población.
Si tomamos una foto del
espectro empresarial venezolano observaríamos un gran desierto con una gran
pirámide llamada Pdvsa que genera el 96% del ingreso nacional; le seguirían unas
mastabas de regular tamaño como las empresas de Guayana, CANTV y Electricidad
de Caracas, también del Estado; luego algunas piedras aisladas, las pocas
empresas grandes y PyMEs que sobreviven gracias a esfuerzos de sus
propietarios; y de resto las cenizas del 66% de las empresas que existían
cuando el fallecido llegó al poder, sin contar las próximas a desaparecer.
Si aplicamos los preceptos del
primer párrafo al segundo, queda claro que en Venezuela no existe burguesía;
ese lugar lo ocupan quienes detentan el poder o boliburgueses que actúan como
propietarios de esas las grandes empresas públicas sin serlo: son pésimos
patrones de funcionarios y empleados públicos; se apropian de la plusvalía que
sus trabajadores generan y despilfarran cualquier ingreso con criterios de
nuevos ricos; no saben producir pues en los cuarteles solo manejaron cantinas o
comedores; compran alimentos y medicinas casi vencidas para guardarse las
diferencias y aumentar las comisiones.
La problemática no queda allí.
Amén de la inseguridad, el desempleo y la pobreza, es obvio el retroceso en lo
económico acompañado de inflación: estanflación; la sentida crisis del cono
monetario que se ha convertido en el peor corralito de la historia moderna
obligando a nuestros ancianos a gastar sus pensiones en pasajes para cobrar por
migajas de veinte mil en veinte mil, si el cajero tiene billetes, sus menguadas
pensiones; y aumentos salariales al mejor estilo de Eudomar Santos.
Definitivamente, este gobierno
militarista-dictatorial da pataleos de ahogados. Sus jerarcas marchan sin
proyecto y rumbo pero deben mantener el poder para evitar juicios por sus
desmanes; no reconocen una escasez generalizada que presagia pronta hambruna
pero tienen los bríos de afirmar que el imperialismo y la burguesía les hace
una guerra económica: un imperialismo que no necesita empujarlos pues se caen
solos y una burguesía destruida por el Socialismo Capitalista de Estado del
Siglo XXI. Maduro: ¡Harakiri económico se denomina eso!
15-09-17
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