Por Roberto Patiño
En Venezuela el grupo en el
poder ha implantado un modelo que, lejos de procurar beneficios y estabilidad a
sus ciudadanos, destruye fuentes de producción, somete a las personas a través
de distintos sistemas de control y ejecuta políticas económicas que no solo se
han comprobado ineficientes sino que tienen como objetivo garantizar el
enriquecimiento de un sector reducido en detrimento de la población general.
Con el fin de la bonanza
petrolera y la negativa de Nicolás Maduro a cambiar el modelo económico,
Venezuela ha entrado en la mayor crisis de su historia. El mantenimiento de
controles de cambio y de precios ha generado enormes distorsiones que se
manifiestan en cuadros hiperinflacionarios, problemas de producción y
distribución de productos básicos, y depreciación acelerada de la moneda, que
han trastornado de manera brutal la vida de los venezolanos.
El gobierno continua
manteniendo la misma política de propaganda y falsa imagen de compromiso
humanitario. Realiza donaciones millonarias a países afectados por catástrofes
naturales en El Caribe y Estados Unidos mientras que tragedias como las
crecidas en Choroní, las inundaciones en el Edo. Bolívar y Delta Amacuro y, más
recientemente, las inundaciones en la Colonia Tovar y el Lago de Valencia son
atendidas con escasos medios y recursos.
El término de “guerra
económica” utilizado por el gobierno desde la presidencia de Hugo Chávez, se ha
convertido en la gran muletilla del régimen para justificar medidas e
iniciativas cuyos resultados se traducen en el empobrecimiento de las personas
y la implantación de planes que, como los CLAP y el carnet de la patria, buscan
aprovechar las enormes necesidades de la población para someterla al control
del Estado.
La verdadera “guerra
económica” la libra el régimen contra las personas. Pasando leyes sobre una
Asamblea Nacional independiente, el gobierno utiliza la figura de una ANC
fraudulenta e ilegal para continuar su ataque contra el bienestar de los
venezolanos. En días pasados, Maduro de nuevo entregó una serie de propuestas
recicladas que no atacan los problemas de raíz, y que continúan profundizado la
grave situación actual.
Se aumenta otra vez el salario
(que solo en lo que va de año se ha triplicado) pero la inflación va muy por
encima y la capacidad adquisitiva sigue deteriorándose. Los controles de
precios se refuerzan lo que se traduce es más escasez (los costos de producción,
por la inflación, son mayores y al congelarse los precios nadie va a producir a
pérdida) y la proliferación de “mercados negros” de insumos básicos. Incluso
medidas como la reducción en un 5% del IVA complican aún más la situación: en
diciembre una medida similar solo contribuyó a que los comerciantes prefirieran
el efectivo y dejaran de utilizar los puntos. La instrumentación sectaria y
oprobiosa del plan de carnet de la patria se manifiesta en la supuesta entrega
a 300 mil familias de un bono de Bs. 250.000 para la compra de insumos
escolares. Insumos que, con los actuales precios, tienen costos que ya rondan
el millón de bolívares por alumno.
En las comunidades en las que
trabajamos la reacción a los anuncios económicos es de consternación y pánico.
Medidas anteriores del mismo tipo y enfoque sólo han traído más dificultades y
el deterioro acelerado de la calidad de vida de las personas. El actual régimen
ha logrado algo que parecía impensable: que la gente reciba con preocupación y
rabia la noticia de que les van a aumentar el sueldo.
No exageramos cuando decimos
que estas medidas tendrán efectos devastadores en la ya grave situación de
crisis alimentaria que vive el país. Estamos hablando de situaciones de
hambruna para amplios sectores de la población. Son necesarios el cambio de
modelo económico, el diseño e implementación de políticas que atiendan la
emergencia social causada por la crisis y la reactivación del aparato
productivo, así como una articulación real de Estado y sociedad con diversos sectores
de la vida económica del país para sumar esfuerzos y generar confianza, en
contraposición a la política de guerra contra el pueblo, divisoria y
destructiva del régimen.
La economía no puede seguir
siendo el arma con la que la dictadura somete a la gran mayoría de los
venezolanos que lo rechaza, sino una de las vías de encuentro y trabajo para
encontrar salidas reales y efectivas a la crisis.
13-09-17
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico