Por Pedro González Caro
Comunicacionalmente, según mi
interpretación, existen tres hitos que han marcado la historia del hombre. El
primero de ellos, sin lugar a ninguna duda, fue la invención de la escritura
para poder conservar y transmitir las ideas. Los otros dos corresponden a la
grabación de la voz y finalmente de las imágenes.
Sin ellos sería imposible contar
la historia ni los progresos de la humanidad.
El acceso y manejo de la
información, así como su control en el momento actual, son elementos que
brindan condición de poder. El manejo y dominio de la información ha sido,
desde tiempos pretéritos, la herramienta que el hombre ha utilizado para
doblegar y someter a sus semejantes y provocar los cambios en las relaciones
sociales que rigen el comportamiento de los ciudadanos.
En la sociedad moderna la
información fluye globalmente, y paradójicamente, se ha convertido en la espada
de Damocles que acecha a quienes monopolizan la información para su propio
beneficio.
El comportamiento de los
líderes militares del día de hoy está significativamente ligado a este hecho a
medida que se ha venido acelerando el proceso del manejo de la información y
han aumentado los canales de acceso a ella. Todo el estado de cosas que nos
rodea se modifica con sorprendente velocidad, los tiempos y facilidades de
acceso a los nuevos descubrimientos y a las innovaciones de carácter social y
político son cada vez más breves, con lo cual se dificulta el adecuado
procesamiento y la asimilación consciente de las implicaciones.
Para el caso militar este
fenómeno resulta especialmente notorio, su liderazgo se enfrenta a una realidad
que tiene graves dificultades para concebir adecuaciones dentro de un mundo
tremendamente cambiante, modelado por la velocidad de los acontecimientos y la
variedad de vías en las que fluye la información.
Frente a esta nueva realidad
social el liderazgo militar debe enfrentar el reto de comandar una tropa más
informada, actualizada y dispuesta a someter al escrutinio ético las más
básicas tradiciones y dogmas que fundamentan la conducta militar. Es así como
podrán preguntarse: cuáles son las bases del liderazgo militar, cuál es el
fundamento ético de la obediencia de cuadros militares informados en tiempo
real, sobre la situación social y política, tanto nacional como internacional.
Inevitablemente los miembros
de la estructura militar están vinculados por distintas vías con la estructura
social que también evoluciona. En las democracias modernas las aspiraciones del
pueblo progresan en la medida en la que encuentran condiciones ideales para su
florecimiento, son estimuladas por líderes políticos y por las mismas autopistas
de la información que impulsan y estimulan las demandas de bienestar y
tranquilidad de “un país normal”. Su satisfacción va dando paso a nuevas
aspiraciones, sin embargo, el desafío impulsa un reacomodo del sistema de
valores que orientan la conducta ciudadana y que trasciende a la estructura
militar.
Foto: REUTERS/Ueslei Marcelino
Cuando esta efervescencia
social alcanza la madurez, sus efectos tienen consecuencias que conllevan al
cuestionamiento de los más arraigados valores de la doctrina militar que
sostienen los pilares fundamentales de la sociedad militar: la disciplina, la
obediencia y la subordinación. La credibilidad y la confianza en el líder son
elementos aglutinantes que deben garantizar la cohesión y la armonía de una
fuerza armada sana y democrática, creíble y capaz de actuar según las
intenciones de sus dirigentes legítimos; ajustadas a las normas
constitucionales y respetando sus fundamentos éticos inquebrantables.
Los viejos paradigmas de
disciplina y subordinación que sustentan dogmáticamente la institucionalidad
castrense, apoyados en la indispensable obediencia de los cuadros subalternos,
ahora deberán pasar por el tamiz de la figura de la autoridad que “merece
obediencia”. El compromiso de obediencia ciega de los subordinados se
corresponderá con el compromiso de los líderes militares de mantener una
conducta ejemplar, ética y libre de toda traza de corrupción.
La manera de ejercer el
liderazgo, y no la motivación doctrinaria, será el incentivo para la
obediencia. El detonante de la concepción dogmática se presenta cuando los
valores que manejan los líderes, con la discreción propia de su autoridad, se
debilitan afectando la cohesión estructural de la institución, comprometiendo
la estabilidad y la sobrevivencia. Entonces, la uniformidad doctrinaria ya no
es suficiente y el líder ya no puede imponerse con la facilidad de la que
disfrutó en otros tiempos.
18-09-17
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