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lunes, 11 de diciembre de 2017

De Alfonzo Ravard a Quevedo por @goyosalazar


Por Gregorio Salazar


En estos días de hecatombe mediática, en la que no falta la cada vez mayor postración del sector televisivo, no hay quien haya establecido siquiera por elemental contingencia noticiosa un paralelo entre el nuevo presidente de Pdvsa, escenario de otro gran cataclismo nacional, y el general Rafael Alfonzo Ravard (1919-2006), a quien le correspondió encabezar la gestión de la estatal petrolera durante los primeros diez años de su nacionalización.

El contraste entre esas dos figuras da cabal medida del sino de estos tiempos, de esa vertiginosa espiral descendente por la que va rumbo al colapso la industria del sector energético en el que fuimos potencia mundial y con ella la propia Venezuela, y un país que hace apenas medio siglo destacaba en el continente y podía ver el futuro de manera muy auspiciosa.

No sabemos qué más se puede decir del mayo general que ha asumido la presidencia de la “nueva” Pdvsa, más allá de sus deleznables proezas represivas, su designación como “padrino” (?) de Trujillo y su vociferante pasantía por la Misión Vivienda.

Suponemos que todavía quedan por allí quienes recuerden a Rafael Alfonzo Ravard, pero si no fuera así bastaría como una simple hojeada a Wikipedia para enterarse quien fue ese venezolano de excepción, egresado con los mayores méritos de la Academia Militar, Ingeniero UCV, ingeniero civil del Instituto Tecnológico de Massachusetts, presidente no sólo de Pdvsa, sino también de la Corporación Venezolana de Fomento (CVF) y de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG). En 1954, bajo el régimen perezjimenista, presidió el Consejo Mundial de Energía. Su capacidad y exitosa trayectoria fueron reconocidas en el arranque del período democrático al designarlo para dirigir el desarrollo y planificación de Ciudad Guayana, lo que algunos consideran su mayor legado, y años después al frente de la industria petrolera nacionalizada, en la cual trabajaba desde que era un proyecto, hasta llevarla a ser una de las cinco corporaciones de ese tipo más importante del mundo.


En la siembra de los 26 millones de pino del bosque de Uverito también estuvo la conducción del general Ravard, hombre de curiosidad insaciable que se interesó también por la botánica, zoología, geología, economía, literatura y diplomacia. Se sabe también que hablaba con fluidez varios idiomas. Y luego de haber desempeñado esos cargos de tan alta responsabilidad nunca surgieron dudas sobre su pulcritud administrativa.

Ahora Venezuela es otra y aquello que “el gigante” anunció como “la nueva Pdvsa” también. Lo que fue el complejo refinador más grande del mundo, Cardón-Amuay, está virtualmente reducido a escombros y quienes vengan en su rescate, chinos, rusos, iraníes o marcianos deberán desembolsar una ingente suma durante varios años para reconstruirlas. La flota de tanqueros pasó a mejor vida. La producción cayó en un millón de barriles. Con una enorme e inútil carga burocrática, descapitalizada desde el 2002 de lo mejor de su recurso humano, el nepotismo florece en su estructura mientras los trabajadores, que laboran con riesgo de sus vidas pues los protocolos de seguridad fueron abandonados hace años, ganan salarios de 4 dólares al mes.

La guinda de esta torta de colosales dimensiones es la revelación, por sus propios responsables, de la corrupción a niveles inimaginables. El presidente junto con el Ministro de Energía y unos sesenta gerentes han sido removidos y llevados a juicio, lo que hace suponer que la cuchilla de esta vendetta roja también le van desbrozando el camino al personal técnico de las potencias extranjeras que serán los nuevos dueños de nuestro petróleo. Cruel paradoja resultante de la obra de los ultranacionalistas que no se sacan “la patria” de la boca.

Si algo no se le puede desconocer a la revolución chavista es haber concebido, parido y desarrollado con cada una de sus deformaciones ese engendro que es la Pdvsa del presente. Para la historia quedó el documento audiovisual donde su presidente de entonces, Rafael Ramírez, hoy prófugo de los camaradas que lo tuvieron como pieza clave en el manejo arbitrario de la industria para la instauración del “proyecto bolivariano”, aseguraba que haría entender a “carajazos” que PDVSA era roja-rojita. A carajazos le quieren hacer entender no está suficientemente claro qué cosas, pero deben ser muy graves cuando le gritan a los cuatro vientos ¡traidor”.

10-12-17




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