Por Antonio Pérez Esclarín
De nuevo el Gobierno y la
Oposición han emprendido el necesario camino del diálogo. Pero la primera
condición para un diálogo verdadero es aceptar la realidad de un país quebrado,
donde la gente se muere de hambre o por escasez de medicinas y donde nos resulta
imposible comprar cualquier repuesto o aparato, pues los precios se disparan
cada día sin control. ¿Cómo es posible que el Gobierno, ciego a la realidad y
sordo a los clamores, siga empeñado en mantener unas políticas
económicas que sólo han traído miseria, corrupción y desesperanza?
El milagro económico del chavismo, en vez de sacar a las mayorías de la
pobreza, nos ha hundido a casi todos en ella, pues prácticamente ha acabado con
la clase media y con el estímulo al trabajo y ha cultivado el clientelismo por
medio de limosnas, que no sólo no resuelven los problemas sino que los
agudizan. Es evidente que los que nos gobiernan y siguen empeñados
en mantener el actual rumbo no sufren la escasez de medicinas y comida y
disfrutan de abundantes dólares baratos con los que pueden viajar por el mundo
sin problemas y permitirse un nivel de vida de espaldas a la realidad del
país y de los pobres a los que dicen amar. ¿Y qué están haciendo los
constituyentistas que nos prometieron resolver la situación económica y
desde que iniciaron su trabajo, ha empeorado vertiginosamente?
La primera condición para un
diálogo verdadero es aceptar la realidad y asumir la responsabilidad de
la situación que vivimos. No va a ser posible superar los problemas que
tenemos si los negamos y repetimos que son producto de una guerra económica o
un complot mediático, y que los que claman por un cambio siguen órdenes del
imperio o son personas sin corazón que odian a los pobres. Hace
falta ser muy cínico e irresponsable para negar la situación que vivimos
las mayorías ¿Qué profesional con su sueldo puede aspirar a tener vivienda o
carro o incluso a comprar una nevera, un aire acondicionado, una lavadora, o
incluso unos cauchos? ¿Acaso no les duele a los que gobiernan la sangría de
capital humano que rompe las familias al abandonar el país en busca desesperada
de una vida digna? ¿Cómo es posible que hayamos convertido a Venezuela, un país
con tantas riquezas y potencialidades, que fue el más próspero de Suramérica,
en el más miserable, pues hoy el salario mínimo es incluso inferior
al de Cuba? ¿Cómo seguir defendiendo unas políticas que nos han
convertido en el país con mayor inflación en el mundo, y entre los
más corruptos e inseguros?
El diálogo debe partir de
aceptar que el país está al borde del abismo, autocrítica
para dejar de culpar siempre al otro, responsabilidad para reconocer
errores y equivocaciones, humildad y valor para aceptar la
necesidad de cambiar de rumbo, cumplimiento de los acuerdos que se vayan
logrando, respeto inquebrantable a la verdad, que detesta y huye de
la mentira. Desde la mentira y las medias verdades, desde la manipulación
interesada de los hechos, desde el repetido llamado a un diálogo
para ganar tiempo, no va a ser posible dialogar. Por ello, el objetivo
del diálogo no puede ser otro que enfrentar y resolver la situación de
miseria de las mayorías. Diálogo sí, pero con resultados urgentes.
01-12-17
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