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lunes, 11 de diciembre de 2017

El camino que no es por @garciasim


Por Simón García


Aunque afirmemos que estamos convencidos, hay aspectos de la situación que debemos comprender mejor. Una parte de las desventuras opositoras derivan de las discrepancias entre percepción, discurso y acción.

La más común de ellas es denunciar al régimen como dictadura y esperar que actúe democráticamente. La concepción clasista y “revolucionaria” del oficialismo sobre la democracia busca desmantelar los valores y reglas de la que ellos tipifican como burguesa. Su misión es liquidar esta versión “capitalista” de la democracia para imponer un modelo comunista que está hundiendo el país en el infierno.

El Gobierno siempre seguirá el ADN  de su modelo: perpetuarse por los medios que sea, control absoluto de la sociedad y eliminación del mercado, la democracia representativa y el Estado de Derecho. Se socializará la pobreza, excepto para la nueva clase de boliburgueses, enchufados y funcionarios que viven con más privilegios que los de un odiado capitalista.

La ruta convencional del modelo conduce de un poder autoritario a uno totalitario, aprovechando la democracia cuando conviene y negándola cuando la superioridad de ventajas lo permita. El Gobierno hará concesiones sólo si advierte un grave riesgo a su estabilidad y de modo temporal, mientras reconstruye una relación de fuerzas que lo coloque en condiciones de retomar la confiscación del poder por cualquier medio.


Una lección que se desprende del reiterado extravío de las fuerzas de cambio es que sin compartir una definición sobre la naturaleza del poder dominante en Venezuela, en lo cual no hay consenso político y muchos académicos disputan por acuñar la realidad a sus esquemas ya hechos, resultará difícil obtener triunfos sostenibles.  

Otra, es que la lucha por la democracia y una justicia social vinculada al desarrollo humano dentro del mercado es un territorio desventajoso para el régimen y en el cual agota sus márgenes de juego. Pero la proclamación de una estrategia democrática, electoral, pacífica y constitucional ha sido, en ocasiones, sustituida por una confrontación radical, a veces con sesgo insurreccional y siempre con altos costos que han debilitado a las fuerzas de cambio. Esta ambigüedad, esta oscilación recurrente entre dos líneas de acción contrapuestas es la raíz de los fracasos de la oposición y una de las causas de la crisis de representatividad y credibilidad de la disuelta y vapuleada MUD.   

Hay que examinar por qué después de la victoria electoral del 2015 la oposición entró en una fase errática que ha contribuido a que el Gobierno, siendo socialmente minoría haya podido recuperar su electorado tradicional; mientras que la oposición, con un rechazo mayoritario de la sociedad al Gobierno, pierde apoyo electoral. Análisis urgente ante la aparición de una desafiliación emocional de la base opositora respecto a su dirección.

Por obra de partidos y ciudadanos, el lunes amaneceremos con un Gobierno fortalecido por el control del poder local. Un camino que si nos empeñamos en seguir, eternizará a Maduro y los carteles en el poder.

10-12-17




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