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miércoles, 13 de diciembre de 2017

Hiperinflación, por Miguel Méndez Rodulfo



Miguel Méndez Rodulfo 12 de diciembre de 2017

En las décadas de los años 70, 80 y durante el primer lustro de los 90, en el mundo era frecuente el fenómeno inflacionario, sobre todo en América Latina. En los 70, época de una economía estable y una moneda dura en Venezuela, había una expresión para referirnos al cuidado con que había que ver a los países del Cono Sur: “La autopista del sur”, significaba que seguir el manejo económico de esos países era una vía segura para la debacle. Entre mediados de los 80 y mediados de los 90, se produjeron los fenómenos hiperinflacionarios  más agudos en la región: Argentina 3.000% anual; Brasil 7.600% anual; Nicaragua 14.000% anual; Bolivia 60.000 % anual. Sin embargo, después de 1995, en América Latina y el mundo, la inflación como problema endémico logró controlarse y llegó a ponérsele fin. Desde hace más de dos décadas la inflación anual en casi todos los países del mundo es de un dígito bajo, salvo las deshonrosas excepciones de Zimbabue, Venezuela y alguno que otro país manejado por un dictador.

En un mundo sin inflación, una subida anual de precios de dos dígitos es algo anormal, mucho más incomprensible es que sea de tres o más dígitos; de manera que índices de 70%, 150%, 700%, hoy son equivalentes a aquellos miles de puntos que alcanzaron las economías antes mencionadas en los años 80 y 90. Entonces, inflaciones anuales para 2018 de 2.500% como pronostica el FMI, ó de 7.000% como predicen otros economistas, es sencillamente catastrófico y fuera de toda racionalidad económica para nuestro país. El origen de una hiperinflación es la decisión del gobierno de imprimir grandes cantidades de billetes para financiar el déficit fiscal, así hay exceso de circulante intentando adquirir los mismos bienes. Esto inicia un círculo perverso en que la gente pierde la confianza en la moneda e intenta gastar sus ingresos rápidamente en activos durables (o en comida, como es el caso venezolano); los comercios cambian los precios de los productos semanalmente, luego varias veces al día (hacia eso vamos); la gente busca el dólar como moneda sustituta de intercambio, y el gobierno pierde el control del signo monetario.

Dos metodologías revelan que un país se encuentra en hiperinflación: existencia de una tasa promedio mensual de inflación mayor de 50%, o una inflación anual superior a 1.300% (esto se cumplió en octubre de 2017);  que la inflación anual supere el 100% durante tres años consecutivos (algo que se cumplió en 2015).

La perversión de la hiperinflación es que depaupera al ciudadano y expolia a los más pobres, porque se dolarizan los bienes producidos: electrodomésticos, vehículos, repuestos, ropa, calzado, comida y los servicios en general. Algunos rubros, también se dolarizan, pero su incremento se rezaga: sueldos y salarios, honorarios, alquileres, servicios públicos, etc. Como se decía en los setenta en el sur: los precios suben por el ascensor, en tanto que los salarios suben por las escaleras.

La destrucción del aparato productivo nacional y de las instituciones, hará muy difícil la salida de este flagelo, pero la experiencia mundial indica que los procesos hiperinflacionarios, duran en promedio menos de un año, porque no hay pueblo que soporte mucho tiempo tal hecatombe.

Miguel Méndez Rodulfo

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