Por Simón García
Escribo para un público,
esclavo del dogma del tiempo como bien escaso, obligado a ser selectivo con lo
que lee. Un estamento conformado por políticos y ciudadanos. Es decir, por
quienes se interesan en los asuntos públicos, sostengan o no, al dejar la
lectura, una acción temporánea. A fin de cuentas, un aspecto común de
ambos es ejercer la decisión responsable.
Uno forma parte de los
segundos más que de los primeros. La línea de pertenencia no es tenue: a los
políticos les corresponde conducir, asumir riesgos y sacrificios, contender con
malos momentos y superarlos, crear logros colectivos y responder por sus faltas
y errores, cuando los cometen. A los ciudadanos valorar, evaluar, dar o no
apoyo a determinadas ideas o iniciativas y participar, junto a otros, en la
vida cívica. Su opinión debería ser el nutriente de quienes dirigen gobiernos,
instituciones, partidos y organizaciones sociales.
Pero desde hace rato esta
relación ha desaparecido. Aduciendo la existencia de un poder autoritario, se
ha concedido a los políticos que no rindan cuenta de sus actuaciones. El
mecanismo de inspección sobre lo que hacen los dirigentes está roto, como otros
aspectos indispensables para la existencia de una sana democracia. Ausencia que
no se puede justificar con el alegato de que el Estado también lo hace.
Según la mítica narración de
Sócrates en el diálogo Protágoras, la política es arte, técnica y saber una
virtud distribuida por los dioses entre los humanos, de donde nace el derecho
de todos a opinar sobre lo justo, lo sensato y lo piadoso, partes del acto
político destinado a hacernos mejores como individuos y como sociedad.
Es urgente pedir a sus
dirigentes una reflexión crítica sobre por qué la oposición está dejando de
ser, en su confrontación con el gobierno y en su relación con los ciudadanos,
un actor de peso. No para exigir expiaciones por el pasado, sino para ser,
a futuro inmediato, eficaces para contribuir a reconquistar la democracia.
Existen algunos temas sobre
los que los partidos políticos, deben renovar sus posiciones. Uno el de la
abstención, la cual no parece acertado repetir, sin contabilidad minuciosa de
sus consecuencias, especialmente en la última elección presidencial. Existen
diversos motivos para hacerlo: 1. La variación de factores internacionales,
como lo ha hecho el grupo de Lima, que ahora ponderan la salida electoral, 2.
Organizaciones partidistas que llamaron a la abstención, para proteger a los
Alcaldes de oposición, han creado un partido para participar en las elecciones
municipales, con “este CNE”. Pero, si los alcaldes pueden participar, ¿por qué
no hacerlo quienes tenemos derecho a tener concejales en otros municipios? 3.
La recuperación del enfrentamiento al régimen en el terreno electoral,
probablemente el único donde se pueda competir con fortalezas propias, es la
vía más expedita para rehacer a la oposición.
El segundo es el abandono de
la visión suma cero de la transición. Se han producido cambios de posición
que ahora admiten como necesaria la presencia de fuerzas chavistas en un
gobierno de transición que sea producto de un gran acuerdo de salvación
nacional. Dixit Ugalde.
Y finalmente, si los
opositores quieren abandonar sus caminos de Aqueronte, la concreción de la
unidad más plural y representativa posible.
23-09-18
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