Juan RESTREPO 19 de septiembre de 2018
En los neumáticos de su silla de ruedas ya
asoman alambres. Pero José Agustín López guarda la esperanza de que soporten
los 500 kilómetros que le faltan para llegar a Bogotá a recibir la asistencia
médica que no tuvo en Venezuela.
Su
hijo Jefferson Alexis lo empuja cuando trepan las montañas de Colombia y lo
sostiene cuando se avizora la cuesta abajo. El frío y el calor extremos, que
cambian al vaivén de la geografía, son compañeros inseparables.
“Me vi
en la obligación de tomar el rumbo de Colombia para conseguir todos los
medicamentos que necesito y algo de sustento para llevar a la casa”, dice
a la AFP José Agustín, de 52 años.
Hace
trece años perdió la sensibilidad en ambas piernas en un accidente vial. Su
trabajo como mensajero quedó en el pasado y la vida en San Cristóbal, en el
oeste de Venezuela, empezó a empeorar a medida de que el país petrolero caía en
una profunda crisis económica.
Mantuvo
a su madre, su esposa y sus tres hijos con rifas que vendía a vecinos y
desconocidos. Los demás miembros de la familia también aportaban lo que podían.
Pero “ahorita allá no se puede rifar, no hay ayuda de nada, ‘naide’
ayuda a ‘naides'”, advierte.
Para
rematar, estar tanto tiempo postrado en la silla de ruedas le provocó una
escara que le afectó el ano y el recto. Los médicos le hicieron una colostomía
para que no “se contaminara” con sus propios excrementos, pero
en su tierra no hallaba ni los antibióticos ni el material para cubrir la
herida abierta.
“Si me
hubiera quedado allá yo creo que me ‘fuera’ muerto, me hubiera contaminado”,
cuenta bordeando el llanto. Ahora tiene que cubrirse la lesión con bolsas
plásticas de supermercado y cintas industriales. Y en plena carretera.
Entonces,
como miles de venezolanos, padre e hijo decidieron cruzar la frontera a
Colombia. Salieron el miércoles pasado de la capital del estado Táchira sin
dinero para pagar autobuses con Bogotá como destino.
“Me
han dicho que allá me pueden ayudar bastante con la sillita de ruedas, que es
lo que más estoy necesitando”, explica a la merced del sol
punzante que les avisa la cercanía con la ciudad de Pamplona, a 75 kilómetros
de Cúcuta.
A paso lento
En
tres días han recorrido un trayecto que a los otros migrantes les tarda un
puñado de horas a pie o en autostop, si tienen suerte.
Miles
de sus compatriotas han transitado por estos mismos caminos de pavimento. Según
la ONU, 2,3 millones de personas salieron desde 2014 de Venezuela, la mayoría a
países de la región.
Colombia
ha recibido a más de un millón de ciudadanos. Muchos venezolanos atraviesan la
nación cafetera para llegar hasta Ecuador, Perú, Chile o Argentina. Es común
verlos con los pies hinchados de tanto caminar.
“Hay
que hacer un buen sacrificio para tener un buen porvenir en la vida, junto a mi
padre luchando allá vamos, atravesando toda Colombia si es preciso”,
apunta Jefferson Alexis, de 25 años, con lo justo de aliento antes de
conquistar una nueva loma.
Juntos
han pasado varias noches en las oscuras vías colombianas, temerosos de un
asalto o la mordedura de alguna culebra, que merodean en los matorrales. Las
cobijas y los colchones se han mojado con las lluvias nocturnas.
“Ha
sido una demostración de amor”, dice José Agustín sobre su
hijo, quien dejó los estudios de ingeniería mecánica para acompañar a su padre
en esta odisea.
Los
lugareños les regalan comida, incluso mantas. Ellos se alimentan al lado de la
vía, pese al riesgo de ser atropellados por camiones, motocicletas o
automóviles.
“Me
encuentro totalmente agotado, la sillita echándose a perder también. Cuando no
es una cosa es la otra, (pero) p’alante”, señala José Agustín, quien
sin importar el clima mantiene un gorro negro de lana en su cabeza.
En
cada paso Jefferson Alexis encuentra más pesada de empujar la silla. Los
cauchos se han explotado y a duras penas rueda. Arribar a Bogotá ya es una
utopía.
“Si
llego a Pamplona es un milagro de Dios”, reconoce un angustiado José
Agustín.
Epílogo
El “milagro” se
cumplió. Dos días después de ser entrevistado en la vía a Pamplona, José
Agustín se comunicó con la AFP: una ambulancia los rescató.
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