Miguel Méndez Rodulfo 21 de septiembre de 2018
La
antipolítica como expresión de rechazo a los partidos políticos puede tener
justificación, pero decididamente es una posición que le ha salido cara al
país. Cabalgando sobre ella llegó Chávez al poder y todos sabemos el inmenso
daño a la nación que este funesto personaje produjo. Trump, también es una
expresión de la antipolítica y ya vemos sus efectos sobre el crecimiento de la
economía mundial. De manera que más que buscar destruir a los partidos, lo que
corresponde es transformarlos, intentar influirlos o aproximarnos a ellos,
sobre todo a su juventud, para lograr que cambien, porque la verdad es que
gústenos o no nos guste, los políticos gobernarán a Venezuela, a través de los
partidos políticos, debido a que para eso se forman desde muy jóvenes y en eso
son profesionales. Lo que debemos tener muy claro en nuestro disgusto, que no
debe llegar a la rabia destructora, es que igual que nos enojamos profundamente
con un familiar, también es cierto que el reclamo, el diálogo, el parentesco y
el tiempo, nos llevarán a reconciliarnos nuevamente.
De las
cosas que los políticos debían estar claros es que la sociedad civil tiene
razones para mostrar su rechazo: el poco interés mostrado para defender el
revocatorio, el diálogo inconsulto, el desmontaje de las protestas de 2017, la
participación de algunos partidos en la elección de mayo de este año,
constituyen acciones no bien sopesadas, que disgustaron seriamente a los
venezolanos y que evidenciaron una cierta soberbia de los partidos. Estos deben
ya entender que en una nueva gobernanza actuar conforme las expectativas de la
gente, es lo que tiene sentido. Por otra parte, los dirigentes políticos deben
asumir que los cargos dentro de su carrera política hacia el pináculo del
poder, comienzan dentro de la estructura misma de los partidos, siguen con
cargos de elección popular, iniciando con el de concejales, alcaldes, diputados
regionales, gobernadores, diputados nacionales, Ministro del Interior,
Secretario de la Presidencia y culminando con el cargo de Presidente de la
República. De manera que su desarrollo de carrera es amplio y tiene largo
alcance. En este sentido deben resistir la tentación de ocupar cargos de
especialistas; es decir que un político, así fuera profesional en economía, no
debería ser Ministro de Planificación, Finanzas, Producción, etc., ya que para
ejercer estos cargos se requiere haber desarrollado una carrera y estudios que
el político no tiene.
Actualmente
el tema de la Transición se está abordando por diferentes especialistas.
Algunos la ensalzan como un período muy importante, que permitirá un cambio en
el modelo de conducción del país. Otros desarrollan muy agudos y originales
planteamientos acerca de cómo puede darse este escenario. En este último caso,
llama la atención que se enarbole la bandera de una nueva elección presidencial
para finales de año, algo que como simple espectador de la política, no veo que
en este momento sea una aspiración del pueblo venezolano; pero sobre todo no
comparto que la propuesta acerca de la escogencia del liderazgo que presidiría
la transición, se haga con prescindencia de los partidos políticos, entre “la
iglesia, las universidades, los estudiantes, los líderes de la sociedad civil
organizada y las fuerzas productivas del país (empresarios y trabajadores), sin
la participación del Consejo Nacional Electoral”. Por supuesto que estos
actores fundamentales de la sociedad civil, son muy respetados y gozan de gran
credibilidad, pero la realidad es que su naturaleza no es política, ni nunca se
prepararon para asumir la dirección del país. Las encuestas indican claramente
que a pesar del rechazo mayoritario a los partidos, una persona que encarna y
representa a los partidos políticos, goza de las preferencias y confianza del
país para asumir las tareas de conducción del Estado. De manera que no veo como
en el análisis se puede excluir a María Corina. Además tengo muy claro porque
lo he estudiado mucho que la transición, ese escenario de reconstrucción,
primero humanitaria y después de restauración de la infraestructura, los
procesos y los equipos humanos, no debe exceder de dos años, de manera que
hablar de una elección presidencial me genera dudas.
Miguel
Méndez Rodulfo
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