PATRICIA R. BLANCO 25 de septiembre de 2018
El activista Srdja Popovic propone
tácticas no violentas para lograr el éxito en una protesta
Srdja
Popovic (Belgrado, 1973) es entrenador de revolucionarios. No de los violentos,
cuyas rebeliones suelen terminar “empapadas de sangre de inocentes”, afirma,
sino de aquellas personas que “uniéndose y pensado de forma creativa pueden
derribar dictadores y enmendar injusticias” sin que nadie resulte herido. Tras
su experiencia como fundador de Otpor (Basta), un movimiento estudiantil
determinante en la caída del dictador serbio Slobodan Milosevic, Popovic creó
en 2004 la organización CANVAS (Centro para la Aplicación de Acciones y
Estrategias de No Violencia). Desde entonces, ha adiestrado a todo aquel que
desea hacer una revolución sin levantar un arma, desde activistas de la
primavera árabe a insurrectos del Maidán.
Estas
son algunas de las prácticas que recoge en su último libro, Blueprint
for revolution (Plan de acción para la revolución), un decálogo
para alcanzar la victoria a través de protestas pacíficas, que Popovic acaba de
presentar en el Oslo Freedom Forum
(Foro de la Libertad de Oslo).
1. No
arriesgues tu vida. El argumento de Popovic es evidente pero
no siempre recordado: “Si mueres, no puedes hacer la revolución”. En un país
donde las manifestaciones son duramente reprimidas, “te pueden matar si vas a
una concentración, pero no si optas por otras medidas, como boicotear
determinados productos”, explica. Por ejemplo, el boicoteo a multinacionales
que trabajaban en Sudáfrica antes de la abolición del apartheid, ayudó a la
derogación de las medidas segregacionistas, ya que los accionistas de las
empresas se vieron obligados a exigir al Gobierno sudafricano que pusiera fin a
las leyes racistas bajo la amenaza de dejar de operar en el país.
2.
Conserva tu libertad. Con la misma lógica de la regla anterior,
difícilmente se pueden emprender actos revolucionarios desde la prisión. Por
ello, entre una táctica legal y una ilegal, el activista serbio sugiere sin
dudarlo la primera. Por ejemplo, para la conmemoración del 26º aniversario de
la masacre de la
plaza de Tiananmén, el próximo 4 de junio, los activistas chinos proponen
pasar por el lugar en el que ocurrió la matanza con una luz encendida pero no
acudir a concentraciones, donde con toda seguridad serían arrestados.
3. El
dinero es lo que más duele. Entre una táctica y otra, Popovic
recomienda siempre “buscar la que suponga una mayor pérdida económica” al poder
contra el que se protesta. Y para ilustrarlo, acude a un ejemplo clásico: el
boicot de autobuses de Montgomery (Alabama, Estados Unidos), que comenzó el 1
de diciembre de 1955, cuando la afroamericana Rosa Parks se negó a ceder su
asiento a una persona blanca, y terminó un año después, al ser declarada
inconstitucional la segregación en los autobuses. “La acción se podría haber
realizado en los baños públicos, pero el hecho de no utilizar ese medio de
transporte” hasta que no se derogara la ley “conllevaba una importante pérdida
económica”.
4.
Distrae a tu oponente. Las tácticas de dispersión pueden
tener más éxito que las de concentración. “Una concentración en un lugar
público implica tener a quienes te apoyan reunidos en un mismo lugar,
aumentando el riesgo de las personas que participan en la acción y facilitando
a la policía su labor” al indicarles dónde deben trabajar, reflexiona Popovic.
Para el activista, no tiene sentido concentrarse demasiados días en una misma
plaza. “En protestas como las de
Hong Kong [en 2014, a favor de la democracia] los activistas terminan
agotándose, porque se quedan sin electricidad y sin baños, y desde luego las
autoridades no los van a poner”, añade. En cambio, las tácticas de distracción,
en forma de acciones distribuidas en el tiempo en distintos lugares y de forma
muy repetida “obliga a la policía a dispersarse” y ser menos eficaz, por lo que
los riesgos disminuyen.
5. Usa
el risactivismo. Inspirado en los Monty
Python, Popovic plantea usar una táctica basada en el humor y el ridículo “para
minar la autoridad” de los poderosos que define como “risactivismo”. “Hay que
poner al objeto de esta táctica entre la espada y la pared: si actúa parecerá
estúpido y si no lo hace, parecerá débil”. Popovic recuerda una protesta
realizada en un metro de Ankara en 2013. Dos policías, vieron besándose a una
pareja en una de las estaciones más concurridas de la capital turca, tras lo
cual las autoridades pidieron a los usuarios del suburbano que actuaran de
acuerdo con las normas morales. El incidente saltó rápidamente a la prensa y
cientos de personas participaron en una protesta que consistía en besarse en el
metro. “¿Qué podían hacer ahora los policías?”, se pregunta Popovic.
6.
Construye una historia de pequeñas victorias. Los grandes sueños
requieren pequeños comienzos. Es lo que sucedió en Israel en 2011 con una
protesta que obligó a bajar el precio del queso cottage. El
organizador, Itzik Alrov, creó una página en Facebook para animar a sus
compatriotas a boicotear el producto, cuyo precio se había duplicado desde
2006, cuando se suprimieron las subvenciones al queso, una medida con la que
las grandes empresas obtuvieron importantes beneficios. La acción, que en un
primer momento solo tenía 32 seguidores en la red social, llegó a superar los
100.000 y no solo obligó a reducir el precio del queso sino que abrió la puerta
a debatir un problema mayor: el alto coste de la vida en Israel y los bajos
salarios de un sector de la población
7. La
unidad hace la fuerza, tanto entre los miembros de una
misma causa como en el objetivo de la propia causa. El primero de los supuestos
tiene, según Popovic, cientos de ejemplos: cuando ante una dictadura las
fuerzas de la oposición se dispersan en distintos movimientos que también
luchan a su vez entre sí, gana el dictador. En el segundo caso, Popovic alude
al ejemplo de FEMEN: cuando
nació en 2008 en Ucrania para luchar por los derechos de la mujer y las
activistas mostraban sus pechos desnudos, tenía “un gran impacto”. Después, las
mujeres empezaron a dispersar sus mensajes: “En Kiev protestaron por la
ausencia de suficientes baños públicos, y en Londres, contra los regímenes
islamistas sangrientos [en España, por ejemplo, contra la ley mordaza]”,
critica el activista que, aunque considera nobles todas las causas, cree que
con su expansión internacional el grupo ha perdido el foco de sus acciones.”
“Cuando aparecen en los medios de comunicación, nadie sabe ya contra qué
protestan” y pierden efectividad, añade.
8. Haz
que la represión sea contraproducente. Para ello es necesario,
según Popovic, “entender exactamente” la manera de actuar del oponente. “No es
una fuerza demoníaca sino una decisión calculada de las autoridades”, señala. Como
ejemplo, usa su experiencia en el movimiento serbio Otpor. “La principal
herramienta de la policía era el miedo que teníamos a ser arrestados no el
hecho de ser arrestados”, explica. Por eso, todos los miembros del movimiento
que pasaron por prisión explicaron al resto con todo detalle lo que ocurría en
una detención. Y aunque ser arrestado seguía siendo un temor, ya no les
asustaba tanto, porque además el movimiento daba una atención personalizada a
cada activista en la cárcel. “Pronto, muchas personas empezaron a correr
enormes riesgos a pesar de que podían ser detenidas”, concluye.
9.
Ocupa la calle solo cuando te hayas organizado. “Una
manifestación masiva es el último paso, no el primero”, defiende Popovic, que
cree que “solo puedes pedir a la masa que salga a la calle cuando sabes que
tienes a gran parte de esa masa de tu lado”. Por eso, según considera, es la
falta de organización lo que no ha hecho triunfar a los movimientos que llaman
a ocupar los espacios públicos sin ninguna preparación previa, entre los que
incluye el movimiento
15-M. “Terminan cayendo en una filosofía confusa”, puntualiza.
10.
Termina lo que has empezado. “Declarar la victoria es
un asunto delicado”, reflexiona Popovic, por lo que hay que asegurarse de que
el objetivo final se ha alcanzado. Según el activista, si anuncias que tu
movimiento ha sido un éxito demasiado pronto y envías a los activistas a casa
puede repetirse la misma situación que vive hoy Egipto: todos los que
participaron en la revolución y creyeron que habían ganado tras
la caída del dictador egipcio Hosni Mubarak, vieron después a los Hermanos
Musulmanes en el poder, seguidos de un régimen militar que dio un
golpe de Estado y tomó el control del país.
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