Por Gioconda Cunto de San
Blas
Hablar sobre el estado de la
educación en Venezuela es referirnos, de nuevo, a persistentes problemas, hoy agravados. Es
contabilizar la deserción escolar que en los últimos cuatro años ha sumado más
de 700 mil niños y jóvenes; es reportar la inasistencia de más del 20% por
hambre u otras causas asociadas a la pobreza; es obligarse a ver las
destartaladas instalaciones que poco invitan al aprendizaje; es saber que
muchos bachilleres carecen de las capacidades mínimas para cursar carreras
científicas o tecnológicas; es seguir manuales vetustos que nada dicen a los
jóvenes del siglo XXI; es deplorar los afanes de ideologizar a las nuevas
generaciones; es resonar con los lamentos de los maestros cuyos sueldos no
alcanzan para llevar una vida digna; es entender sus renuncias masivas para
emigrar a países vecinos que puedan ofrecerles un futuro decoroso.
Por eso, hoy prefiero
contarles de un país, Finlandia, que teniendo un sistema escolar
rudimentario a principios del siglo pasado, es ahora uno de los cuatro países
más exitosos en materia educativa. Una
historia de progreso, a través de los testimonios de cuatro
generaciones, que tal vez nos inspiren a desear ese futuro y trabajar para
lograrlo. Una historia que también enfatiza el carácter gradual y prolongado de
los procesos educativos, sin fórmulas mágicas.
Taito, el bisabuelo,
comienza estudios en 1926 a sus 6 años en una Finlandia pobre y rural,
recibiendo apenas 2 semanas de clases en el verano y otras 2 en primavera, por
cuatro años, siendo el primero de su familia en recibir alguna educación
formal. Así sale al mercado laboral para ayudar a sus padres. “De ahí en
adelante, mi aprendizaje fue en la escuela de la vida”, subraya Taito. El
abuelo Jarmo comienza estudios en Helsinki en 1956, en un programa similar al
de su padre, extendido a seis años. Pero en 1972 Finlandia implementa una
reforma global del sistema escolar que benefició a la tercera generación de la
familia: Jari, quien logró formarse como ingeniero de construcción.
Pero es el bisnieto Tatu
quien ahora disfruta del éxito de un sistema educativo que ha colocado a
Finlandia dentro de un selecto grupo de naciones, a partir de un progreso
sostenido a lo largo de más de medio siglo, desde que en 1968 los partidos finlandeses
de izquierda y derecha acordaron privilegiar a la educación como un servicio
público clave para todos los ciudadanos, no sujeto a los avatares de la
política, con la convicción de que solo con una población altamente
educada, el país podría ser exitoso en los mercados mundiales. Con 10
años, Tatu habla no solo su idioma natal sino inglés (que comenzó a aprender en
segundo grado) y alemán (a partir de cuarto), esperando comenzar a aprender
sueco cuando ingrese a sexto grado.
Los métodos de enseñanza-aprendizaje
para el joven Tatu son asombrosos para su bisabuelo Taito. Ya el foco
pedagógico no está en coleccionar información, aprender de memoria, como
hicieron las generaciones previas. Para eso está el internet. Hoy Tatu es
animado a desarrollar habilidades de pensamiento desde su ingreso al primer
nivel, a compartir proyectos educativos con sus compañeros y maestros, con el
uso de computadoras y digitalización, en ambientes confortables,
arquitectónicamente de primer orden.
Ahora su pizarrón es una pantalla
inteligente donde el maestro y los alumnos interactúan sobre temas
seleccionados, sin llevarlos a casa como tareas. Los libros son electrónicos.
Mientras disfrutan del almuerzo que toda escuela les brinda, los estudiantes
socializan
Y así para todos los niños
finlandeses, quienes sin diferencias de clase o género reciben la misma
educación gratuita de alta calidad, guiados por maestros escogidos entre los
más selectos universitarios con títulos de postgrado, que gozan de un alto
reconocimiento social y remunerativo.
De esta manera, Finlandia se
ubica en los primeros puestos, detrás de Singapur, Japón y Estonia, en las
pruebas del Programa Internacional para la Evaluación Estudiantil
(PISA) que aplica la Organización para la Cooperación Económica y el
Desarrollo a jóvenes de 15 años a escala mundial, para evaluar comprensión
lectora, habilidad matemática y capacidad para adquirir información científica
y tecnológica, como herramientas para desempeñarse con éxito en la sociedad del
conocimiento del siglo XXI.
Ahí queda este ejemplo, no
el único, de lo que podríamos lograr como nación si nos empeñásemos con
seriedad, tesón y espíritu ciudadano a construir desde la escuela, advierten
en Finlandia, una sociedad basada en la cultura de la
confianza, la equidad y el respeto, derivada de un recto gobierno con índice de
corrupción cero. Todo un desafío para nuestro maltrecho país
26-09-18
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