LUIS UGALDE 20 de septiembre de 2018
Las
cosas han llegado a tal extremo y la situación es tan dramática que la
desesperación se ha apoderado del país. La gente no cree en el régimen y sus
promesas-propaganda y cada medida nueva agrava la situación. El liderazgo
opositor carece también de credibilidad por su falta de unidad y su impotencia
frente a la dictadura y los urgentes problemas socioeconómicos. El
desastre es tan grave que la reconstrucción parece imposible sin un gran
acuerdo de salvación nacional concretado en un gobierno de transición que
incluya a buena parte de los que fueron y de los que todavía hoy son
chavistas. El régimen actual no tiene futuro, pero puede resistir con
un alto costo de vidas, dignidad humana y libertad democrática de millones de
venezolanos. No puede haber un gobierno nacional que entusiasme y tenga éxito
si no lleva en el corazón de sus políticas concretas las razones que hace 20
tuvieron las mayorías chavistas. Si, según las encuestas más recientes, 85 % de
los venezolanos vive en pobreza, el nuevo gobierno sólo cuajará si renace en la
vida de esa inmensa muchedumbre que agoniza en la pobreza y el exilio, y
fracasará si no toma en serio la vida digna de ellos. Esa esperanza no se puede
nutrir solo de palabras y retórica, sino que necesita de entrada signos
visibles de mejora socioeconómica, lo que no es posible sin un vigoroso
florecimiento de miles y miles de empresas privadas, entendidas y vividas como
esperanza de los pobres y la superación de la pobreza como esperanza de la
empresa privada, de la democracia y la libertad. Por otra parte, nada de esto
es posible sin un apoyo decidido de las democracias y organismos
internacionales, concretado en recursos materiales cuantiosos. Sin ese apoyo,
ni el gobierno actual, ni cualquier otro que venga, tendrá estabilidad ni éxito
y la solución no es la desesperanzada agonía dictatorial cubana de más de medio
siglo.
El
gobierno de transición sólo despertará entusiasmo nacional y concretará el
apoyo externo si de inmediato enfrenta la hiperinflación (alimentada
por el actual gobierno con enorme déficit fiscal y dinero inorgánico) y activa
la producción económica que en cinco años se ha reducido a la mitad y que está
matando a la gente, arrebatándole su salario y dignidad y bloqueando toda
posibilidad de reactivación.
1-Para revertir de inmediato este
despeñadero hay que combinar:
-No pago de la deuda externa ($
132.000.000.000) en dos o tres años. Condonación de buena parte de ella,
refinanciamiento de la otra parte y cuantioso préstamo (según los entendidos no
menos de $ 40 mil millones).
-Reprivatización de las empresas estatizadas,
hoy ruinas improductivas.
-Inversión extranjera (y nacional) con
garantías jurídicas y economía social de mercado.
-Apertura petrolera (y gas) a las inversiones
no estatales y recuperación productiva.
-Financiamiento de importación de bienes
básicos de consumo (alimentos, medicinas…) e insumos para reactivar la
producción.
2- Al mismo tiempo se
requiere inmediata ayuda humanitaria internacional con
activación nacional de los canales de distribución y también de un inmenso
voluntariado de solidaridadcon efectos en la regeneración moral y de
reconciliación. Rescate del Estado y del caos, corrupción e
ineptitud de los servicios públicos de agua, electricidad,
transporte, seguridad… Rescate de la Constitución: libertad de presos
políticos y exiliados, legalización de todos los partidos y de
los candidatos vetados; separación de poderes públicos; eliminación
de la ANC(supraconstitucional, es decir dictatorial); Fuerza Armada
reconstitucionalizada; nuevo CNE; elecciones justas, libres y transparentes,
una vez restablecidas las condiciones democráticas para ello.
No se trata de medidas sueltas ni de que cada
grupo político pretenda instaurar en esta transición el modelo de su
preferencia, sino de lo imprescindible para salir de esta dramática agonía.
Sería fatal enredarse en debates ideológicos sin entender que la extrema
emergencia exige un pragmatismo sanador previo a elecciones democráticas en las
que la población escogerá al candidato de su preferencia entre alternativas que
incluyan las que vienen del chavismo y también las que parecen más opuestas a
él. Por ahora la negociación no puede ser maximalista, sino realista con la
necesaria unidad nacional y el apoyo internacional imprescindibles.
3- La salida del gobierno actual tiene
que ser pronta y negociada con espíritu de reconciliación, no de venganza sino
de perdón, con una nueva primavera de reencuentro venezolano combinada con
una acción serena y equilibrada de la justicia, en los casos que se requiera
para evitar la impunidad.
4- Los militares (hoy unos
cómplices y represores y otros reprimidos) y las democracias del mundo
y de las Américas deben formar parte de diversa manera de esta
negociación y reconstrucción.
5-La Asamblea Nacional ha de ser la
legítima pieza central de esta transición y quien la encabece debe excluirse de
la contienda electoral democrática, que tendrá lugar tan pronto se restablezcan
las condiciones básicas constitucionales para una elección libre, transparente
y con garantías.
Ese
acuerdo que incluya al chavismo democrático puede escandalizar a algunos, pero
no será más chocante que el abrazo - en medio de tantos cadáveres y odios – de
Bolívar y el jefe español Morillo en Santa Ana de Trujillo, como importante
paso desagradable para salir de la guerra.
Luis
Ugalde
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