Dolors Massot 29 de septiembre de 2018
¿Es tan importante la
libertad? ¿Podemos ser lo libres que queramos?
Aunque
en la conversación común uno suele decir “soy libre de hacer lo que quiera” o
“soy totalmente libre”, algo nos dice por dentro que libres-libres al
cien por cien no lo somos.
¿Por
qué no somos totalmente libres? Porque eso supondría que:
1. Conocemos
todas las opciones.
2. Todas
las opciones son posibles.
3. Podemos
escoger entre todas ellas.
La
vida y la experiencia nos enseñan que el ser humano tiene sus límites: en
altura, en salud, en belleza, en fuerza, en cociente intelectual, en rapidez…
Todas esas limitaciones (que forman parte de nuestro ser como individuo) hacen
que esas tres condiciones que acabamos de citar no se den nunca. Lo que suele
darse es que:
1. No
conocemos todas las opciones (por falta de datos, por
imposibilidad de acceso a esa información…).
2. No
todas las opciones son posibles (algunas quedan fuera de
nuestras posibilidades físicas, de nuestro bolsillo si hay que gastar algo…).
3. No
podemos escoger entre todas ellas (por prejuicios, por
imposición de otras personas, porque son opciones dañinas…).
El
caso es que, si nos sentamos a pensar un poco, casi siempre estamos decidiendo
entre un abanico de opciones escaso. Es como la carta de un
menú de un restaurante: por muy extensa que sea, siempre es corta en
comparación con los que ofrece la gastronomía.
Eso
que parece descorazonador no debe serlo, porque si siempre tuviéramos que
decidir entre millones de opciones quizás nunca avanzaríamos. La mayor parte de
las veces, es suficiente con las opciones que nos presenta la vida en cuanto a cosas
rutinarias, y es suficientemente apasionante en cuanto a decisiones que me
supondrán un cambio trascendental: tener hijos, casarte, mudarte a
otra ciudad, amar a tal persona, empezar unos estudios, emprender un
trabajo profesional…
Las
decisiones nos van modelando. Vamos trazando nuestro perfil con cada paso que
damos, porque abandonamos el resto de opciones. Y aunque estemos limitados a la
hora de escoger, seguimos siendo libres.
Hay un
acto que es especialmente importante en el camino de la libertad: el amor. Es
fundamental que seamos libres para amar. Para decidir a quién amo y
para decidir cómo voy dando pasos en ese amor.
Al
llegar a la decisión sobre el amor, vamos a ver que hay distintos
grados: el amor de amistad, que quiere el bien de la otra persona;
el amor al novio/marido o a la novia/esposa; y el amor a Dios. El “para
siempre” es cada vez más fuerte.
¿Somos
realmente libres? Por el mero hecho de ser personas humanas, lo somos. Si
alguien se viera privado de esa libertad, habría que averiguar qué
ocurre en esa persona: si necesita atención médica o psicológica, si hay que
acudir a un abogado, si se trata de ignorancia…
Uno de
los grandes retos de nuestra sociedad es proteger y fomentar la libertad de
todos y cada uno. Parece algo muy general pero siguiendo ese criterio
conseguiremos que la sociedad sea mejor.
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