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lunes, 13 de mayo de 2019

Guerra fría en la Embajada de Venezuela en Washington, por @antonialaborde ‏




ANTONIA LABORDE 11 de mayo de 2019

Las autoridades estadounidenses cortan la electricidad y cercan las entradas de la delegación diplomática, ocupada por activistas pro Maduro desde hace un mes

La creciente tensión entre los seguidores de Nicolás Maduro y Juan Guaidó se ha trasladado al elegante barrio de Georgetown, en Washington. Desde hace un mes al menos una docena de estadounidenses chavistas se alojan en la Embajada venezolana, a la que este miércoles le han cortado la luz. La oposición venezolana ha montado decenas de tiendas de campaña alrededor de la sede, desde donde cuelgan lienzos con eslóganes que llaman a Estados Unidos a “quitar las manos” de Caracas. Una cerca metálica rodea gran parte del edificio, que tiene las puertas bloqueadas por los servicios secretos. Los carteles pegados a las vallas reclaman que Rusia y Cuba se alejen del país caribeño. La estrategia del equipo de Guaidó para ganar esta batalla diplomática es obstruir el acceso a la electricidad y a la comida a los que se hospedan dentro.

Por orden de Carlos Vecchio, el embajador venezolano ante EE UU designado por el líder opositor, la Embajada no cuenta con luz eléctrica. "A los invasores de nuestra Embajada que defienden cómodamente al régimen usurpador, hemos decidido darles un poco de la experiencia de vivir en Venezuela bajo el socialismo fracasado de Maduro. A partir de este momento no tendrán energía eléctrica. Próximo paso: su salida", tuiteó este miércoles por la noche Vecchio.

Sin electricidad, tarde o temprano el grupo autodenominado Colectivo de Protección de la Embajada se quedará sin carga en los móviles y ordenadores, herramientas claves para difundir su lucha por las redes sociales. Ellos dicen "proteger" el edificio para evitar que sea tomado por un Gobierno "falso", no el del "presidente Maduro". La misión diplomática de Guaidó, reconocido como mandatario interino por una cincuentena de países, invitó este miércoles a seis activistas afines a la oposición para mejorar la relación entre la comunidad venezolana y los políticos, según una de las asistentes al encuentro. En la cita participaron Vecchio, el asesor del embajador Francisco Márquez, entre otros, quienes discutieron con los invitados la estrategia de presión sobre los ocupantes del edificio.

Gabriela Febres, venezolana de 28 años, participó en la reunión. “La comunidad le ha pedido a los diplomáticos que les corten la luz y el agua a los de la embajada. El tema con el agua es que el edificio puede sufrir daños irreparables que pueden costar muchísimo dinero reparar, por eso no lo hacen”, relata fuera de la sede diplomática mientras se escucha por un altavoz Vivir mi vida, de Marc Anthony. La tardanza en cortarles la electricidad, explica, se debió a que cuando Vecchio dio la orden, uno de los ocupantes llamó a la compañía eléctrica y alegó que las cuentas estaban pagadas. “El Departamento de Estado tuvo que mandarles una carta diciendo que Vecchio era el embajador y que tenía el poder de cortar la luz”, afirma Febres. Junto con un grupo creó una campaña para recibir ayuda económica a los que hacen guardia fuera del recinto: “Donaciones para hotel en Georgetown”. El objetivo era reunir 1.500 dólares, pero en tres días ya han triplicado la cifra.

La disputa verbal entre los manifestantes de ambos lados se caracteriza por su tono agresivo. De un lado a otro se han escuchado ofensas raciales e incriminaciones. Este jueves, la estadounidense Madea Benjamin, directora de Code Pink, el movimiento pacifista que lidera la ocupación de la Embajada, se dio un provocador paseo alrededor del edificio con un letrero que decía en español “No a los golpes, no a la guerra”. Mientras caminaba, acompañada de un puñado de simpatizantes a su favor, una venezolana daba instrucciones a sus compatriotas que le gritaban: “No la ataquen, hoy no, la están grabando”. Le dijeron terrorista, ladrona y delincuente, entre otras acusaciones.

Benjamin, que fue una de las activistas que se alojó en la Embajada cuando aún estaban los diplomáticos de Maduro a comienzos de abril, alega que no la dejan entrar al edificio. El 30 de abril fue a su casa a buscar ropa y cuando volvió, según cuenta, los simpatizantes de Guaidó le impidieron el paso. “Desde el 1 de mayo no nos dejan pasar comida a los que están dentro. A veces buscamos meterla a escondidas, pero ahora ya saben nuestras maniobras y es cada vez más difícil”, sostiene. Se queja de la agresividad de los venezolanos, pero la noche anterior un estadounidense hirió a una mujer venezolana y lo apresaron. Este caso se suma al de otros 11 detenidos prochavistas, según cuenta la líder de Code Pink, ahora, desde fuera del recinto.


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