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lunes, 6 de mayo de 2019

Maduro en el tobogán de salida por @goyosalazar


Por Gregorio Salazar


Despertarse sin atinar a comprender si se está ante la hora final de la dictadura o frente una jugada temeraria que puede llevarse todo lo habido como en una sola mano de dados… Así comenzamos los venezolanos la mañana del 30 de abril.

Fue un amanecer estremecedor y desconcertante, de esos que toman el espíritu por asalto, el corazón se acelera y la imaginación hace desfilar con angustia el abanico de consecuencias que, para bien o para mal, pueden precipitarse en cuestión de minutos.

Con el alma en vilo veíamos a Guaidó y a Leopoldo López a cielo descubierto, rodeados de un puñado de militares y haciendo vehementes llamados a la población y a las fuerzas armadas para que salieran a la calle a darle el envión final a la dictadura.

Estaban colocados esos dos líderes en altísimo riesgo dependiendo de la respuesta que viniera del régimen, bien por alguno de los múltiples cuerpos de seguridad o sus pandillas de matones. ¿Emplearían la violencia contra ellos? ¿Terminaría el episodio con ambos en Ramo Verde? En cualquiera de los dos casos, ¿no estábamos ante el riesgo de perder dos piezas fundamentales de la lucha opositora?  ¿No estaban exponiéndose también los diputados que llegaron al sitio de los acontecimientos? ¿Se produciría la respuesta militar contra Maduro?

Los mensajes que daban cuenta de que el general Ornella Ferreira, jefe del Estado Mayor Conjunto, secundaba la acción generaba una sobre expectativa positiva que muy pronto se disipó. A media mañana ya estaba claro que era remota la posibilidad de pronunciamientos que secundaran la acción, pues si algo hay que tener en este tipo de situaciones es el sentido de la oportunidad. Silencio absoluto.

Sin embargo, entró en juego lo que evidentemente fue el factor determinante del rumbo que tomó la jornada: la presencia masiva del pueblo, hombres y mujeres de todas las edades que se volcaron sobre la arteria vial a la que fueron convocados por Guaidó y López, mientras lo mismo ocurría en varias ciudades y pueblos del interior. Esa presencia militante de los venezolanos fue el arma disuasiva para cualquier plan descabellado que pudo pasar por la mente de la cúpula de la dictadura. Cualquier paso en falso ha podido desatar ese día un baño de sangre.


En esas primeras horas de la mañana cometió Nicolás Maduro el más garrafal de sus fallos: no haber aparecido prontamente a través de los medios y, peor aún, mantenerse oculto a lo largo del día, lo cual  es ahora el hecho que está reforzando  la afirmación de voceros del gobierno norteamericano según la cual esa mañana Maduro tuvo una pata en el avión, mientras piezas clave del régimen como el ministro de la defensa, el jefe de la GNB y el presidente del TSJ negociaban la propia salida de Maduro por una vía pacífica.

Según los gringos había una negociación en proceso mientras Maduro que se hace lenguas por cualquier insignificancia daba como única señal de vida un solo tuit que comenzaba diciendo “Nervios de acero”. Visibilidad cero más bien fue lo que hubo y es lo que ha echado a rodar las peores conjeturas sobre la situación interna del régimen, que en semejante trance ha tenido que cambiar nada menos que al jefe del temible Sebin, general Cristopher Figuera, por el chamuscado general González López.

A Maduro, cuyo gobierno es un monumento a la ineptitud, la corrupción y la violación de los derechos humanos, no le ha quedado más que reconocer que hay “traidores” en su entorno inmediato. Paralizado, cercado económicamente y perdiendo espacios en todos los órdenes mientras la población huye despavorida, sufre privaciones o muere de mengua, no hay ápice de racionalidad política que pueda justificar su permanencia en el poder.

Y el pueblo sigue empujando. La presencia multitudinaria de los venezolanos en las calles de Venezuela el 1 de mayo revela una determinación a toda prueba, desafiando incluso otra oleada de represión sanguinaria de la dictadura.

Las jornadas del 29 de abril y primero de mayo dejaron en evidencia que la debilidad de Maduro es un proceso gradual e indetenible. Ya puede darle diez vueltas a la manzana acompañado de una manada de uniformados, que eso no va a cambiar la percepción de la población de las grietas abiertas en el entorno civil y militar del régimen.  Los venezolanos sienten cada vez más cerca el derrumbe de este régimen oprobioso y con creciente determinación van a seguir empujando.

05-05-19

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