Por Gregorio Salazar
Despertarse sin atinar a
comprender si se está ante la hora final de la dictadura o frente una jugada
temeraria que puede llevarse todo lo habido como en una sola mano de dados… Así
comenzamos los venezolanos la mañana del 30 de abril.
Fue un amanecer estremecedor
y desconcertante, de esos que toman el espíritu por asalto, el corazón se
acelera y la imaginación hace desfilar con angustia el abanico de consecuencias
que, para bien o para mal, pueden precipitarse en cuestión de minutos.
Con el alma en vilo veíamos
a Guaidó y a Leopoldo López a cielo descubierto, rodeados de un puñado de
militares y haciendo vehementes llamados a la población y a las fuerzas armadas
para que salieran a la calle a darle el envión final a la dictadura.
Estaban colocados esos dos
líderes en altísimo riesgo dependiendo de la respuesta que viniera del régimen,
bien por alguno de los múltiples cuerpos de seguridad o sus pandillas de
matones. ¿Emplearían la violencia contra ellos? ¿Terminaría el episodio con
ambos en Ramo Verde? En cualquiera de los dos casos, ¿no estábamos ante el
riesgo de perder dos piezas fundamentales de la lucha opositora? ¿No
estaban exponiéndose también los diputados que llegaron al sitio de los
acontecimientos? ¿Se produciría la respuesta militar contra Maduro?
Los mensajes que daban
cuenta de que el general Ornella Ferreira, jefe del Estado Mayor Conjunto,
secundaba la acción generaba una sobre expectativa positiva que muy pronto se
disipó. A media mañana ya estaba claro que era remota la posibilidad de
pronunciamientos que secundaran la acción, pues si algo hay que tener en este
tipo de situaciones es el sentido de la oportunidad. Silencio absoluto.
Sin embargo, entró en juego
lo que evidentemente fue el factor determinante del rumbo que tomó la jornada:
la presencia masiva del pueblo, hombres y mujeres de todas las edades que se
volcaron sobre la arteria vial a la que fueron convocados por Guaidó y López,
mientras lo mismo ocurría en varias ciudades y pueblos del interior. Esa
presencia militante de los venezolanos fue el arma disuasiva para cualquier
plan descabellado que pudo pasar por la mente de la cúpula de la dictadura.
Cualquier paso en falso ha podido desatar ese día un baño de sangre.
En esas primeras horas de la
mañana cometió Nicolás Maduro el más garrafal de sus fallos: no haber aparecido
prontamente a través de los medios y, peor aún, mantenerse oculto a lo largo
del día, lo cual es ahora el hecho que está reforzando la afirmación
de voceros del gobierno norteamericano según la cual esa mañana Maduro tuvo una
pata en el avión, mientras piezas clave del régimen como el ministro de la
defensa, el jefe de la GNB y el presidente del TSJ negociaban la propia salida
de Maduro por una vía pacífica.
Según los gringos había una
negociación en proceso mientras Maduro que se hace lenguas por cualquier
insignificancia daba como única señal de vida un solo tuit que comenzaba
diciendo “Nervios de acero”. Visibilidad cero más bien fue lo que hubo y es lo
que ha echado a rodar las peores conjeturas sobre la situación interna del
régimen, que en semejante trance ha tenido que cambiar nada menos que al jefe
del temible Sebin, general Cristopher Figuera, por el chamuscado general
González López.
A Maduro, cuyo gobierno es
un monumento a la ineptitud, la corrupción y la violación de los derechos
humanos, no le ha quedado más que reconocer que hay “traidores” en su entorno
inmediato. Paralizado, cercado económicamente y perdiendo espacios en todos los
órdenes mientras la población huye despavorida, sufre privaciones o muere de
mengua, no hay ápice de racionalidad política que pueda justificar su
permanencia en el poder.
Y el pueblo sigue empujando.
La presencia multitudinaria de los venezolanos en las calles de Venezuela el 1
de mayo revela una determinación a toda prueba, desafiando incluso otra oleada
de represión sanguinaria de la dictadura.
Las jornadas del 29 de abril
y primero de mayo dejaron en evidencia que la debilidad de Maduro es un proceso
gradual e indetenible. Ya puede darle diez vueltas a la manzana acompañado de
una manada de uniformados, que eso no va a cambiar la percepción de la
población de las grietas abiertas en el entorno civil y militar del
régimen. Los venezolanos sienten cada vez más cerca el derrumbe de
este régimen oprobioso y con creciente determinación van a seguir empujando.
05-05-19
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