Por Henrique Capriles
Es claro para todo el país y
para la opinión pública internacional que la situación en nuestra Fuerza Armada
venezolana no es estable.
Y también es sabido que
existe un miedo profundo en la usurpación encabezada por Nicolás Maduro a las
consecuencias que podrían generar cambios de aquellos mandos que, como se dice
en la jerga militar, tienen “poder de fuego”.
No es un miedo infundado: se
basa en que desde hace rato no hay chantaje ideológico ni retórica
“revolucionaria» que pueda ocultar la realidad que viven los oficiales y
sub-oficiales, tropa en general, pero sobre todo sus familias, agobiadas por la
pobreza, la miseria y el desespero propio de vivir en las ruinas de un país que
ninguno de los venezolanos honestos merecen.
Aun así, desde el poderoso
aparato de propaganda del régimen madurista hacen todo lo posible para que las
tropas y los mandos medios sospechen sobre cualquier mensaje político que venga
desde las fuerzas democráticas.
Y a pesar de ese esfuerzo
totalitarista y criminal, no han sido pocos los efectivos que han manifestado
estar del lado de la Constitución y del Pueblo. Un ejemplo claro está en lo que
sucedió el pasado 30 de abril, en el desmantelamiento de algunos cuerpos de seguridad
por control político o en cada uno de los efectivos que, durante los
lamentables sucesos en nuestras fronteras durante la última semana de febrero,
decidieron abandonar las filas donde unos pocos están más pendientes de
defender sus guisos y sus negocios que de defender al Pueblo de un régimen
asesino, indolente e incapaz.
Sin embargo, es aquí donde
el análisis nos lleva a considerar otro de los miedos que han modificado, de
manera evidente, las reacciones de Nicolás Maduro y sus cómplices, quienes
desde hace mucho perdieron el control de la agenda política nacional. Y ese miedo
radica en que en Miraflores saben muy bien que aquello que ya ha logrado calar
en los militares sin “poder de fuego» también lleva rato dando vueltas en
aquellos mandos que sí pueden movilizar tropas y ser una verdadera amenaza para
el régimen.
Y, si ustedes conocen cómo
funciona el mundo militar y cómo se vinculan entre quienes pertenecen a una
misma promoción o a una misma fuerza, sabrán que es muy probable que lo único
que deben estar esperando es tener claro el panorama político posterior al cese
de la usurpación y, en especial, entender cuál será su participación en la fase
del gobierno de transición que seguirá y que ellos mismos lograrían acelerar.
Así funciona el mundo
militar y quien quiera estar en la Política tiene que reconocerlo, entenderlo
y, sobre todo, saber utilizarlo en beneficio de los objetivos democráticos de
esta lucha común. De modo que ésa es una acción que nos corresponde emprender a
quienes ejercemos un liderazgo responsable de las fuerzas democráticas, tanto
para que el mensaje llegue de manera eficaz a los mandos como para que la
ciudadanía sepa entender el valor estratégico (pero sobre todo político) que
tiene terminar de concretar que nuestra Fuerza Armada cumpla su rol contra la
dictadura y se prepare para cumplir su rol durante la transición.
Y esto que planteo no es
ningún disparate ni es nuevo en la política nacional, porque los militares
venezolanos tienen referentes bastantes claros y muy bien instalados en nuestra
historia patria: desde el General en Jefe Eleazar López Contreras y su acción
ejemplar para disolver el poder político de las fuerzas del gomecismo que
sobrevivieron a la muerte del dictador, hasta Wolfgang Larrazábal, presidente
de aquella Junta de Gobierno que derrocó a Marcos Pérez Jiménez, después de que
la inestabilidad política minara las estructuras de gobierno del dictador,
quien terminó fugándose de madrugada y dejó a muchos de sus secuaces
entendiendo.
Y antes de que aparezcan los
tergiversadores a leer lo que no es, que quede claro que ni estoy poniendo
nombres ni estoy planteando salidas sobre la mesa, sino dejando en claro que
mientras más transparentes resultan las instancias de transición y el papel de
los militares en la recuperación de la democracia, más eficaz resulta la
aparición de las figuras necesarias para dar ese paso. Muchos dirán que cuando
Marcos Pérez Jiménez existían otras condiciones o que los “militares de antes»
eran otra cosa, y quizás no les falta razón, pero en la historia de la Política
a todo país le toca confrontar desde una nueva mirada cada coyuntura y cada
crisis, y las condiciones en las cuales vive la mayoría de las familias de las
tropas y los mandos medios son suficientemente críticas como para que el
usurpador prefiera quedarse escondido en su palacio y sospechando hasta de su
sombra.
Si no fuera así, ¿ustedes
creen que estarían con el show de dejarse ver trotando y entrenando con unas
tropas que sólo Dios sabe qué habrán podido comer ese mismo día? Si un gobierno
sabe que la Fuerza Armada es leal, no necesita hacer tanta bulla: se dedica a
gobernar y punto.
Como dicen por ahí: dime de
qué presumes y te diré de qué careces.
Hoy los militares tienen la
oportunidad de dejar de ser parte del problema y formar parte de la solución
definitiva. Y a diferencia de lo que han vivido muchos países hermanos, aquí lo
que se les exige a los militares honestos no es que den un Golpe de Estado,
sino de algo mucho más importante: se trata de que detengan el Golpe de Pobreza
y de inconstitucionalidad que Nicolás Maduro y su combo de usurpación mantienen
de manera sostenida, no sólo matando de hambre y de mengua al Pueblo, sino
además matando a quienes deciden ejercer su derecho a la protesta, con la
intención asesina de atemorizar a quienes hoy hemos decidido seguir en las
calles.
Cada uno de esos mandos
medios que en este momento están calculando el momento político ideal para su
irrupción tienen que sentir que dar ese paso tiene sentido. Saber que hay un
Pueblo que reconocerá su apoyo a la Democracia y que se hará justicia con
quienes han manchado el honor del uniforme.
Y esas condiciones sólo se
generarán desde la movilización y el activismo, pero también siendo empáticos,
creativos y eficaces con la disciplina política necesaria.
Además, debemos recordar que
el aparato de propaganda se encargará de evitar por todas la maneras que el
mensaje político llegue a los militares, así que debemos considerar que el
medio más eficaz para que se vean llamados a dar el paso será comprendiendo la
naturaleza de lo que vive la familia militar y lo que significa para esos
esposos y esposas, hermanos y hermanas, esas hijas y esos hijos, esa madres y
esos padres que saben que en la decisión y en el valor de uno de sus seres
queridos puede estar el futuro del país.
Imaginen el poder y la
fuerza simbólica que puede tener que escuchemos a cada uno de los familiares de
efectivos militares que conozcamos, que le hagamos saber nuestra visión y lo
importante de su compromiso en la labor de hacer reaccionar a la Fuerza Armada
y que esa acción tan simple, pero al mismo tiempo eficaz por empática y
política, se traduzca en que la sobrina del Teniente Coronel y el hijo del
Comandante o la hermana del Mayor o la madre del Capitán le pregunten a ese ser
querido “¿Y ustedes qué están esperando?”. Y que esa pregunta, firme y sin
proselitismo, se repita por WhatasApp cuando la abuela no consigue el
medicamento o por SMS cuando se vuelva a ir la luz. Una pregunta simple pero
que pone en evidencia que el momento es ahora y que el Pueblo está dispuesto a
apoyarlos: “¿Y ustedes qué están esperando?”.
Es vital que entendamos que
en esta lucha por la Libertad de Venezuela debemos hacer nuestra las causas
justas de los demás. No es necesario estar enfermos ni tener un familiar
hospitalizado para ser solidarios con quienes viven esa circunstancia. No
tenemos que ser trabajadores públicos para preocuparnos por entender cómo los
amenazan y ayudarlos a tomar valor para manifestar su deseo de cambio. No hay
que ser enfermera, maestra ni transportista para entender cuánto cuesta vivir
con su salario ni agricultor o pescador para entender cuánto están sufriendo.
Es por eso que el apoyo y acompañamiento que han recibido del Pueblo civil los
militares patriotas que se han manifestado contra el régimen debe ponerse en
evidencia para que quienes hoy controlan el poder de fuego decidan ayudar a la
Democracia y terminen de ejercer su rol: defender al Pueblo y a la Constitución
que juraron defender. Así como ellos tienen que
entender y apoyar las causas legítimas de la lucha civil, es necesario hacerles
ver que entendemos su lugar en la transición y que todos formamos parte de este
deseo común de vivir en una Venezuela libre.
¡Qué Dios bendiga a nuestra
Venezuela! ¡Seguimos adelante!
05-05-19
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