Juan Guerrero 05 de diciembre de 2019
@camilodeasis
Si
algo me quedó claro al haber estudiado la historia de mi país ha sido la
grandeza del pensamiento de mis antepasados. En todos ellos se evidencia la
firme convicción de ser ciudadanos libres, productivos, respetuosos del derecho
ajeno, y fundamentalmente de construcción de un pensamiento propio.
Unos
más que otros sobresalieron y hoy son ejemplo en la visión de una sociedad que
se afirma en su cultura y tradiciones. Por ello, es imperativo indicar que
nuestra sociedad venezolana jamás fue una colonia, ni menos con pensamiento
colonizado. Acaso en sus primeros inicios quienes arribaron a estas tierras
fundaron ciudades, pero la posterior práctica de convivencia se dio como la
ampliación, la extensión de un imperio, como fue el imperio español, que asumió
los nuevos territorios como parte integral de su espacio territorial imperial.
Desde
esa visión la nueva realidad que se fue construyendo se hizo como una extensión
de la totalidad de la visión imperial reinante. En ese sentido tenemos que
admitir que en nuestro destino posterior, con poco más de trescientos años de
presencia directa y práctica cultural imperial, la consciencia cultural e
histórica imperante en la educación del pensamiento de nuestros prohombres fue
de carácter hispánico.
Si
se revisa dicho pensamiento en la mayoría de estos venezolanos, incluso de
quienes adversaron la dominación imperial, se encuentra una visión de absoluta
libertad de pensamiento y respeto a esa tradición cultural. No existe mayor
resentimiento ni desprecio por la tradición, valores ni principios heredados de
nuestra cultura hispánica.
La
llamada emancipación del dominio imperial español fue más un acto de separación
político-administrativo y económico-financiero y jamás una ruptura cultural e
histórica. Eso ha sido así y la posterior historia que se ha tratado de vender
en la naciente república, construyó una imagen distorsionada, de pensamiento
colonizado que ha sido impuesto como valor en la tradición del nuevo ciudadano.
Así
las cosas hemos transitado por cerca de doscientos años creyendo falsamente que
éramos una colonia y por tanto, con mentalidad colonial de un imperio ajeno a
nuestras tradiciones más profundas. Esa mentira fue contada y recontada,
disfrazada de odio, rencor y resentimiento.
Hoy
cuando todo está en tela de juicio, duda y revisión, es supremamente
indispensable reflexionar pausadamente sobre esto que tratamos. La Venezuela y
el venezolano que supere esta hecatombe llamado socialismo-chavizta del siglo
XXI, debe someter a revisión la historia pasada de aquella mal llamada época
colonial venezolana.
Porque
si bien existían los privilegios de una clase social que decidía el destino en
la vida de los habitantes de este territorio, la visión cultural, su educación
y formación de tradición de valores y principios, estaba soportada sobre la
práctica de vida en un imperio donde todos se sabían parte integral de un mismo
destino cultural.
Difícil
es dar luz a una vida como aquella de los siglos pasados. Pero no todo era
oscuro ni monótono como ciertos historiadores y repetidores han querido
mostrarlo.
La
vida en aquellos tiempos mal llamados coloniales estaba marcado por una
dinámica, por un orden y amparado por una estructura jurídica, religiosa,
política y militar que hacía de quienes vivían y convivían en todos los
rincones del imperio, ciudadanos amparados por la tradición cultural e
histórica.
El
pensamiento reinante por varios siglos fue aquel de saberse herederos de los
saberes y sabores en la febril actividad del trabajo y estudio, del comercio y
la actividad intelectual, científica y humanística de quienes eran súbditos de
reyes y emperadores.
El
pensamiento “colonizado” que se intenta mostrar hoy tal parece más habitar en
la mente de algunos dirigentes, tanto del oficialismo dominante, como de
ciertos líderes opositores resentidos quienes no terminan de entender que su
estrechez de pensamiento es producto de su incapacidad para interpretar las
claves que los ciudadanos libres y con tradición cultural diariamente exigen
como soluciones reales a sus carencias fundamentales.
Difícil,
tortuoso y calamitoso será superar esta mentalidad del venezolano de
pensamiento colonizado, estancado en su odio y resentimiento ancestral.
Vengativo y a la vez temeroso de unos ciudadanos que poco a poco están
entendiendo que el liderazgo político imperante parece ser más una camisa de
fuerza producto de una carga supersticiosa heredada de fatalidades que les
impide acceder a la comprensión de una nueva visión de la cultura e historia
nacional.
Juan
Guerrero
@camilodeasis
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