Ibsen Martínez 05 de diciembre de 2019
@ibsenmartinez
La
ola de protestas que viene estremeciendo a algunos países de Sudamérica no ha
hallado en Venezuela el eco que muchísimos demócratas habrían celebrado dentro
y fuera del país.
La
gran masa opositora, que a comienzos de año creyó hallarse a un paso de
protagonizar un vuelco dramático en la política nacional que anunciaría el
principio del fin de la dictadura, presencia ahora el extravío final de lo que
cabe llamar “la ruta Guaidó” hacia Miraflores.
El
agotamiento de una audaz estrategia cuya baza mayor era lograr un masivo
pronunciamiento militar, con decisivo apoyo de Washington y naciones de medio
continente, en favor de un gobierno de “acuerdo nacional”, sin Maduro, que
condujese a unas elecciones razonablemente potables para todos ha coincidido
con una circunstancia impensable hace apenas diez meses: la inopinada masiva
dolarización de la economía venezolana.
Se
trata de una dolarización de facto, tan solo normada por la “opinión” que,
blandamente y como al pasar, expresó Maduro en un programa de televisión: “no
lo veo mal”. Bienes y servicios se pagan hoy desembozadamente en dólares; ya no
se persigue a quien difunda la tasa paralela de cambio. Los despachos de prensa
y la conversación pública dan cuenta del florecimiento en nuestras ciudades de
los llamados “bodegones” – templos del lujo importado? y del consumo conspicuo
que a fines de noviembre animó el “Black Friday” de los hasta hace poco
desolados y lúgubres centros comerciales.
Los
efectos que lustros de escasez, incuria e ineptitud han tenido en la infraestuctura
nacional dan lugar a que miles de emprendimientos particulares busquen ahora
colmar todos los rezagos: un ejército de mecánicos y electricistas no se da
abasto para reparar el parque automotor, aparcado hasta ahora por falta de
refacciones que el mercado negro ha vuelto a suplir. Igual pasa con los
electrodomésticos dañados por los apagones. Todo ello pagadero en dólares.
El
mercado inmobiliario da signos de vida. Los propietarios ya no hacen ascos
cuando se les ofrece el pago en efectivo. Pero ¿de dónde salen todos esos
dólares?
La
respuesta corta de los analistas es: “¡Oh!, muy sencillo: salen de las remesas
familiares que llegan del exterior; son un subproducto de la diáspora. No
olvide usted que los exilados pronto sumarán 5 millones de almas. Las hay que
mandan mucho a casa, y las hay que mandan muy poco, pero entre pitos, flautas y
cántaros rotos, casi el 34% de los venezolanos recibe algún tipo de auxilio
directo en dólares”.
La
respuesta larga no puede soslayar la corrupción universal que desde el
advenimiento del chavismo envenena absolutamente todo en Venezuela, incluyendo,
¡ay!, la política de oposición. La renuncia del embajador del gobierno Guaidó
ante el de Bogotá ejemplifica el poderío alcanzado por la mafia de las cajas
CLAP, el diabólico injerto de cartilla de racionamiento y negocio familiar de
Nicolás Maduro.
En
el país imperó durante quince años un socarrón control de la divisa que explica
el monto ya inconcebible de lo saqueado por el chavismo. Hace tiempo que la
llamada “boliburguesía”, vasto elenco de fugitivos indeciblemente adinerados,
es un poderoso factor financiero global.
La
sorna caraqueña sugiere que, embarazados sus movimientos por las sanciones
estadounidenses, la boliburguesía – jerarcas expetroleros, banqueros, obsecuentes
dueños de medios y magnates de la fraudulenta electrificación nacional, entre
otros? ha dado en blanquear sus capitales…¡en Venezuela! Algo habrá de cierto
en esa humorada.
No
menos cierto es que la irrupción del “dólar informal” – algunos lo llaman así?
viene obrando un efecto desmoralizador en una facción cada vez más vasta de la
sociedad venezolana. Esa desmoralización acaso sea difícil de aquilatar por una
encuestadora, pero es muy discernible para quien la quiera ver o escuchar. Se
trata de una disposición a la lenidad ante la corrupción y la arbitrariedad que
se encoge de hombros ante la oferta política de la oposición – cualquiera que
esta pueda ser ya? y atiende ya no solo a la supervivencia sino a recuperar los
signos de consumo que su mente asocia a una ansiada “normalidad”. No toda
Venezuela siente y piensa de este modo, desde luego.
Hay
otra Venezuela que sencillamente no tiene acceso a los dólares –son los
“sinremesa”? y muere de mengua hospitalaria y de hambre cuando no la asesinan
los comandos de exterminio de las FAES. Es la Venezuela que deambula, famélica,
por todo el continente mientras el chavismo va camino a cumplir un cuarto de
siglo en el poder.
Decía
Cervantes que dos linajes solo hay en el mundo: el de tener y el no tener.
Ibsen
Martínez
@ibsenmartinez
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