San Josemaría 08 de febrero de 2020
@sJosemaria
Vivid
una particular Comunión de los Santos: y cada uno sentirá, a la hora de la
lucha interior, lo mismo que a la hora del trabajo profesional, la alegría y la
fuerza de no estar solo. (Camino, 545)
Hace
un instante, antes del lavabo, hemos invocado al Espíritu Santo, pidiéndole que
bendiga el Sacrificio ofrecido a su santo Nombre. Acabada la purificación, nos
dirigimos a la Trinidad ‑Suscipe,
Sancta Trinitas‑,
para que acoja lo que presentamos en memoria de la vida, de la Pasión, de la
Resurrección y de la Ascensión de Cristo, en honor de María, siempre Virgen, en
honor de todos los santos.
Que
la oblación redunde en salvación de todos ‑Orate,
fratres, reza el sacerdote‑,
porque este sacrificio es mío y vuestro, de toda la Iglesia Santa. Orad,
hermanos, aunque seáis pocos los que os encontráis reunidos; aunque sólo se
halle materialmente presente nada más un cristiano, y aunque estuviese solo el
celebrante: porque cualquier Misa es el holocausto universal, rescate de todas
las tribus y lenguas y pueblos y naciones.
Todos
los cristianos, por la Comunión de los Santos, reciben las gracias de cada
Misa, tanto si se celebra ante miles de personas o si ayuda al sacerdote como
único asistente un niño, quizá distraído. En cualquier caso, la tierra y el
cielo se unen para entonar con los Angeles del Señor: Sanctus, Sanctus,
Sanctus... (Es Cristo que pasa, 89)
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