Por Simón García
Si una acción política se
mide por sus resultados, la gira de Guaidó resultó un éxito. Una acción
intensiva de diplomacia directa ante centros de poder mundial que reafirmó los
compromisos de la comunidad internacional con la causa nacional de restablecer
la democracia en Venezuela.
Los que disentimos de
convertir el mantra en una política zombi podemos negar los logros de la gira o
reconocerlos. Es difícil sostener una posición equilibrada, cuando dentro de la
oposición hay quienes insisten en descalificar, vetar y excluir a cualquiera
que mantenga una visión política diferente a la suya.
Pero estamos obligados a
pasar la prueba, valorando que la gira revitaliza la imagen del presidente (E)
y le da un boleto para reiniciar un formato que no comenzó con buen pié el
2020. En la perspectiva de salir de la larga confrontación gobierno/oposición
este es un hecho que abre oportunidades para volver a poner el énfasis en una
salida democrática, acentuar coincidencias y contribuir, desde cada parcela, a
rehacer progresivamente al país. Son tres terrenos para practicar una competencia
regulada en la oposición y entre esta y el chavismo.
Las ambiciones hegemónicas
refuerzan una de las grandes debilidades del esqueleto institucional: ausencia
de solidaridad entre sus distintos componentes, cada uno dedicado a sobrevivir,
sacando del juego a los otros, en vez de incluirlos.
La mayoría de los
venezolanos no desea seguir padeciendo los efectos destructivos de una crisis
que extingue condiciones de vida. En el fondo todos presentimos que para
revertir la destrucción hay que pasar por un gran entendimiento entre los dos
proyectos en pugna y por unas elecciones libres que permitan a los ciudadanos
expresar su voluntad de cambio.
Eso no es posible hoy porque
el régimen no lo quiere y porque percibe que no hay fuerza, condiciones o
incentivos para tomar esa opción. Recalificar la lucha por el cambio exige
doblegar las ambiciones monopólicas, construir un horizonte que tolere la
diversidad de aportes, tejer una coalición plural cuyo norte sea la
reunificación para reconstruir una sociedad devastada.
La oposición no está
dividida por un nombre sino por el empeño en generar una estrategia que se
conecte útilmente con la mayoría social y que actúe en los escenarios que
conduzcan a un cambio de políticas y de gobierno. Aunque cada quien está
aferrado a su razón, es probable que la verdad esté parcialmente distribuida
entre los que la niegan en los otros.
Juan Guaidó hizo su tarea
afuera. Ahora hay que recolocar internamente las opciones según las fortalezas
disponibles y las acciones que más debiliten al campo actualmente en el poder.
Esperamos que el respaldo recibido por Guaidó sea para aproximar a una
oposición en desacuerdo sobre los medios de lucha y para abordar una nueva
agenda con nuevas soluciones al conflicto político del país.
Negar la centralidad de las
elecciones en esta fase, sería desconocer la realidad.. La tarea interna
consiste en remontar errores y fracasos. Es el deber de Guaidó, de los
jefes del G4, de María Corina, de los opositores de la MDN, del incipiente
poder a tres lados y de quienes representan distintas dimensiones de una
sociedad que va mucho más allá de ellos. El deber de millones de ciudadanos.
09-02-20
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