Juan Guerrero 13 de febrero de 2020
@camilodeasis
He
leído por las redes sociales que en Venezuela fue el pueblo quien llevó al
poder a Chávez y al chavizmo. Esta es una verdad a medias. Ciertamente los
votos sentenciaron una victoria aplastante. Sin embargo, hay que retroceder
algunos años para entender este fenómeno socio-político venezolano.
Fue
en 1989 cuando apareció un Manifiesto de bienvenida al comandante Fidel Castro
firmado por 911 intelectuales y artistas venezolanos, (ver
http://www.venezuelavetada.com/2011/04/manifiesto-de-bienvenida-fidel-castro.html?m=1
). Dicho documento histórico está ordenado alfabéticamente y cada persona tiene
un número.
Traemos
esto a colación porque por estos días se ha reavivado por las redes sociales la
discusión sobre quienes firmaron y su responsabilidad moral frente a la
sociedad por haber servido como plataforma, para impulsar el socialismo y la
intromisión cubana en la vida venezolana.
No
señalaré nombres de quienes firmaron este manifiesto. Me interesa, sí, dejar
claro que ha sido la clase dirigente venezolana y concretamente, su élite
intelectual y académica, quienes orientaron hacia un cambio drástico en este
país.
La
población común (-menos los estratos D-E) no participó en la toma de decisiones
ni tampoco en la solución de sus problemas fundamentales. Fue la clase pensante
de entonces la que avivó, con su influencia en los medios de comunicación, la
idea de una despolitización de la sociedad para allanar el camino de un nuevo
liderazgo.
Por
ello Chávez y el chavizmo son el resultado de un agotamiento de la política
tradicional y el deseo oculto de unos cuantos empresarios, industriales y
militares quienes ansiaban desde hacía años, acceder al poder y desplazar a la
clase social, política, económica y militar imperantes.
El
chavizmo de hoy es un verdadero “saco de gatos” donde todos los extremos
políticos están cohabitando alrededor del “hecho económico” que los mantiene
unidos. Unos por relaciones económico-financieras, otros sencillamente porque
han sido sobornados y no pueden separarse, y otros porque han entrelazado sus
afectos familiares y la consanguinidad los une. Todos porque han encontrado en
el llamado chavizmo-socialismo la gran pantalla y referencia justificada ante
la historia, para inventar una revolución que ellos mismos desprecian.
Leer
en ese manifiesto algunos nombres, como también en otro más reciente, aparecido
el pasado año, es doloroso, triste y hasta pavoso. Creo que ha sido una
estrategia muy bien ejecutada esa de usar a la Intelligentsia de una sociedad
para apadrinar a ciertos personajes. Esa es una influencia sobre una población
medianamente formada y con nula experiencia en el debate teórico de la
política.
Es
difícil retrotraernos 30-40 años para entender ahora las consecuencias que
trajo a la sociedad un “inocente” respaldo al líder cubano. Algunos firmantes
me han indicado que lo hicieron por razones netamente emotivas. Otros por
rechazo a los gobiernos de entonces, y muchos otros, porque sus amigos
simplemente les “invitaron” a firmar.
La
inocencia en política, ciertamente, se paga muy caro. Hoy, a más de 30 años de
aquella experiencia la inmensa mayoría se han alejado de esas juveniles y
fanfarronas posturas. Reconocen el atrevimiento y han asumido su cuota parte de
responsabilidad.
Hoy
hemos aprendido que la Cuba castrista sabe muy bien cómo infiltrar sus agentes
en otras sociedades y usar a sus intelectuales y académicos para
“implosionarlas” y sacarles provecho. Eso ocurrió y sigue sucediendo en
Venezuela.
Es
tan común esta práctica que se ha impuesto como política en el posterior
posicionamiento y dominio, tanto del Estado cubano-castrista como de las
fuerzas terroristas y del crimen organizado.
Ejemplo
de ello es la práctica que usa la guerrilla del ELN y el Hezbolá en las
poblaciones al sur del estado Bolívar. Progresivamente fueron identificando los
liderazgos locales. Los infiltraron, luego entablaron lazos de afinidad. Tiempo
después negociaron sobre el poder de las armas y número de militantes. Los
opositores, líderes sindicales fueron apartados y terminaron, muchos de ellos,
colgados en árboles y postes. Ahora ellos dominan las poblaciones, tanto, que
hasta están tomando decisiones en disputas vecinales y domésticas. Si hay, por
ejemplo, una joven que sale embarazada y el hombre no quiere reconocer al niño
la familia se acerca a “la base” y denuncia el caso. Si un joven no quiere ir
más al liceo, sus padres acuden a la base para pedir ayuda. Es cosa común la
existencia de estos poderes paralelos en caseríos, aldeas y pueblos como en Tumeremo
y El Dorado.
Afirmar
que los firmantes de este u otros manifiestos de apoyo a Fidel o a la misma
gestión de Maduro, sean responsables de las atrocidades que se viven a diario
en la Venezuela chavizta-socialista, sería injusto. Pero ciertamente un
intelectual, como ciudadano aventajado en su formación y vínculos, tiene una
alta responsabilidad como agente de cambios culturales y sociales por su poder
de influencia.
La
buena fe e inocencia de muchos intelectuales y artistas al firmar documentos en
apoyo a determinado líder, se puede traducir en respaldo para intervenciones,
violaciones de derechos humanos y justificar el ajusticiamiento de inocentes.
Juan
Guerrero
@camilodeasis
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