Por Hugo Prieto
Toda posibilidad de
salir del caos y de la crisis que inmisericorde se abate sobre los venezolanos
está marcada por la sospecha. ¿Van a negociar o no? República Dominicana,
Barbados, Oslo, y quien podría develar el lugar donde se llegó al acuerdo para
enfrentar la amenaza que plantea el coronavirus. Un pequeño paso, apenas un
parpadeo en la dirección correcta. Pero quizás, valga decir —parafraseando a
Juan Carlos Onetti—: dejemos hablar al tiempo.
Mientras la dualidad de
poder acrecienta la inestabilidad, el tablero en el que se juega la suerte de
Venezuela tiene como participes a pesos pesados —Estados Unidos, China, Rusia—
y la asesoría cubana. ¿Cómo puede jugar con probabilidades de éxito la
dirigencia opositora? ¿Hay cabida para las tácticas cortoplacistas? ¿Puede la
sociedad civil superar los mecanismos de dominación a los que el régimen la
somete una y otra vez? Hace tres años, Luis Gómez Calcaño*, respondió a estas
preguntas con una sola palabra: Resistir. Actualmente, acentúa esa actitud y
pone en evidencia <<El poder de los sin poder>>, la pauta de Václav
Havel, en forma de ensayo que, contra propios y extraños, anticipó la caída del
régimen comunista detrás de la cortina de hierro.
Sin duda, Maduro no
reúne las condiciones de liderazgo que tenía Chávez. Quizás por esa razón es
incapaz de lidiar con una institucionalidad adversa, como en su hora, lo hizo
su antecesor. ¿Necesita Maduro una institucionalidad a su medida para ejercer
el poder?
En realidad, el
objetivo del régimen —desde el mismo comienzo— fue tener una institucionalidad
a su medida. ¿Cuál es la primera decisión que toma Chávez? Convocar a un
referéndum, que no estaba previsto en la Constitución del 61, para ir a una
Asamblea Constituyente. Chávez no estaba dispuesto a negociar, a conversar, con
una mayoría parlamentaria que le era adversa. Entonces, dio un golpe de Estado
desde arriba, ayudado por el miedo que tenían las élites a la movilización de
masas que, gracias a su popularidad, podía hacer Hugo Chávez. Estamos hablando
de la serie de irregularidades, de cambios en las reglas de juego, del
ventajismo que le permitió, en 1999, tener una mayoría aplastante en la
Constituyente. La idea misma del Congresillo, un cuerpo legislativo que nadie
eligió, pero que nombró, nada más y nada menos, que a los integrantes del TSJ,
al Contralor, al Fiscal. Es decir, a las autoridades de los poderes públicos
diferentes al Ejecutivo
¿Fallo de la memoria o
ingenuidad política? Quizás queremos aferrarnos a la idea que tenemos de
democracia, pero resulta que tal cosa no existe. ¿Por qué insistir si es algo
que ni siquiera estamos viendo?
Sencillamente porque la
imposición del modelo totalitario no les ha resultado fácil. La actitud de la
sociedad civil, de sus instituciones y, particularmente de los partidos políticos,
ha sido la de resistir durante muchos años. El trayecto hacia el totalitarismo
ha sido mucho más lento de lo que fue en Cuba o en los países de Europa
Oriental, entre otras cosas, porque ya existía una estructura y unas
instituciones democráticas que habían funcionado por casi medio siglo. Esa es
una de las razones por la cual en Venezuela hubo gobernadores de oposición que
lograban crear espacios de resistencia, diputados de oposición en los cuerpos
legislativos de los estados que hicieron algunas cosas, una de ellas denunciar.
Eso tuvo su correlato en 2007, cuando a pesar de todas las maniobras y el
ventajismo del CNE, se logró derrotar el referéndum revocatorio. Pero 2015 es
el momento culminante, porque aquel sector de la oposición que estaba luchando
por la vía pacífica, constitucional y democrática, tuvo su mayor éxito. Fue el
momento en que se dijo: Sí, vale la pena, a pesar del CNE y del control
institucional.
Ha habido un proceso de
desgaste que ha causado una enorme sensación de derrota. ¿El liderazgo opositor
fracasó? ¿No hay alternativa? ¿No hay de dónde agarrarse?
Esta coyuntura hay que
mirarla en dos contextos: Uno histórico y otro internacional. En el primero la
tenemos que ver como una lucha muy larga, en la que ha habido retrocesos, pero
todavía no se ha perdido la última batalla, porque el proyecto totalitario
todavía no ha podido destruir totalmente el tejido social. En Venezuela, aún
existe un sector privado, existen profesionales independientes y muchísimos
emprendedores. Es decir, en 21 años no han podido acabar con lo que ellos laman
el capitalismo. No sólo porque ha habido resistencia, sino porque simplemente
no son capaces de alimentar a la sociedad sin la contribución del sector
privado. Y por otro lado, el modelo de poder centralizado, articulado a las
comunas, y a todos esos inventos de organización desde arriba, no ha sido capaz
de resolver los problemas más urgentes de la población. No es el caso de Cuba,
donde al cabo de tres años de revolución no había sindicatos libres, ni
universidades autónomas, ni empresas privada.
¿Cuál sería el contexto
internacional?
Lo que haga bien o mal
nuestro liderazgo opositor tiene que tomar en cuenta que Venezuela es un peón
en un tablero geopolítico donde participan Estados Unidos, Rusia, China, Cuba
y, en menor medida, Irán. China tiene interés en Venezuela por razones
económicas, Rusia más por razones geopolíticas. Se puede decir que la política
exterior de Venezuela está totalmente alineada y dirigida por Cuba y responde a
los intereses cubanos. Como lo dijo Raúl: Cada vez más somos la misma
cosa. Entonces, la oposición venezolana está luchando en un tablero que no
controla totalmente.
¿Qué posibilidades
tiene el liderazgo opositor de jugar con asertividad en ese tablero?
Eso me remite a una
coyuntura que se vivió en Polonia después de la Segunda Guerra Mundial. Allí se
formó un gobierno de coalición y un líder opositor a los comunistas (Stanislaw
Mikolajczyk) acepta formar parte de ese gobierno, posteriormente —luego de
reconstruir con éxito su partido— se presenta a elecciones. A los comunistas no
les quedó más remedio que hacer un tremendo fraude. ¿Qué nos dice esto para el
caso venezolano? Que si bien el régimen no se atrevió a hacer un fraude
electoral en 2015, lo hizo a través del TSJ. Y lo que ha habido, ciertamente,
es un desgaste. En 2019 se reactiva la esperanza con la idea de un gobierno
interino, con grandes movilizaciones que habían decaído luego del 20 de octubre
de 2017. ¿Qué pasó? Lo que nos pasa comúnmente a los venezolanos que una
solución provisoria se vuelve permanente en el largo plazo. La presidencia de
Guaidó estaba pensada como algo que iba a durar pocos meses.
Regresamos, si se
quiere, a una guerra de trincheras, en la que ninguno de los bandos avanza.
Pero no podría decirse que estamos en un punto muerto.
La idea era que al
tener nuevas capacidades había unos supuestos militares institucionalistas que
iban a tener la base jurídica, política y geopolítica, para insurgir contra el
régimen. Se pensó que eso iba a pasar de inmediato, apenas Guaidó se
juramentara, el 3 de enero. No ocurrió. Después se pensó que iba a pasar en
febrero, con la entrada de la ayuda humanitaria; incluso, se invitó a varios
presidentes de América Latina, porque <<era cuestión de horas>>
para que el régimen cayera; una vez más, los supuestos militares
institucionalistas tampoco aparecieron. Y luego la debacle del 30 de abril. El
liderazgo de Guaidó fue diseñado para que fuese provisional, porque detrás
había una coalición de partidos políticos y yo diría que el liderazgo histórico
de Voluntad Popular, que es Leopoldo López. Detrás de esos tres fracasos hay
una supuesta dualidad de poder, que recuerda aquellos gobiernos en el exilio
—Polonia y la República Española—. Si bien el gobierno de Guaidó no está en el
exilio, una buena parte de sus integrantes está fuera de Venezuela.
Habla en pasado. ¿El
liderazgo de Guaidó, digámoslo de una vez, está liquidado?
No quiero contribuir a
hacer leña del árbol caído. Hay que reconocerle a Guiadó que ha sido valiente,
que ha sufrido las consecuencias de la persecución, al igual que su familia,
que a muchos de sus colaboradores los han hecho presos. Diría que su error más
grave —pero también el de sus asesores— fue el de empezar a actuar al margen de
sus aliados. Ahí está el incidente con el mercenario Jordan Goudreau, que viene
de la contratación de J.J. Rendón y Sergio Vergara. Guaidó se desmarcó de
inmediato, pero el sólo hecho de haber contratado a J.J. Rendón, que es un
personaje muy cuestionado, muy cuestionable, además, un experto en campañas
electorales, a quien ponen al frente del Comité de Estrategia, me lleva a la
pregunta, ¿La contratación de J.J. Rendón fue consultada con los partidos del
G—4? Pareciera que no y lo digo por el comunicado de Primero Justicia. Por más
que se haya deslindado, ese incidente significaba una desviación clara y
abierta de toda la estrategia que había compartido con los aliados
internacionales, con el Grupo de Lima, con la Unión Europea y hasta con los
Estados Unidos.
No será fácil
recomponer esas alianzas, porque el incidente de Macuto pone de manifiesto que
se incumplió con unos compromisos. ¿No queda el liderazgo de Guaidó herido de
muerte?
El problema es que
quizás, por el momento, no tengamos muchas opciones, ¿No? Todos los líderes
políticos cometen errores y este fue un error muy grave. Pero la respuesta que
se ha dado, yo diría que le ha faltado consistencia. Menos mal que J.J. Rendón,
por lo menos, dio la cara. Y no siguió negando lo que de todos modos se iba a
saber. Sí, yo firmé ese contrato con un mercenario de cuarta categoría,
bueno, nos equivocamos, le pagamos 50.000 dólares, pero luego nos separamos de
él. Menos mal, porque las explicaciones que ha dado Guaidó no son
suficientemente claras, son ambiguas, son evasivas. Recientemente vi una
entrevista televisiva que le hizo Laura Chinchilla, la ex presidenta de Costa
Rica y me preocupó, porque el estilo de Guaidó no es el de un estadista. Un
estadista asume de frente sus errores. Era desesperante, porque la ex presidenta
trata de precisarlo y él invoca lo que ya sabemos todos: Lo perverso que es el
régimen. Y eso, lamentablemente, se debe a que Guaidó es más un vocero que un
estadista.
Entonces, ¿Leopoldo
López es un estadista?
Sí. ¿En qué sentido lo
digo? Porque tiene un proyecto y una idea de país, con la que uno puede o no
estar de acuerdo. Además, tiene la capacidad política, tiene la inteligencia y
es capaz de atraer masas. Si no lo hubieran perseguido como lo han hecho,
probablemente tendría una gran posibilidad de ganar elecciones y llegar al
poder. Pero así mismo, diría que Leopoldo López tiene una tendencia al
aventurerismo y a dejarse manipular. La Salida de 2014, las protestas de 2017,
en la que sectores del gobierno se acercaron para decirle: Si ustedes agitan
la calle, vamos a tener la excusa para salir del chavismo. Y en ese cuento, en
esa manipulación, posiblemente dirigida por los laboratorios cubanos, ha caído
Leopoldo López con una tremenda ingenuidad. ¿Alguien puede creer que Vladimir
Padrino o Maikel Moreno van a aliarse con la oposición? A mí me pareció un
exceso de ingenuidad.
Luis Gómez Calcaño
retratado por Roberto Mata
En 24 horas, el TSJ le
da la razón a los señores de la mesita y declara la omisión legislativa. Ya
hemos visto esta película hasta el cansancio. Una vez más serán los
magistrados, contraviniendo potestades de la AN, quienes elijan a los rectores
del CNE.
A mí esto me recuerda
el libro que escribió Javier Corrales junto con Michael Penfold. <<Chávez
El dragón en el trópico>>. En Venezuela se practica lo que Corrales llama
<<el legalismo autocrático>>, que consiste en el uso, el abuso y el
desuso de la ley. Si lees las sentencias del TSJ de la época de Iván Rincón,
son todas ellas muy mal intencionadas, pero bien fundamentadas. En cambio, las
sentencias más recientes son hechas para salir del paso. La de Parra, por
ejemplo, es algo vergonzoso.
Seguramente veremos
nuevas caras en el CNE, a fin de cuentas, eso forma parte de los acuerdos entre
el chavismo y los señores de la mesita. Pero eso no garantiza que vayamos a una
elección mínimamente transparente.
La mesita es cómplice
de esta maniobra, porque fue Felipe Mujica, además de otros de sus integrantes,
quienes le pidieron al TSJ que declarara la omisión legislativa. Eso supone, obviamente,
que hay una negociación previa a partir de la cual el TSJ pudiera nombrar uno y
hasta dos rectores de la oposición, precisamente para legitimarlo y decir que
se incluye a gente <<que se opone>> al chavismo. Queda claro que la
llamada mesita se ha convertido en un instrumento para lavarle la cara al
régimen. Que se dice de oposición, pero a la vez participan en la maniobra para
despojar a la Asamblea Nacional de sus atribuciones. ¿Hay alguna razón para
pensar que ellos tengan algo de opositores?
Se trata de una
reedición del método que se aplicó el 3 de enero. O que al menos guarda un gran
parecido. ¿Usted qué piensa?
Claro, quien le pide al
TSJ que aclare cuál es la verdadera directiva de la Asamblea Nacional es
Enrique Ochoa Antich, que es parte de ese grupo. Están funcionando esos
acuerdos, que comúnmente se hacen a cambio de algo y ese algo pudiera ser
legitimar al CNE y que ellos ayuden a legitimar esa elección a la Asamblea
Nacional. Lo que está claro es que el régimen está decidido a recuperar la AN a
como dé lugar, al costo que sea. 2015 fue un descuido de ellos, cometieron un
error que les salió muy caro. Todo esto se está haciendo con el apoyo de Rusia,
que necesita que la AN legitime todos los negocios sucios que están haciendo en
Venezuela.
Ir a votar plantea un
dilema moral. Por un lado renuncias a un mecanismo elemental de la democracia y
por otro legitimas a un gobierno al que sólo se puede llamar sino dictadura.
¿Es posible rescatar la constitucionalidad?
Va a haber muchas
presiones para que la oposición participe. ¿De quienes? De algunos aliados
tibios como la Unión Europea y de aliados del régimen como Argentina y México,
que dicen favorecer las soluciones pacíficas. Hay que recordar que en la
elección de 2018, la verdadera oposición no quiso participar y fue muy
criticada por eso. Se hizo mención, en tono de advertencia, al boicot de 2005.
Pero el problema son las condiciones. Los dados están totalmente cargados.
Tenemos como antecedente, todo el ventajismo de 2017, cuando mediante argucias
del CNE se eliminó el secreto del voto.
¿Votar o no votar? ¿Qué
cree usted?
Ese dilema me remite a
lo que ocurrió tanto en 1952 como en 1957. La dictadura, en 1952, todavía tenía
atisbos de apertura. Convoca a elecciones. La oposición gana. Pero el gobierno
hace fraude. ¿Valió la pena participar? En tanto el objetivo era demostrar que
la oposición era mayoría, la respuesta es sí. ¿Qué ocurrió en 1957? La
dictadura convirtió la posible elección en un plebiscito, además impuso
condiciones realmente inaceptables, tanto que hubo un consenso entre los
partidos opositores de no presentarse a esa elección. Lo que quiero decir es
que en este momento, si la oposición participa, como forma de protesta y
movilización, sabiendo que los van a perseguir, que le van a hacer fraude, debe
considerarlo sin tabúes. Pero si cree que va a legitimar, de principio a fin,
un fraude, creo que no debería ceder ante las presiones de quienes dicen que
hay que participar a toda costa.
Todo esto ocurre en
medio del confinamiento y de la incertidumbre que ha generado la escasez de
combustible. ¿No deberíamos trabajar con objetivos más modestos?
Lo que está pasando con
la gasolina, por ejemplo, nos pone ante un dilema. La clase media que hasta
ahora se ha resistido a sacar el carnet de la patria… ¿Ajá, te vas a seguir
resistiendo o vas a pagar la gasolina en dólares? Es un paso más hacia el
control total de la vida de todas las personas.
Podríamos decir, sin
menoscabo a la verdad, que le hiperinflación se tragó a la clase media. Se trata
de un sector de la población totalmente depauperado.
Aquí hay que decir
algo, después que fracasa el intento de democratización en Checoslovaquia —la
primavera de Praga, en 1968—, el gran esfuerzo del régimen comunista se
orientó, con gran esfuerzo, a normalizar a la sociedad. Humillar, reprimir,
someter a la gente aún más. A finales de los años 70 —cuando Václav Havel
público su libro <<El poder de los sin poder>>, nadie se imaginaba,
ni siquiera el propio Havel, que el régimen comunista se iba a derrumbar una
década después. Lo que sí es importante es la actitud que se tenga. Que frente
a la base del régimen, que es mentir para todo, y decir lo contrario a lo que
es realidad, tratar de tener la visión de la verdad y no repetir las mentiras
que vienen desde el régimen.
***
*Sociólogo, con
maestría en Planificación (UCV)
07-06-20
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