Luis Ugalde 30 de abril de 2015
La clase obrera va al paraíso (1971) es
una gran película italiana del comunista (antisoviético) Elio Pietri. Hoy nos
preguntamos cuál es el paraíso de la clase obrera. Se suponía que al otro lado
del Muro de Berlín y en China ya vivían en ese paraíso sin explotadores, pero
los paradisíacos sorprendieron al mundo derribando el “muro” para respirar
libre. Luego nos quedaba Cuba hacia cuyo “mar de la felicidad” nos conducía el
Gran Timonel.
Hace unos meses hicieron una encuesta
secreta en la isla y 75% se atrevió a manifestar que se iría del paraíso si
pudiera. Las respuestas revelan una gran desilusión de los cubanos con su
“paraíso obrero” y que la gran mayoría sueña con esperanzas fuera de los
estrechos muros del régimen actual: libertad personal de iniciativa, de opinión
y de empresa, vivienda propia bien equipada, acceso a bienes y servicios de
calidad, libre movilidad y libre comunicación por Internet, celular… Luego de
56 años de control del Partido Comunista ateo, 70% tiene una opinión favorable
a la Iglesia católica y 49% se confiesa creyente. Total que para la mayoría de
los cubanos felicidad es llegar a ser “clase media”.
En Venezuela la “clase media” es la que
más está sufriendo, pero los pobres suspiran por ella. Esto es incomprensible
para un marxista, para quien las clases son dos, la proletaria explotada y la
burguesa explotadora, enfrentadas a muerte sin término medio. Para ellos “clase
media” es apenas un “entre tanto”, un “por ahora”, una pasarela por donde
algunos vergonzantes proletarios en ascenso, renegando de su clase, se quieren
pasar al enemigo. Por eso un par de ministros de la revolución han advertido
sobre esta condición traidora (aunque tal vez sin maldad) de la clase media y
el cuidado necesario para que los pobres al mejorar no se “aburguesen”, ni
traicionen a su clase, cosa que ocurre fácilmente con un buen trabajo,
vivienda, carro, TV, celular e Internet y con paseos a centros comerciales
capitalistas o a los paraísos engañosos del imperio… Y reclaman la libertad de
viajar y de opinar. Sin querer queriendo, el bienestar y sus ojos de futuro los
convierten en “clase media”, los emancipan del gobierno y del partido y pierden
todo el deseo de construir el socialismo estatista, controlador y de pobreza
perpetua administrada.
Quienes están en el poder al frente de
esta miseria creciente no entienden que desde el año 1850 de Marx a 2015 el
mundo ha cambiado. Ya no es cierto que el proletario “nada tiene que perder
sino sus cadenas”. Hoy la mayoría de los trabajadores europeos tiene más de 12
años de formación y mucho que perder. Lo peor para un trabajador español,
francés o italiano es no tener un empresario con quien poder trabajar.
Por otro lado tampoco tenemos futuro si
la empresa es concebida como el negocio del capitalista, cuyas ganancias
dependen del incremento en la extracción de la plusvalía del trabajo ajeno. Hoy
al empresario no le va bien, a los trabajadores tampoco y no podrán participar
en los beneficios del éxito si la empresa no juega en equipo en el campeonato
productivo de un mundo globalizado. En equipo se triunfa o se pierde. Al
empresario inteligente y con visión no le conviene un trabajador reducido a
“fuerza de trabajo”, sino valorado como “talento de trabajo”, preparado a la
altura de los mejores del mundo; pero a 14 millones de trabajadores venezolanos
les falta en promedio la mitad de los años de buena escolaridad que necesitan.
No hay esperanza con este gobierno ciego y empecinado, pero luego la buena
gerencia no brotará espontánea y las virtudes del empresario del siglo XXI son
escasas y hay que multiplicarlas.
El afán de superación es una buena
cualidad y la revolución de las aspiraciones un hecho que transforma todo, pero
se frustra si queda solo en consumismo, sin el complemento de valores humanos
de fondo como la solidaridad y prácticas efectivas que llevan a producir juntos
y compartir el bienestar común. Necesitamos apostar en serio y nivelar hacia
arriba las potencialidades de la población empobrecida que hoy carece de lo
fundamental.
La gente no aspira a ser millonaria,
sino a tener oportunidades y acceso a los bienes y servicios, al respeto y vida
digna con empresas exitosas en la que sean valorados por su talento y
productividad. Esta “clase media” es el paraíso soñado por los pobres, que es
mucho más que salir de este lamentable y desorientado gobierno.
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