Por Eddie Ramírez, 05/05/2015
En el imaginario popular, los hombres del petróleo que trabajaron en
esta actividad desde el inicio de la misma hasta el año 2002 eran unos tipos
prepotentes, que tenían sueldos muy altos, disfrutaban de grandes prebendas,
con mentalidad extranjera y encerrados en una cúpula, indiferentes al acontecer
nacional. Después que se estatizó la industria petrolera en 1976, persistió
esta visión, con el agregado de que no permitían que se escudriñaran las
cuentas de Pdvsa, no acataban las directrices del Ministerio al cual estaban
adscritos, sin sensibilidad social e incluso que invirtieron en refinerías en
el exterior para evadir cumplir con el fisco. Es decir, que unos tipos que se
consideraban sobrados establecieron una caja negra y un estado dentro del
estado.
Sin duda que, como en todo grupo humano, había algunos prepotentes, que
trataban un tanto despectivamente a contratistas y que con tres palos entre
pecho y espalda hacían alarde de ser los mejores, pero eran un porcentaje
insignificante. Puedo decirlo con propiedad, porque durante muchos años trabajé
en la Fundación Servicio Para el Agricultor (Fusagri), organización que tuvo
muchos convenios con las petroleras. Es decir que no soy petrolero de formación
y solo a partir de 1988 entré en la nómina de Palmaven, filial responsable de
contribuir a una relación más armónica entre la actividad petrolera y el medio
rural donde se realizan las operaciones.
Los sueldos de los petroleros, fuesen obreros, secretarias,
profesionales o directores, eran el 75 percentil de los sueldos de las mejores
empresas venezolanas. La presencia en el interior de campos petroleros con
buenas viviendas y facilidades recreacionales fue algo imprescindible,
establecido por las compañías extranjeras, para atraer personal calificado a
zonas con poca infraestructura. A medida que el país se fue desarrollando,
gradualmente se fueron clausurando. La queja de algunos de que cuando eran
niños solo podían ver desde la cerca los campos deportivos, no es culpa de los
petroleros, sino de los gobiernos locales que no construían esas facilidades.
El monto de la jubilación no estaba indexado como en el caso de otros
organismos públicos y muchos tuvieron que conseguir otro trabajo cuando la
inflación se hizo presente.
Los señalamientos de que tenían mentalidad extranjera es una
apreciación gratuita, quizá influida porque como grupo era notoria su
dedicación al trabajo, puntualidad y orientación al logro. En el 2002
demostraron que no eran insensibles a la problemática del país. En abril
dijeron sí a la meritocracia y no a la politización de Pdvsa; en diciembre se
sumaron al paro cívico en defensa de la democracia, que les costó a miles de
ellos el despido y la prohibición de trabajar en Venezuela.
Por otra parte, los planes, presupuestos y resultados tenían que ser
aprobados por el accionista, es decir el Estado, representado por el entonces
Ministerio de Minas e Hidrocarburos. Existía una gerencia de auditoría interna
y una oficina delegada de la Contraloría General de la República. Las
inversiones que se realizaron en el exterior no fueron para evadir impuestos en
Venezuela y el objetivo no fue comprar refinerías, sino comprar mercados. La
política de apertura, por medio de la cual empresas privadas participaron en el
negocio fue una necesidad para poder aumentar la producción, ya que las
crecientes demandas del fisco impedían a la empresa contar con suficientes
recursos para realizar las inversiones requeridas.
La semana pasada falleció un petrolero ejemplar. Uno que contribuyó a
que Pdvsa llegase a ser una gran empresa al servicio de los intereses de la
nación y no de una parcialidad política. Un profesional que se destacó en el
exterior como presidente de la Gulf en Ecuador y que en lugar de seguir
ascendiendo en esa empresa en diferentes países, prefirió regresar a Venezuela.
Fue presidente de Corpoven y por mérito alcanzó la presidencia de Pdvsa. Fue un
hombre sencillo, accesible a todos. Una vez jubilado, nos acompañó como asesor
ad honórem a las reuniones de directiva de Palmaven, ya que estaba convencido
de que las petroleras tenían que llevar a cabo programas de responsabilidad
social para disminuir la brecha con el resto de las actividades en el medio
rural.
El jueves pasado, ex trabajadores petroleros de diferentes nóminas y
personalidades de la vida nacional despedimos por última vez al geólogo Juan
Chacín Guzmán, petrolero y gran venezolano.
Como en botica: En su Informe 2014 la Pdvsa roja reporta 172.824 trabajadores
en Venezuela(incluidos 30.320 en actividades no petroleras) y una producción de
2.785.000 barriles por día de crudo. Es decir que cada trabajador solo produjo
16,1 barriles por día. En el 2001, la Pdvsa meritocrática producía 47,1. A
pesar de los fracasos en todas las empresas del Estado, el energúmeno y algunos
rojos piensan que podrían manejar la Polar. Nuestra solidaridad con Lorenzo
Mendoza ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!
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