Fernando Mires 09 de agosto de 2015
Quienes hacen seguimiento a la política
internacional del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, notan que hay un punto
en el cual no se diferencia de sus predecesores. Ese punto dice: el principal
enemigo de Turquía es el separatismo kurdo.
Los kurdos –un 25% de la población-
pueden según Erdogan existir, pero no como pueblo pues todo pueblo tiene un
territorio. A lo más que pueden aspirar es llegar a ser una etnia folklórica.
Ese ha sido el objetivo perseguido por Erdogan en las mal llamadas
conversaciones sobre la paz, mantenidas con el Partido de los Trabajadores de
Kurdistan (PKK).
Los aguerridos kurdos, a su vez, han
logrado constituirse en el principal obstáculo que encuentran los ejércitos del
Estado Islámico (ISIS) en Irak y Siria. Esa es la razón por la cual EE UU y la
EU los han apoyado, hecho que naturalmente ha sido desaprobado por el gobierno
turco el que, por razones estratégicas, lo menos que desea es tener en el norte
de su país a ejércitos kurdos.
Por otra parte, los conflictos que
mantiene el gobierno Erdogan con el ISIS son mínimos y su renuencia a embarcarse
en una guerra dirigida por los EE UU e Irán ha sido notoria. Por primera vez en
mucho tiempo Turquía ha dejado de ser un aliado estratégico seguro dentro de la
OTAN.
Erdogan representa a los sectores más
conservadores del Islam turco y, aunque no es posible nominarlo como
fundamentalista, hay razones para suponer que sus desavenencias religiosas con
ISIS no son demasiado profundas.
Más allá de cuestiones doctrinarias lo
que separa a Erdogan de ISIS parece ser la ocupación de Irak pues en tanto ISIS
continúe ahí, Irán deberá combatirlo y por lo mismo ocupar zonas iraquíes,
hecho que por supuesto no conviene en nada a la geopolítica turca. La única
manera de evitarlo es que Turquía y no Irán, Turquía y no los kurdos, se haga
cargo de la contención militar del ISIS.
En otros términos, Erdogan exige a los
EE UU retirar su apoyo a los kurdos a cambio de un mayor compromiso turco en la
guerra en contra del ISIS. Para que el mensaje sea claro ha desatado una guerra
paralela en contra de los kurdos e ISIS. De ese modo EE UU y la EU han sido
neutralizados.
EE UU por su parte no oculta sus
esperanzas relativas a que después del acuerdo nuclear sea Irán y no Turquía el
país que asuma un lugar decisivo en la guerra en contra de ISIS. Por lo menos
en Irak. Pero si así sucede, importantes cambios aparecerán en el orden
estratégico del mundo islámico. De hecho ya están teniendo lugar.
Erdogan, a diferencia de
administraciones anteriores, ha dejado de lado la esperanza de ingresar a
Turquía en la EU. En cierto modo Turquía ha redescubierto el Oriente Medio.
Sobre todo le atraen los “vacíos” dejados por una Siria destruida por los
islamistas y un Irak arruinado por Bush tras su nefasta intervención imperial.
Entre una Turquía convertida en apéndice
europeo y una Turquía militar y económicamente hegemónica en el espacio
islámico, Erdogan parece haber elegido la segunda alternativa. El problema es
que si esa vía es transitada, Turquía se convertirá en el principal competidor
económico y militar de Irán en la región. Ahí ya se anuncia un conflicto que
difícilmente podrá ser resuelto solo por vías diplomáticas.
Tres puntos tienen en común Turquía e
Irán. Primero, ambas son naciones con grandes expectativas de desarrollo.
Segundo, ambas atraviesan por un periodo de occidentalización tecnológica.
Tercero, ninguna de las dos son naciones árabes, hecho este último que limita
los proyectos de ocupar un rol hegemónico desde un punto de vista político (y
religioso). Y bien, en este último punto es donde aparece el tercer actor:
Arabia Saudita, el mejor socio comercial de los EE UU y a la vez la nación en
donde anida el fundamentalismo más sectario y fanático de la región.
Fue quizás el peligro saudí la razón por
la cual EE UU, alterando la propia doctrina de no intervención proclamada por Obama,
apoyó el golpe militar laico (2013) en contra de los salafistas egipcios
quienes a través del gobierno de Morsi –con pleno apoyo de Arabia Saudita-
estaban en vías de alcanzar el poder. En cierto modo - ahora lo sabemos- el
golpe militar egipcio conducido por el cruel general Abdelfatah Al-Sisi
–legalizado omo presidente en las elecciones de Junio del 2014- fue realizado
en contra de una posible vinculación del islamismo saudí con el salafismo
egipcio y con los ejércitos del ISIS.
Vista esta constelación, Turquía hará
todo lo posible por mantener asegurados sus límites, pero –y ahí reside el
peligro- avanzando más allá de sus
límites. En estos mismos momentos, asentamientos poblacionales kurdos de Siria
e Irak están siendo bombardeados por aviones turcos. EE UU mira hacia el lado y
la EU, como siempre, no sabe que hacer frente a esos cientos de familias kurdas
que avanzan hacia Europa dejando detrás de sí a sus pobres tierras arrasadas.
¿E Israel? Por primera vez tienen lugar
en el Oriente Medio conflictos políticos y militares en los cuales Israel no
juega ningún papel predominante. Quizás eso es lo que más preocupa a Netanjahu.
De otra manera no se explica su obsesion por hacer política exterior en el
interior de los EE UU. Hay políticos que no conciben la política si no están
situados en el centro.
¿Quiénes son los malos y los buenos en
esta historia?
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