Por LUIS PEDRO ESPAÑA
Todo el discurso
reivindicativo de los años ochenta. Todos los cine foros sobre la “deuda
eterna”, los encendidos debates de los parlamentarios contra la corrupción, la
denuncia del costo social por las recesiones económicas de los programas de
ajustes, junto a los reclamos por participación y debate sobre las políticas
públicas, no sólo podrían reeditarse en el presente, sino que se quedarían
cortos frente al descalabro socioeconómico que han generado precisamente esos
dirigentes de la izquierda ochentosa, hoy apoltronada en el poder.
Con la mayor insinceridad y
con gastados artificios, los entonces paladines de la verdad se deshacen en
mentiras para llegar al 6 de diciembre. Tratan de pagar las deudas con la
liquidación de activos financieros, empeñando el oro de las reservas, planeando
de venta de los activos en el exterior de Pdvsa, todo ello como parte de las
acciones desesperadas de quienes están dispuestos a todo, antes que reconocer
que se quedaron limpios y copiosamente endeudados. Le confiamos las finanzas
del país a quienes se creyeron el cuento del techo de producción de petróleo,
del precio del barril próximo al infinito, del país que podía poner al mundo
entero de rodillas gracias al petróleo y, la verdad ha sido, que en el suelo
nos tienen con una deuda que luce impagable.
Pero la prioridad del gobierno
no se pasea por esa realidad. Aún cuando estamos al borde del default, están
dispuestos a vender, empeñar, trampear y, claro esta, engañar a todos los
venezolanos con tal de llegar a diciembre. No importa en que condiciones, con
cuanta crisis a cuesta o que tan impedidos estemos para afrontar el futuro. Lo
que cuenta es parapetar las elecciones y sus resultados, salir más o menos,
para declarar algún tipo de nueva victoria heroica que les permita seguir
acrecentando la tragedia nacional.
Una cuenta simple podría
resumir nuestras desgracias. El próximo año, suponiendo que de este se salga
solvente, deberán cancelarse cerca de 16 millardos de dólares en servicio de
deuda. Con un barril al precio actual, deberíamos destinar poco menos de la
mitad al servicio de los compromisos internacionales. Conclusión, esa deuda,
contraída en los mejores años de precios petroleros, no podrá pagarse y el país
entrará en una crisis mucho peor a la actual. Paradoja, como nunca antes el
falso amigo del pueblo supero a su antiguo enemigo.
Pero las desgracias no
vienen solas, las noticias petroleras, únicas sobre las cuales descansan las
locuras de este socialismo petrolero, no pueden ser peores. En el mercado
internacional se ha desatado una guerra de precios. No sólo Arabia Saudita y
sus socios del Golfo están tratando de capturar mercados y adelantarse a la
posibilidad de que Estados Unidos comience a exportar petróleo tras la
eliminación de la prohibición de exportación que se decretó en el contexto de
la crisis energética de los años setenta, sino que además, los acuerdos con
Irán y su plan de desarrollo nuclear incrementará las exportaciones de petróleo
de ese país, lo que inundará al mercado con nuevo y más barato petróleo… y
China de bajada.
Estamos en los umbrales de
la profundización de la peor crisis económica y social de Venezuela, y el barco
lo conduce la más incompetente tripulación que existía en el muelle. Vamos
rumbo a una gran debacle que solo un resultado de cambio en las próximas
elecciones, contundente y aleccionador, podrá detener. Para lograrlo hace falta
ganar y desde la Asamblea formular un nuevo plan de desarrollo, que de al
traste con el socialismo petrolero y a la polarización, creando una nueva forma
de hacer política, un nuevo acuerdo de unidad nacional, que nos permita superar
las irresponsabilidades del pasado, representadas en este presente, que no
tiene ni una sola respuesta para el futuro.
20-08-15
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