Por Mabel Sarmiento
Garmendia
“A los 14 años planifiqué mi
embarazo, tenía ya tres años viviendo con mi pareja. Yo quería ser mamá, tener
responsabilidades en la vida y un hogar. Hoy no me arrepiento porque mi hijo es
lo mejor que me ha pasado”, dijo.
Este parece el testimonio de
una mujer adulta, pero eso fue lo que respondió Martha, de 16 años, (se omite
la identidad completa por protección), cuando se le preguntó qué hace una niña
con un bebé.
Su historia como madre
-aunque ella no lo quiera ver así- forma parte de las estadísticas que señalan
el embarazo adolescente como un problema de salud pública.
Y es que Venezuela ocupa el
primer lugar en Suramérica de embarazos no planificados. Aproximadamente 101 de
cada 1.000 chicas, entre 15 y 19 años, quedan preñadas. Solo Nicaragua y
Honduras superan al país según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el
Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa).
El caso de Martha no está
entre los 15 y los 19, pero es igual una realidad alarmante en el país. Jorge
Díaz Polanco, coordinador del Observatorio Venezolano de la Salud en
CENDES-UCV, sostuvo que las menores de 14 años son las más vulnerables y las
que tienen un mayor riesgo de sufrir complicaciones o morir por la preñez y el
parto.
Primero, explicó, sus
cuerpos no tienen la madurez y desarrollo suficiente, no se alimentan bien, no
consumen hierro, tienen pocos estudios y, por tanto, sufren más.
“Este no es solamente un
problema de salud pública sino de desarrollo, debido a que sus raíces están en
la pobreza, en la violencia y en familias donde el embarazo a temprana edad es
un mal generacional”, señaló Díaz Polanco.
Y el caso de Martha traduce
parte de esa situación descrita por el investigador: una muchacha de barrio
(vive en Las Mayas), que tuvo que dejar el segundo año porque su embarazo a los
siete meses era de alto riesgo y además con una hermana que a los 12 ya tenía
su primer bebé.
Lo otro que consideró fue
que todo esto está asociado a los índices de mortalidad infantil y materna en
Venezuela. Según cifras oficiales en 2014 se estimaron entre 370 y 380
muertes maternas en todo el país, dato que a la Organización Mundial de la
Salud (OMS) le pareció alta, pues el Gobierno suscribió el acuerdo de la
Organización de Naciones Unidas (ONU) para disminuir la tasa de mortalidad
infantil 75% entre 1990 y 2015.
De generación en generación
“Mi hermana quedó embarazada
de 12 para los 13 años. Yo le cuidé su hijo durante tres años. No sé cómo le
ocurrió, no sé si fue abuso o loqueando, no la juzgo porque no fue fácil. Mi
mamá de 37 años tiene un niño de casi dos años”.
En el barrio donde vive ve
muchas niñas ya con su barriga. De hecho mencionó el caso de una muchacha que
salió preñada a los 14 y el hombre no se hizo responsable, más bien tiene un
hijo con otra chica.
Mencionó que hay quienes
traen un niño al mundo porque se creen más mujeres y porque eso les da como un
estatus en el barrio. Otras buscan de abortar cosa que ella, aseguró, no haría.
Dijo que siempre contó con
el apoyo de su mamá. “Ella sabía que yo vivía con mi pareja. Mi papá fue el que
se molestó en un principio porque eso no era lo que él quería para sus hijas.
Él no vivía con nosotras, pero luego entendió y me aconsejó muchísimo”.
Comentó que ciertamente no
fácil tener un bebé. Aunque hay otras cosas de la vida de las que no se pierde.
“La gente te señala y te
mira feo. Pero yo digo que por el hecho de ser mamá uno no puede dejar de
vivir, no es impedimento disfrutar. Yo salgo a rumbear y me llevo a mi niño.
Trato de ir a una casa donde pueda acostarlo sin problemas, y siempre voy con
mi pareja”, añadió.
Martha, una chica que no
pasa el metro 50 de estatura y pesa menos de 52 kilos. Refirió que en el liceo
donde estudiaba, el Peñalver que queda por Chacaíto, había cinco jovencitas
embarazadas por año. “No había burlas y las dejaban estudiar. Yo me retiré
porque la barriga era pesada y me afectaba la columna”.
Por ahora, indicó, no piensa
en el segundo. “Espero tener una mejor posición para darle de todo, es
complicado por la situación del país”.
Esto lo dice porque ha sido
toda una travesía comprar pañales y leche. Por ser menor de edad no le vende.
“Me lo dan más caro porque no soy una mujer adulta. Y pienso que eso no debe
ser, porque no solo las mayores tienen la responsabilidad de mantener un niño,
las madres adolescentes también tenemos derecho. A mi hijo no le falta nada
ahorita pero no sé mañana”.
En estos momentos Martha
reinició sus estudios a través de la Misión Ribas. Recibe los cursos en la casa
Belén San Juan, ubicada en la parroquia Coche. Allí le cuidan el niño y la
motivan a hacer cursos de emprendimiento.
“Ahora me veo siendo
profesional, con una casa y brindándole un mejor futuro a mi hijo. Quiero
sacarlo del barrio para que no vea las cosas malas que allí sucede”.
02-07-15
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