Por José Domingo Blanco, 29/01/2016
Pobre de la víctima que, además de recibir los maltratos, termina
recibiendo el castigo que debieron recibir sus victimarios. Y algo así nos está
ocurriendo a los venezolanos. Padecemos y sufrimos las consecuencias del
despilfarro, la corrupción, el saqueo, la escasez y las malas políticas
económicas impuestas por esta especie tóxica que nos ha mal gobernando desde
hace 17 años. Somos las víctimas de estos mediocres improvisados que asumieron
el mando sin una pizca de capacidad, pero con mucha ambición, resentimiento,
hambre de poder y deseos venganza.
Y resulta que ellos, los responsables, a pesar de ser los ineptos que
por años han tenido el control absoluto de las riendas del país, cuando se ven
acorralados por la catástrofe –que, insistiré hasta el cansancio, ellos
generaron- quieren responsabilizarnos a nosotros -la sociedad civil que no los
apoya, los ciudadanos comunes y de a pie- de sus terribles errores. Pues, no
señores, la culpa no es, para nada, nuestra. ¡La situación caótica y miserable
que atraviesa el país no la provocamos quienes la padecemos! Ya hemos sido
demasiado masoquistas resistiéndolos en el gobierno por tanto tiempo. Hemos
sido los penitentes de sus errores, los cuales hemos pagado bien caros.
Mi queja se fundamenta en declaraciones tan infelices y torpes como las
de la ministra esa que, a la ligera –y a mi juicio, sin una pizca de vergüenza-
aseguró que los anaqueles están vacíos porque nuestras neveras están llenas.
¡Pues serán sus neveras: las de los ministros, jueces, diputados y militares
afectos al gobierno! Me consta que las neveras de una buena parte de los
venezolanos están a punto de ser desenchufadas, porque ni agua hay para llenar
las jarras.
La emergencia económica que atraviesa Venezuela (tan solo una de las
múltiples emergencias que estamos viviendo en el país), no la generamos
nosotros, ni los industriales, ni los agricultores, ni los propietarios de
fábricas que, dicho sea de paso, muchas de ellas pasaron a manos del Estado vía
expropiación y hoy están en la ruina. Maduro y sus acólitos no pueden seguir
culpando a las víctimas cuando han sido ellos, y no otros, los victimarios.
Nicolás no puede seguir argumentando que, si la Asamblea no le aprueba el
decreto para afrontar la emergencia económica –decreto que, por cierto, no
rectifica los errores que ellos han venido cometiendo- la culpa de lo que pase
en el país será de los diputados que se niegan a aprobarlo; es decir,
responsabilizar a quienes intentan hacerle ver que no son las medidas
acertadas, sino que, por el contrario, nos estrellaremos –esta vez mortalmente-
con la misma piedra.
Este comportamiento no es nuevo. Reconozco que se requiere de mucha
entereza, gallardía, madurez política y valentía, para aceptar y reconocer,
públicamente, los errores. Eso de “culpar a la víctima” es de vieja data. Viene
de una expresión que acuñó William Ryan, en su clásico Blaming the Victim,
para criticar la obra escrita por Daniel Patrick Moynihan, en 1965,The Negro
Family: The Case for National Action, mejor conocido como el Informe Moynihan,
un informe que resumía las teorías del autor sobre la formación de ghettos y la
pobreza intergeneracional. Esto, como era de esperar, generó algunas
reacciones, entre ellas las de William Ryan, quien se encargó de mostrar que
las teorías de Moynihan eran intentos sutiles de desviar la responsabilidad de
la pobreza de factores sociales estructurales, hacia las conductas y patrones
culturales de los pobres. La frase, culpar a la víctima, fue rápidamente
adoptada por los defensores de las víctimas de crímenes; principalmente, las
víctimas de violación acusadas de promover su victimización.
Y este desgobierno ha sido en los últimos meses, experto en
incriminarnos a nosotros de los graves problemas que tenemos. Son tan
descarados que la culpa de la sequía y el racionamiento del agua es solo del
Niño y no de ellos que, a lo largo de 17 años, se cogieron y desviaron los
recursos que debieron destinarse para la construcción de nuevos embalses. Eso
es lo que hacen los gobiernos que planifican de cara al futuro y para enfrentar
las contingencias que pudieran presentarse. No éste, el que lastimosamente
preside Nicolás, que ostenta el sitial de honor en el ranking de la corrupción.
Una apreciada amiga y reconocida abogada, a propósito de esta situación
país que enfrentamos, calificó acertadamente a los oficialistas y a este modelo
que insisten en implantarnos: “el comunismo es la fachada del crimen
organizado”. Contundente frase que resume a la perfección lo que durante estos
agotadores, terribles, inhumanos, insólitos y dantescos 17 años ha hecho el
Socialismo del Siglo XXI con nuestro país.
Tampoco nos dejemos engañar con las manifestaciones de rechazo de algunos
chavistas que ahora quieren aparentar que están contra el proceso. Cuando
tengan la tentación de apoyar sus argumentos contra Nicolás, deténganse tan
sólo por un momento y recuerden a Arias Cárdenas, una ficha de Chávez –su partner del
alma- quien fingió estar contra Hugo y ser su contrincante en una elección
presidencial. Piensen mal de todo lo que huela a chavismo arrepentido.
Arrepentirse es válido, cómo no; pero cuando el arrepentimiento viene
acompañado con las acciones honestas y pertinentes que confirmen la disposición
real a enmendar el error.
mingo.blanco@gmail.com
@mingo_1
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