Por Angélica Lugo
Caminar por la Gran Caracas
con bolsas de comida, hacer hasta 10 horas de cola, pagar los productos 22 veces
más caros que su valor establecido y crear redes de contacto con empleados de
supermercados que informen qué mercancía llegó a los establecimientos, son los
mecanismos que los ciudadanos han asumido para abastecerse de alimentos y
productos básicos.
No importan las causas de la
escasez en el país.
Se deba al control cambiario o a la tesis de guerra
económica que sostiene el gobierno de Nicolás Maduro, entre las principales
preocupaciones de los ciudadanos destaca la necesidad de comprar comida, que desde
finales de 2013 se ha convertido en una suerte de tesoro para los
venezolanos. Runrun.es detectó tres rutas que las personas de clase
media utilizan en la actualidad para conseguir comida. En el caso del
bachaquero, Runrun.escontactó a uno, con la excusa de hacerle un pedido,
para conocer cómo es su rutina.
1. Largas horas en cola
Carolina Ospino, ama de casa,
utiliza la primera ruta: hace colas en supermercados con la esperanza de
conseguir productos regulados y, de esta manera, abaratar costos. La cédula de
identidad de la mujer termina en 2, por lo que los martes se despierta a las
3:30 am para iniciar una larga travesía que la puede traer de vuelta en su
hogar a las 5:00 pm.
“Es duro y agotador, pero todo
está carísimo y hacer cola es lo que me permite hacer economía. Por lo general
siempre me comunico con amigas y vecinas, mientras yo estoy en un mercado y veo
lo que hay y les comunico a mis amigas, ellas hacen lo mismo desde otros
mercados. Pero a veces no me alcanza el tiempo para ir a tres mercados y solo
voy a dos”, cuenta Ospino.
El martes 19 de marzo la
mujer, que vive en la urbanización Nueva Casarapa de guarenas, invirtió 13
horas y media de su tiempo para ir al Mercal ubicado en la urbanización Los
Naranjos y luego a otro establecimiento. En Mercal estuvo siete horas y media y
posteriormente fue a su casa a comer y dejar las bolsas para a iniciar otra
cola a las 2:30 pm en el automercado Luvebras que le ocupó otras dos horas y
media de su tiempo. Al final del día, después de haber hecho 10 horas de cola,
la ama de casa pudo comprar 2 kilos de leche en polvo, 2 botellas de Mazeite,
una lata de sardinas, una pasta de 250 gramos, 3 paquetes de 4 rollos de papel
higiénico y 2 paquetes de toallas sanitarias por un total de 1.405 bolívares.
Es la única vía que tiene Carolina Ospino para enfrentar la inflación y la
escasez.
En esas colas que le han
generado agotamiento a Carolina y en las que ha invertido más de medio día, la
mujer ha conocido personas que, además de cuidarle su puesto, le han regalado
números que les entregaron en la madrugada. La segunda semana de enero, por
ejemplo, Carolina se quedó dormida. Llegó al Mercal a las 7:30 am y una joven,
que durmió toda la noche en las afueras del establecimiento, le regaló el
número 50. “La gente joven pasa más trabajo que nosotros y esa chica que me
ayudó ya la había visto varias veces pues nuestro terminal de cédula está
fijado para los martes y sábados”.
2. Redes con personal de los
establecimientos
La segunda ruta es una vía que
algunas personas de la clase media han elegido para no invertir su tiempo en
largas colas, ni pagarle a los bachaqueros. Es el caso de Ana Méndez, quien
desde finales de 2013 ha tomado medidas para que en su casa no falten productos
de la cesta básica. En algunos grupos de whatsapp sus conocidos le informan en
qué mercados hay productos regulados. Sin embargo, el mecanismo que más le ha
funcionado desde mediados de 2015 ha sido formar redes con empleados de
determinados establecimientos que están ubicados en su urbanización. Ella cada
vez que es contactada por los trabajadores de supermercados, va a los locales,
pasa sin hacer cola, recibe los productos y, después de pagar propinas que
oscilan entre 300 y 1.000 bolívares, es atendida por el cajero que su contacto
le indica. De esta manera puede hacer compras, sin importar que no sea el día
del terminal de su cédula.
“Como tengo 25 años viviendo
en la zona, los trabajadores de los supermercados me conocen. A mediados de
2015 uno de los muchachos que entrega los productos me ofreció informarme cada
vez que llegara algo y me pidió que lo ayudara con lo que pudiera. Así fue,
pero a finales del año pasado lo botaron y cuando volví a ir al mercado, otro
de los empleados se me acercó y me ofreció ayuda. Hasta ahora me ha funcionado.
No pienso pagarle a un bachaquero, ni hacer cola en mi zona, pues la mayoría de
la gente que viene a comprar es de sectores populares. Si yo no voy a sus
barrios, ¿por qué ellos vienen a mi urbanización a generar colapso?”
19 de enero. 4:00 pm. En las
afueras de un supermercado que está en una urbanización del este de Caracas hay
más de 80 personas en cola, pero Méndez ingresa directo al establecimiento.
Minutos antes su contacto la llamó. La mujer fue directo a la carga de
mercancía. Intercambió miradas con el hombre, metió seis kilos de harina pan y
2 kilos de azúcar en el carrito y 5 minutos después ambos se encontraron en un
pasillo. Ella le pagó 600 bolívares y él le dijo que en la caja dos la esperaba
la cajera para pasarle su compra.
Aunque Ana Méndez trabaja por
las mañanas y dedica las tardes para recorrer supermercados, no llega a estar
más de dos horas en colas, a diferencia de Carolina Ospino que ha logrado hacer
amistades en las colas que hace en Guarenas y Guatire para comprar productos
regulados. Méndez, una mujer que ha hecho de los recorridos por supermercados
un hobbie vespertino, logra visitar hasta cuatro establecimientos en menos de
tres horas. Su carácter, sus contactos, las propinas que les cancela, han sido
claves para hacer respetar, lo que asegura, es su derecho de comprar productos
en su lugar de residencia.
Méndez defendió su posición el
lunes 18 de enero cuando le aseguró a un funcionario de la Guardia Nacional
Bolivariana que no haría la cola, pues “todas las personas presentes no eran de
la urbanización”. La mujer se ha ganado el respeto no solo de los funcionarios,
también de los vigilantes y otros empleados de los supermercados de la zona
que, por medidas de seguridad, pidió no mencionar.
3. La “comodidad” se paga caro
Para las personas que pasan
todo el día ocupadas con una larga jornada de trabajo, no han podido ni
siquiera pasearse por el escenario de hacer colas para comprar comida. Tampoco
pueden elegir la vía de Ana Méndez de mantener contacto con los empleados de
automercados. Ponerse en manos de “bachaqueros” que venden al mayor productos
básicos que han desaparecido de los anaqueles, ha sido la única opción que les
ha permitido surtirse de algunos bienes.
Bárbara Seijas es periodista,
madre, ama de casa y esposa. En su agenda es imposible dedicar al menos un par
de horas para hacer colas en supermercados. El lunes 18 de enero se puso de
acuerdo con unos compañeros de trabajo para escoger la tercera ruta: pagarle a
un bachaquero. Ese día hizo su pedido y el miércoles le canceló 9.298 bolívares
al hombre por cinco kilos de harina pan, seis paquetes de cuatro rollos de
papel higiénico, cuatro botellas de Mazeite y seis kilos de arroz.
“Espero que la harina pan y el
arroz me duren tres meses, las botellas de Mazeite unos dos meses y el papel
higiénico dos meses también. No tengo dudas que cuando vuelva a comprar todo
estará mucho más caro, tomando en cuenta que los economistas estiman que este
año la inflación llegue al 500 ó 600 %. Jamás en mi vida había hecho estos
cálculos o llevado un inventario de lo que tengo y necesito en casa tan exacto,
pero es lo que he tenido que hacer ante la escasez que nos afecta”, manifiesta
la mujer.
La periodista está consciente
que pagó por cada harina pan 22 veces más que su valor, pues mientras el precio
establecido es de 19 bolívares, el bachaquero le vendió cada uno de los seis
kilos de harina a 425 bolívares.
Así se mueven los bachaqueros
Carlos, un bachaquero
consultado por Runrun.es aseguró que para ellos tampooco es fácil
conseguir productos y alimentos. Contó que en el caso de la asociación para la
que trabaja, llegan a las afueras de Caracas para participar en subastas de
bienes que son trasladados en camiones: “Para allá se van los bachaqueros y una
vez que empiezan las subastas, los que tienen los productos en los camiones se
los entregan a quienes ofrezcan más dinero”.
Este bachaquero acepta
conversar por teléfono cuando la otra persona le dice quién de sus conocidos le
sugirió contactarlo. Runrun.es lo llamó, con la excusa de comprar
productos, para saber cómo opera. Una vez que se le hace el pedido, el hombre
hace entrega de la mercancía a domicilio junto con otro socio. El requisito es
cancelar el monto por transferencia bancaria o en efectivo y pagar el traslado,
que desde Petare hasta Bello Monte lo cobraba hasta el miércoles 20 de enero a
1.000 bolívares. Para esa fecha el hombre vendía un bulto de harina pan por
8.500 bolívares, el de arroz por 9.500 bolívares y el de papel higiénico por
7.500 bolívares.
Los bachaqueros que participan
en estas subastas hacen combos que incluyen productos menos demandados o de
menor calidad y los combinan con la mercancía más buscada. De esta manera
obligan a sus clientes a comprar productos que sus proveedores les
hacen adquirir.
Las subastas no son la única
vía de los bachaqueros para conseguir mercancía. Una fuente que participa en la
cadena de negocios con estas personas contó que los días que llega mercancía a
una cadena de venta de medicinas y artículos de aseo personal, contó que los
bachaqueros le cancelan dinero a los gerentes de algunos establecimientos
cuando reciben el inventario de productos que llegaron.
“Normalmente el contacto entre
los jefes de los bachaqueros con los gerentes de estos locales es en las
noches. Cuando llegan los camiones, les informan a los bachaqueros y los
bachaqueros a su vez actualizan sus pedidos con los clientes que los contactan
y de esta manera, les dicen qué día les podrán entregar los productos”, explicó
de manera extraoficial una fuente que tiene conocimiento del negocio.
22-01-16
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico