Miguel Méndez Rodulfo 29 de enero de 2016
El
rentismo es el Papá de todos los males que han azotado a Venezuela desde la
consolidación de la era petrolera. Entendiendo que el petróleo no es el
culpable sino los sucesivos gobiernos que han regido a país desde los años 30
del siglo XX hasta los primeros tres lustros del nuevo milenio. Al amparo de la
riqueza petrolera los gobiernos no fueron eficientes, subordinaron a la
sociedad, lo que incluye a los habitantes del país y al sector privado de la
economía, crearon un Estado gigante y centralista, diseñaron una política de
reparto clientelar, no combatieron debidamente la corrupción, permitieron que
la pobreza aumentara y nunca tuvieron una visión país que lograra enrumbar a Venezuela
al primer mundo. Sin embargo, el período democrático iniciado en 1958 trajo
profundos cambios que mejoraron notablemente al país, sobre todo en los
primeros 20 años de democracia. Eso es innegable y hay que destacarlo, pero
desde 1978 hasta 1998 volvimos a retroceder y dimos paso a esta aberración
política que hoy conocemos como el chavismo, que infelizmente nos gobierna a su
antojo ya por 17 años, pero que todos esperamos que sea por muy poco tiempo
más.
La
gravísima crisis financiera en que hoy se encuentra el país por la dramática
caída de los precios petroleros, debe ser el aldabonazo que nos faltaba para
reaccionar como sociedad y salir de una economía petrolera, mono exportadora y
rentística, esa que produce épocas de esplendor aparente cuando sube el barril
y que nos sume en penosas carencias cuando baja. Hoy día ningún país del mundo
pone todos sus huevos en una misma canasta y la diversificación de su economía
es la norma. Noruega, incluso no considera los montos petroleros entre sus ingresos
ordinarios, sino que los acumula en un fondo para ser colocados y generar unos
intereses que se reparten a la población para ayudar a costear gastos de salud,
de educación y de vivienda. El hecho es que los nórdicos ven al ingreso
petrolero como una lotería y no se confían entonces en contar con la seguridad
de esos proventos para afrontar sus gastos ordinarios.
Al
nuevo liderazgo le corresponde diseñar e implantar un nuevo modelo de
desarrollo que diversifique los ingresos del Estado y eso pasa necesariamente
por apoyar y alentar al sector privado, dándole seguridad jurídica primero que
nada, restableciendo la confianza y presentando un plan económico que trace un
rumbo moderno al país, estimulando sectores clave como la infraestructura, la
vivienda, el turismo, la agricultura, la manufactura, la ciencia y la
tecnología, las energías renovables, etc. Cierto es que a los hidrocarburos aún
les queda una ventana de oportunidades y que todavía podemos esperar una
recuperación de los precios en el mediano plazo; sin embargo, las
circunstancias ambientales condenan a los combustibles fósiles, además es poco
probable que en una estrategia de lucha por el mercado, los precios vuelvan a
trepar alrededor de los US$ 100, lo que hace imperativo cambiar el modelo estatista,
rentista, populista que hasta ahora hemos tenido, exacerbado hasta el máximo
por este gobierno irresponsable y conformado por una pléyade de ignorantes.
La
declaración pública del jefe de la bancada oficialista, aseverando que el
rentismo petrolero se acabó y que ellos nunca pudieron dar el paso hacia una
economía productiva debido a que el pueblo es analfabeta, no hace sino
evidenciar que hasta estos sujetos extraordinariamente ignorantes reconocen que
debemos sepultar al rentismo. El momento es crucial: o en Venezuela acabamos
con el rentismo o éste terminará acabando con el país. Es hora de que el nuevo
liderazgo tome la batuta.
Caracas,
29/01/2016
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