Por Tamara Suju Roa, 26/01/2016
La colina que sube a Ramo Verde, es empinada, mal asfaltada, y llena de
obstáculos de alambre y púa tipo barricada, de esos que a veces ponen en la
residencia presidencial La Casona en Caracas, para evitar que los carros le
pasen por enfrente. La cárcel militar, Cenapromil, está ubicada en Los Teques,
la capital del estado Miranda, en Venezuela, normalmente zona fresca o de frío
y montañosa.
La primera alcabala está al pasar un mercado del pueblo, donde uno se
identifica, y según como le caiga a quienes estén de guardia, y si a quienes
usted va a visitar están autorizados a recibir visitas de amigos y no están
castigados, usted avanza hacia la segunda alcabala, arriba, donde ya puede ver
uno de los edificios, aquel donde tienen encerrado a Leopoldo López.
En esa segunda alcabala le revisan el carro, y ya arriba saben que
usted llegó al centro militar. Si lo autorizan, entra, para el carro en la
fila, y luego espera su turno para pasar adentro de la cárcel, a dejar sus
huellas y nombre para el Servicio de Inteligencia Militar y luego espera su
turno para ser requisado. Como abogada, las requisas a las que fui sometida
durante todos estos años, fueron siempre “más o menos normales”, incluyendo la
ultima que realicé en el 2014, antes de irme de Venezuela. En esa oportunidad
visité a los Policías Metropolitanos y a Iván Simonovis en el piso 5 del
edificio principal, e insinué querer ver a Leopoldo López y constatar su estado
de salud, y me fue negado, por supuesto.
La saña siempre ha sido contra los presos políticos y sus familiares.
Desde los primeros que encerraron en esta cárcel, en el año 2002 en adelante.
Las requisas vejatorias dentro de las celdas, las palizas a las que han
sometido a algunos presos políticos, los castigos e incomunicaciones, y el
trato cruel contra sus esposas, ha sido consecuente durante los años del
chavismo. Incluso fueron denunciados presuntos atentados a vehículos de dos
familiares de los hermanos Faría, presos por el caso de los paracachitos en su
oportunidad, que por su puesto nunca fueron investigados.
Ahora bien, el ensañamiento contra Leopoldo López y su familia no tiene
nombre. Ya el tenerlo aislado, en un edificio aparte, en una celda de castigo
que pasó a ser la cotidiana, donde lo han requisado con tanta maldad que más
parece que lo hacen para drenar sus propias frustraciones tratando de dañar a
quien no tiene como defenderse, es una demostración del gorilismo militar al
que están tratando de someter a la sociedad venezolana. Imagino a Lilian, a
Antonieta, a Manuela y al pequeño Leo, traspasando la cerca de la entrada al
centro, anotándose en el “libro de visita”, y al mejor estilo tropero,
recibiendo órdenes de “siéntese aquí”, “espere allá”, e imaginándome como le
revisan lo que le llevan a Leopoldo, la comida, la ropa o lo que hayan pensado
pudiera necesitar que esté permitido, para luego pasar al cuartico de la
requisa personal. Imagino a esas mujeres vestidas de militar, con su cara de
“tabla” como dicen los muchachos, exigiéndoles que se desnuden, sin el menor
ápice de compasión por quien de manera humillante se somete a la vejación de
bajarse los pantalones y abrir las piernas ante personas desconocidas, por la
ansiedad de ver a su esposo o hijo.
Pero, y aquí hago mucho énfasis, no puedo si quiera imaginar la cara de
los pequeños, ante su abuela desnuda. Los ojos de Manuela recorriendo a su
abuela, horrorizada porque aquellas gorilas de verde habían mandado a desnudar
a Antonieta. ¿Qué pensarían estas dos criaturas? ¿ Qué pasa por esas cabecitas
ante la injusticia de tener a su papá preso y a que su mamá y su abuela sean
tratadas como delincuentes?
Yo si sé quiénes son, estimados lectores. Los conozco porque los vengo
analizando desde hace casi 25 años. Desde que trataron de tomar el poder a la
fuerza en dos golpes de estado sangrientos, y se apoderaron de él finalmente,
con las herramientas que les brindó la democracia. Son calculadores, malos,
fríos, sanguinarios. Lo que les están haciendo a los presos políticos es a
propósito, para ejemplarizar, para que la población sienta temor a través de
ellos, para que se inhiban de exigir sus derechos o de levantar cabeza para
oponerse. Pero se han conseguido con una sociedad valiente, con mujeres y
hombres, con jóvenes y no tan jóvenes que los han sacudido en sus cimientos de
maldad, y que en el manual de malos tratos y torturas que utilizan para tratar
de atemorizar, no deben tener estipulado cómo reaccionar ante una Lilian
Tintori, una Antonieta López, una Yamile Saleh, una Ana Teresa Salazar, una
Patricia de Ceballos, una Mitzy de Ledezma, una Rosa Orozco, una Bonny
Simonovis, una Jackeline Sandoval… y ahora puedo afirmar que ¡el mundo sabe quiénes
son!
Este régimen pasará a la historia como aquel que quiso con todo su
poderío económico y militar, aplastar a la sociedad democrática, con
persecución, con cárcel, con muertos, pero se consiguió con venezolanos que con
inteligencia, valentía y las armas del pensamiento y la razón, lo han
enfrentado firmemente y lucharon y seguirán luchando por una Venezuela para
todos los venezolanos. ¡Que viva la mujer venezolana!
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