Por Alexis Alzuru
A la anarquía es empujada la
población por el gobierno. Por supuesto, siempre cabe preguntarse: ¿apuesta
Maduro por una revuelta? ¿Promueve una rebelión? Que en su última alocución haya
ratificado su enfoque y las mismas propuestas deja pocas respuestas. En
especial, después de cerrar el año 2015 con la debacle económica más atroz que
se conozca en la historia del país. Al presidente de ignorante se le puede
acusar; pero no de estúpido. De allí que una hipótesis pudiera ser que desee
agudizar las contradicciones para negociar su renuncia. Otra posibilidad es que
él quiera renunciar y sus cómplices no se lo permitan. Después de todo, existen
carteles, grupos y organizaciones de los que no es posible retirarse una vez
que se ingresa.
Se pueden ensayar varias
conjeturas sobre la conducta del presidente después de escuchar las medidas que
anunció; lo cierto es que la ruina de Venezuela parece programada y no el
producto de errores que provienen de la ceguera doctrinaria del jefe del
Estado. Lo importante es que el pueblo no se llama a engaños: sus expectativas
son conciliar medidas para reducir los efectos más nocivos de la crisis, no
superarla. La gente entiende que revertir el derrumbe de la nación no es
posible mientras que Maduro permanezca al frente del Estado.
Sin embargo, el tiempo corre y
se acumulan los padecimientos y la indignación de las personas. De mantenerse
el actual escenario, lo predecible es que haya un sacudón. A lo mejor conviene
anticiparse a la conmoción y construir cauces para direccionar la ira popular.
De hecho, el caso Amazonas puede convertirse en uno de ellos; en un canal para
intentar trocar la rabia por la esperanza.
La trampa jurídica que el TSJ
decretó en Amazonas debería transformarse en oportunidad política. Es obligante
con la población de ese estado defender a los tres diputados electos con la
tarjeta de la Unidad. Incluso, comprometerse con quienes han sido víctimas del
abuso de poder del oficialismo traerá varios beneficios a la oposición. Entre
otros que el truco jurídico utilizado para reducir la mayoría de la MUD no se
utilice en otras regiones. Además, oponerse a los vicios electorales del PSUV y
sus aliados judiciales permite deslindar el país corrupto gobernado por Maduro
de la Venezuela del futuro; de esa sociedad renovada que surgiría de un acuerdo
de transición.
El fraude cometido en Amazona
hay que usarlo para contraponer dos modelos. El de Maduro que profundiza las
desigualdades, la corrupción y el fracaso de la vida de los venezolanos y ese
otro que plantea reconciliar la igualdad con la libertad y el bienestar. Por
cierto, que para burlar la voluntad de los electores el PSUV haya elegido un
estado de frontera, pobre y con limitada capacidad de presión es una prueba del
compromiso que la élite roja tiene con esa visión que autoriza el ultraje de
los humildes; y, por supuesto, de quienes no se arrodillan ante los jefes y el
partido. A lo mejor, corresponde que la oposición aproveche ese acto de humillación
para debatir sobre la desigualdad. En especial, para anunciar una línea de
bienestar y de derechos por debajo de la cual ningún ciudadano nacido o no en
esta tierra debería sentirse ubicado.
Abordar cuestiones
fundamentales para los venezolanos acerca la transición. Pues dibuja una nación
distinta a la de Maduro. No estaría de más decir que al formular ese perfil no
se deberían continuar esquivando algunos asuntos. Por ejemplo, el que refiere
al deber que tendría el empresariado de asociarse con el Estado para dar el
salto de una economía rentista a una que se afinque en la producción de bienes
intangibles; o el que atañe a la transferencia de poder y competencias a las
comunidades y organizaciones populares.
Hay una agenda nacional que no
debe seguir silenciada; engavetada. Debatir en la Asamblea las urgencias que
tiene Maduro no bastará para minimizar el impacto de la crisis; tampoco servirá
para comprometer al venezolano con una transición pacífica. Se requiere
torcerle el brazo al presidente para obligarlo a consensuar medidas; lo cual
implica posicionar la tesis de su reemplazo pero con un ideario que tome cuerpo
en la calle. A lo mejor, con esa daga sobre la nuca aceptará pactar decisiones
razonables, más allá de sus intenciones o la de sus compinches; y, en el
supuesto de que se resista, entonces una visión alternativa habría ganado la
suficiente fuerza para expulsarlo de Miraflores.
23-01-16
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