Por Luis Carlos Díaz
La tragedia de la escasez es
que cuando no hay, no hay.
Sin importar cuántos tweets y
retweets obtengas, ni la urgencia de tu pedido. Sin importar si lo compartieron
tus amigos, tres tipos famosos y 30 grupos de WhatsApp. Quizás en algún golpe
de suerte consigas algo, pero es que cuando no hay, sencillamente no hay. O
consigues para uno, pero no para todos.
La emergencia, los contactos y
la solidaridad pueden traerte algo de afuera, ¿pero alcanza para 5 días, 10
días, un paciente, dos, tres? Nos vamos reduciendo a resolver emergencias
personales y familiares. Nos hacemos más pequeños y desesperados. También más
mezquinos, sin culpa.
Hace más de un año recibimos
medicamentos para el corazón porque le sobraron a un chico que los había
comprado en Colombia, pero no pudo llegar a tiempo y su padre murió. Otra
donación fue más grave: el señor había dejado de tomar su tratamiento y al
volverlo a tener, en la primera dosis, por el choque, murió también.
Imagínense a un hijo decir:
“maté a mi papá justo por conseguirle la medicina”. Recibes las cajas, pero no
sabes cómo agradecer.
Otra medicina neurológica la
conseguimos por fortuna en España en cajas de 100 pastillas (50 días) que
podemos recibir con regularidad, ¿pero es suficiente para regalarle a todos los
que te piden? Ni de vaina. Fallaron a partir de 2013 y no las volvimos a ver
desde 2014. Estuve en el laboratorio y no tienen ni siquiera planeado volver a
producirlas. La deuda que mantiene el Gobierno con ellos no sólo los redujo
como empresa, sino que les hizo quedar mal con proveedores internacionales, así
que costará reactivar esa línea de producción. Mientras tanto he atendido a dos
personas que convulsionaron en la calle porque sin pastillas son bombas de
tiempo entregadas al azar. Otro descubrimiento: la mayoría de la gente no sabe
de primeros auxilios y se convierten en otro peligro en medio de la emergencia.
Por lo tanto este año
seguiremos enterrando gente. Así de sencillo. Enterrando gente y faltando a
trabajos y escuelas para cuidar enfermos, porque si cae uno cae la familia.
La emergencia es real. La
Federación Farmacéutica Venezolana solicitó ayuda internacional para conseguir
150 medicamentos. Es una emergencia humanitaria. Ningún país del continente
está en una situación similar en este momento, ni siquiera Haití.
La decisión para que esto
ocurriese la tomó alguien que cree que el problema no son los controles sino la
falta de rigurosidad en su aplicación. La tomó alguien que prefirió matar para
seguir robando. Alguien que te dirá que esto aún no es verdadero socialismo y
que es necesario arrasar para que el pueblo abrace la idea y se entregue.
Peor: esta arquitectura del
caos la diseñó alguien que usará dólares en unas semanas no para pagar a
proveedores de alimentos y medicinas, sino para cancelar bonos de la deuda que
su misma gente emitió y compró, porque deben seguir fugando capital, en nuestra
cara, sobre las tumbas de quienes no quisieron patria socialista y les quedó la
otra parte de la ecuación.
La revolución cumplió más
amenazas que promesas, y esta era sólo una de ellas.
Después del 6D tiraron la
toalla y no les importa en lo más mínimo recuperar el abastecimiento sino
repartir una escasez peor entre la gente afectada que se suma cada día. Gente
en cola es gente urgida por resolver lo inmediato, es gente reducida y
colapsada a una mera transacción. Gente controlada por una huella, vulnerable y
dependiente.
No sé si es posible que el
plan de resistencia sea: hagamos un trato y no nos vayamos a morir. Aunque me
gusta, pero es absurdo. Sin embargo, sí podemos contar la historia para
crear anticuerpos que eviten repetir esta novela de realismo trágico. Porque
cuentos sí tenemos, estamos bien abastecidos de cuentos de estos años, pero
vacunas, tratamientos, reactivos, quimios, sondas, pastillas y plasma, cuando
no hay, no hay.
25-01-16
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