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martes, 26 de enero de 2016

Cuando no hay medicinas por @LuisCarlos


Por Luis Carlos Díaz


La tragedia de la escasez es que cuando no hay, no hay.

Sin importar cuántos tweets y retweets obtengas, ni la urgencia de tu pedido. Sin importar si lo compartieron tus amigos, tres tipos famosos y 30 grupos de WhatsApp. Quizás en algún golpe de suerte consigas algo, pero es que cuando no hay, sencillamente no hay. O consigues para uno, pero no para todos.


La emergencia, los contactos y la solidaridad pueden traerte algo de afuera, ¿pero alcanza para 5 días, 10 días, un paciente, dos, tres? Nos vamos reduciendo a resolver emergencias personales y familiares. Nos hacemos más pequeños y desesperados. También más mezquinos, sin culpa.

Hace más de un año recibimos medicamentos para el corazón porque le sobraron a un chico que los había comprado en Colombia, pero no pudo llegar a tiempo y su padre murió. Otra donación fue más grave: el señor había dejado de tomar su tratamiento y al volverlo a tener, en la primera dosis, por el choque, murió también.

Imagínense a un hijo decir: “maté a mi papá justo por conseguirle la medicina”. Recibes las cajas, pero no sabes cómo agradecer.

Otra medicina neurológica la conseguimos por fortuna en España en cajas de 100 pastillas (50 días) que podemos recibir con regularidad, ¿pero es suficiente para regalarle a todos los que te piden? Ni de vaina. Fallaron a partir de 2013 y no las volvimos a ver desde 2014. Estuve en el laboratorio y no tienen ni siquiera planeado volver a producirlas. La deuda que mantiene el Gobierno con ellos no sólo los redujo como empresa, sino que les hizo quedar mal con proveedores internacionales, así que costará reactivar esa línea de producción. Mientras tanto he atendido a dos personas que convulsionaron en la calle porque sin pastillas son bombas de tiempo entregadas al azar. Otro descubrimiento: la mayoría de la gente no sabe de primeros auxilios y se convierten en otro peligro en medio de la emergencia.

Por lo tanto este año seguiremos enterrando gente. Así de sencillo. Enterrando gente y faltando a trabajos y escuelas para cuidar enfermos, porque si cae uno cae la familia.

La emergencia es real. La Federación Farmacéutica Venezolana solicitó ayuda internacional para conseguir 150 medicamentos. Es una emergencia humanitaria. Ningún país del continente está en una situación similar en este momento, ni siquiera Haití.

La decisión para que esto ocurriese la tomó alguien que cree que el problema no son los controles sino la falta de rigurosidad en su aplicación. La tomó alguien que prefirió matar para seguir robando. Alguien que te dirá que esto aún no es verdadero socialismo y que es necesario arrasar para que el pueblo abrace la idea y se entregue.

Peor: esta arquitectura del caos la diseñó alguien que usará dólares en unas semanas no para pagar a proveedores de alimentos y medicinas, sino para cancelar bonos de la deuda que su misma gente emitió y compró, porque deben seguir fugando capital, en nuestra cara, sobre las tumbas de quienes no quisieron patria socialista y les quedó la otra parte de la ecuación.

La revolución cumplió más amenazas que promesas, y esta era sólo una de ellas.

Después del 6D tiraron la toalla y no les importa en lo más mínimo recuperar el abastecimiento sino repartir una escasez peor entre la gente afectada que se suma cada día. Gente en cola es gente urgida por resolver lo inmediato, es gente reducida y colapsada a una mera transacción. Gente controlada por una huella, vulnerable y dependiente.

No sé si es posible que el plan de resistencia sea: hagamos un trato y no nos vayamos a morir. Aunque me gusta, pero es absurdo. Sin embargo, sí podemos contar la historia para crear anticuerpos que eviten repetir esta novela de realismo trágico. Porque cuentos sí tenemos, estamos bien abastecidos de cuentos de estos años, pero vacunas, tratamientos, reactivos, quimios, sondas, pastillas y plasma, cuando no hay, no hay.

25-01-16




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