Octavio
Lepage 27 de enero de 2016
En un
país democrático, que la oposición triunfe en una elección parlamentaria, así
sea por paliza, como en Venezuela, es normal. El estamento político y los
ciudadanos en general, lo aceptan con naturalidad, sin protestas, sin
escándalos, sin amenazas. Lo vimos recientemente en Argentina. Una personalidad
tan temperamental y prepotente como Cristina Kirchner, aparte de algunas
malacrianzas de mal gusto, como eso de no trasladar personalmente a Macri los
símbolos del mando, se ha tranquilizado, aunque por supuesto debe estar
preparándose para una oposición recia en el Senado y diputados, donde el
kirchnerismo sigue siendo mayoría.
En
Venezuela los perdedores no tienen capacidad de resignación democrática.
Diosdado Cabello, con olvido de que viene de manejar la Asamblea Nacional como
si fuera un cuartel, y su discípulo admirado, el joven diputado y ex ministro
Héctor Rodríguez, desde el primer momento adoptaron una actitud francamente
obstruccionista.
El
pretexto era realmente risible. En las elecciones de Amazonas se habría
cometido fraude, la oposición compró votos. El descaro es impresionante. En las
elecciones del 6D se hicieron célebres las asambleas públicas convocadas por
Diosdado Cabello, como candidato a diputado por el Estado Monagas en las que se
hacían regalos costosísimos: Camionetas, jeeps, taxis, electrodomésticos, etc.,
etc. Esas concentraciones eran jornadas de compras de votos a cielo abierto.
Los
diputados por Amazonas fueron proclamados nada menos que por Tibisay Lucena,
chavista rabiosa, y juramentados por la Asamblea Nacional. La legitimidad de su
mandato está fuera de duda. Sin embargo, la Sala Electoral del Tribunal Supremo
de Justicia, de legitimidad cuestionada por cierto, ordenó su desincorporación
de la Asamblea Nacional. Actuando con realismo político, la oposición aceptó
desincorporarlos. Esa decisión es tan acertada que evitó el agravamiento de un
conflicto de poderes, al punto de que Maduro acudió a la Asamblea a presentar
su Memoria.
Es
evidente que el oficialismo, encabezado en la asamblea por Diosdado Cabello y
su lugarteniente Héctor Rodríguez, adelanta un plan para torpedear la nueva
Asamblea e impedir que ejerza las atribuciones que le corresponden por la
victoria electoral del 6D.
El
nombramiento apresurado de nuevos magistrados de la Sala Electoral sin
verificar si llenaban los requisitos exigidos por la Constitución Nacional, es
el inicio de un plan antidemocrático, a contrapelo de la voluntad popular. La
nueva Asamblea Nacional no puede tolerarlo. La ampara la Constitución, la
mayoría determinante de los venezolanos y la opinión democrática mundial.
Esperemos
el resultado de las investigaciones que adelanta la comisión que preside el
veterano y acucioso diputado Carlos Berrizbeitia. Ahora sí cabe la consigna:
“Dentro de la Constitución todo, fuera de la Constitución nada”.
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