Por Oscar Bastidas-Delgado
Como si
jamás hubiesen roto un plato tanto en el gobierno del fallecido primer
mandatario como en su bienio, Maduro habla de impulsar la economía productiva
mediante nueve motores que regirán el desarrollo económico para salir de la
crisis. Dos pregunta surgen: 1.- ¿Porqué teniendo en los primeros cinco años de
gobierno ingresos más altos que los percibidos por el país desde Guaicaipuro hasta
1999, sin contar con los recursos posteriores, no emprendieron ese desarrollo
en estos tres lustros?; y 2.- ¿Tiene Maduro autoridad moral para exigir a
diversos sectores de la sociedad que asuman un compromiso nacional porque fue
ahora cuando se dio cuenta que “Venezuela ha entrado en una crisis que amenaza
los logros sociales de igualdad y justicia, además de la integridad política”?.
Las respuesta a ambas
interrogantes son obvias, no están demás ciertas precisiones. Chávez y Maduro
con equipos gubernamentales regidos por el síndrome de la sospecha - “quienes
no están conmigo son enemigos” - razón por la que rotaban y rotan las mismas
caras entre los ministerios, jamás han creído en el sector productivo privado y
menos aún en los poderes creadores del pueblo como diría nuestro Aquiles Nazoa,
pues, en lugar de impulsar la creatividad, han construido una sociedad de
pedigüeños con su respectivo lumpen armado, en el que no incluyo por
consideraciones especiales a numerosos ciudadanos socialmente marginados, como
indigentes, mendigos, que también han proliferado.
Ambos desgobernantes
concedieron preponderancia a ingenuos en economía que jamás en su vida
produjeron un kilo de papas, y a militares que, como el mismo Chávez, no habían
pasado de administrar la cantina de un cuartel; así, con mentalidad de
ganadores del kino, regalaron de todo a sus amigos del extranjero; compraron
votos en el país mediante misiones; doblegaron voluntades creando empleos
ficticios para más de dos millones de desempleados, los recogedores de firmas
contra el decreto de Obama así lo confirman; y mediante coladores financieros
facilitaron corrupción como la píada tardíamente por Giordani, y prebendas
personales como las corbatas de Carreño y los relojes de Héctor Rodríguez, sin
prever la llegada de épocas de vacas flacas como la de este momento.
Jamás debió el difunto
arremeter contra empresas productivas dizque para que produjeran más, la
historia muestra que son los ojos de los amos los que engordan el caballo y no
los de desempleados disfrazados de funcionarios públicos. Tampoco debió el
difunto imponer modelos “al pueblo” como los gallineros de Merentes, los fundos
zamoranos, una cogestión falsa que resultó ser participación accionaria, y unas
“cooperativas capitalistas”, las de Chávez, formadas con la lógica de las
misiones y con contratos jugosos con el gobierno, sin antes formar
cooperativistas y sin considerar las experiencias genuinas adelantadas para
entonces en el país. Para completar el panorama, Maduro ni se enteró de que Chávez
había establecido la exención al impuesto a las cooperativas y les impuso el
impuesto sobre la renta en noviembre 2013, condenando a muerte a un alto número
de ellas.
El discurso de Maduro en la
instalación del Consejo Nacional de Economía Productiva para nada mencionó los
poderes creadores de los ciudadanos ni el impulso a emprendimientos productivos
individuales, asociativos, y hasta los colectivos. Impulsar el emprendimiento
es fundamental en un país que debe superar su condición monoproductora y monodependiente.
Venezuela necesita el florecimiento de empresas, cooperativas,
asociaciones, y hasta comunas independientes del ejecutivo que, aparte de
generar bienes y servicios, cumplan con las leyes, cancelen sus impuestos, y
desarrollen acciones de responsabilidad social en lo interno, con sus
comunidades y en lo ambiental, al lado de un Estado pequeño pero fuerte que no
sea dueño hasta de areperas.
Finalmente, tanto el difunto
como el gran vivo, tuvieron sendos poderes habilitantes en lo económico como jamás
mandatario alguno; con esos poderes y ese dineral, desde hace años hubiesen
puesto en marcha los nueve motores y los 50 rubros que ahora proponen. ¿Por qué
Maduro con su habilitante hasta el 31 de diciembre no promulgó las leyes que le
permitirían transitar una emergencia que era conocida?
Dicho lo anterior, la respuesta
a la segunda pregunta es contundente: Maduro no tiene autoridad moral para
exigir compromisos en lo económico; menos sin una agenda clara de lo que haría
mediante la ley solicitada y con ministros que tuvieron miedo de responder ante
el país, preguntas claves sobre Pdvsa y el BCV. La AN no pisó el peine que la
convertiría en corresponsable del “Desastre Maduro”, no podía tirarle un
salvavidas sabiendo que el ahogado merece quedar al desnudo en su propio
remolino. Basta de echarles la culpa a gobiernos anteriores cuando, desde 1999
y con ese dineral, todos los gobiernos anteriores son de Chávez.
28-01-16
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico