Por Angel Oropeza
En política, como en la vida,
muchas veces las personas se ven limitadas sin saberlo por la presencia de
mitos y prejuicios que condicionan y constriñen su actuación. Por eso es tan
importante enfrentar esa castrante arquitectura de ficciones, muchas veces creadas
intencionalmente, y que impide el desarrollo y la libertad de actuar de
personas y pueblos.
Los pasados eventos del 6-D y
5-E significaron la superación –por la vía de su negación y de la demostración
de su intrínseca falsedad– de unos cuantos mitos que bastante daño habían
estado haciendo a la cultura política de los venezolanos. Mencionemos solo
algunos de ellos que –esperamos– hayan sido derrotados para siempre: el mito de
que no hay salida electoral en Venezuela, que gobierno autoritario no pierde
elecciones, que el madurocabellismo “no se va a dejar” (y su variante, que el
gobierno es tan todopoderoso que hace siempre lo que le da la gana), que con
este CNE es imposible, que el país estaba dormido y entregado, que a los
venezolanos los compran electoralmente con regalos y limosnas, que la llamada
“oposición no-MUD” es mayoría, e invenciones por el estilo.
El año pasado se demostró que
frente a radicalismos estériles, la única estrategia que funciona es la de la
acumulación gradual y progresiva de fuerza popular como vía para la conquista
del poder. Y ello es posible solo desde la unidad de los múltiples factores de
oposición, el énfasis en la organización social desde abajo y la canalización
de las demandas populares por vía electoral.
Haber superado esos mitos (y
ojalá sea así para todo el mundo) es esencial para las duras luchas que nos
esperan este año. Sin embargo, hay dos mitos adicionales que aunque la realidad
demostró igualmente su falsedad, es necesario insistir en ellos dada su
importancia para los eventos y circunstancias por venir.
El primero es el “coco” de que
la calle pertenece al gobierno. Tanto antes de la elección del 6-D como de la
instalación de la nueva AN el 5-E abundaron las amenazas oficialistas sobre el
uso de su “furia popular”, que funcionaría como las rabietas de un niño
malcriado si le niegan lo que quiere. Pues lo cierto es que no solo la elección
se desarrolló en un ambiente de absoluta normalidad, sino que además la nueva
AN se instaló sin mayores problemas de orden público. Las famosas amenazas
del gobierno, de “tomar las calles” e “incendiar al país” si las cosas no le
resultan como desean, han demostrado ser nada creíbles. La famosa “furia
popular” oficialista ha quedado reducida a unos tristes tarifados que cumplen horario
insultando a los diputados opositores a las puertas de la Asamblea, y a unos
delincuentes profesionales que se hacen llamar “colectivos”, verdaderos íconos
folklóricos del fascismo gobernante, y que están cada vez más solos y alejados
de representar amenaza alguna.
El segundo mito tiene que ver
con la Fuerza Armada Nacional. Más allá de las creencias de algunos, y de las
declaraciones impropias –e ilegales– de alguno que otro representante castrense
más cercano a la militancia partidista que a su compromiso militar, lo cierto
es que los eventos de las últimas semanas, desde antes de la elección
parlamentaria hasta hoy, muestran que las FAN no están dispuestas a acompañar
ninguna locura del gobierno, como esa de jugar a la desestabilización del sistema
político sin apoyo popular. Nuestra FAN pareciera estar signando sus
actuaciones por dos sanos condicionantes: su percepción de dónde está la
mayoría del país, y cuál escenario garantiza mayor estabilidad. Y esto está muy
lejos de la ficción de asumir una FAN sumisa, que “rodilla en tierra”, iba a
apostar por seguir cualquier insania que se les ocurriera a los burócratas del
madurocabellismo, poniendo incluso en riesgo su honor y su historia.
Para futuras amenazas –que
vendrán– es importante destacar también la invalidez de estos dos mitos, para
no desviar la ruta de lucha ni asustarse más de la cuenta. Ya con lo que nos
viene por el lado de la crisis es suficiente.
26-01-16
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