Por Profesor
Felipe Guerrero, 23/01/2016
Enfrentado a
quienes criticaban al poder bolchevique en Mil Novecientos Veinte, Lenin pronunció una de las más desafortunadas
interrogantes que se haya hecho la humanidad. Con la arrogancia propia de los
tiranos, el entonces presidente del gobierno soviético interpelaba a sus
opositores diciendo: «¿Libertad para
qué?».
A casi un
siglo de la extravagante pregunta de
Lenin, frente a la irracional conducta de los dictadores, los militantes de la
libertad no hemos dejado de luchar porque «La
pasión por la libertad es más fuerte que todas las jaulas»
El mundo
libre observa a los nuevos dictadores que hoy niegan el valor de la libertad
para satisfacer sus particulares y mezquinos intereses. Vivimos la eterna
masacre en los jardines de la libertad.
Hace casi
sesenta años, en aquel luminoso Veintitrés
de Enero, siendo apenas un adolescente, junto al resto de la población civil de
Venezuela tuvimos la ilusión de haber desterrado definitivamente de este suelo
la dolorosa experiencia de las dictaduras militares. En aquella clara y
resplandeciente mañana caminamos alegres sin el pálpito de la angustia de
quienes sentíamos la presencia de los tiranos que acuchillaban todo grito de
libertad. Ese día el rio Torbes dejó de
ser el rio del llanto porque aquella mañana sus aguas eran capaces de refrescar
la justicia ya que durante la horrible tiranía militar era apenas un caudal de
lágrimas del pueblo que hacía angosta la vida entre el horror y la muerte.
Ese día
vivimos el ensueño que era el amanecer de todas las mañanas de liberación para
la patria.
Pero
volvimos a caer. Volvemos a vivir la estación de las dictaduras. Las herraduras
de la caballería militar vuelven a transitar orondas por los caminos de este
suelo.
En estos
territorios vivimos un renacimiento de las dictaduras. Al rostro envejecido de
tiranos se juntan caras nuevas que asaltan el poder y desconocen la mayoritaria
voluntad popular. Desde nuestros espacios Caribeños hasta el Cono Sur el
despotismo muestra sus garras. Un grupo de regímenes con apariencia
constitucional usurpan espacios de poder, desprecian los derechos humanos
desfalcan la riqueza y se colocan a espaldas de los reclamos de justicia y
libertad de nuestros pueblos.
Retrocedimos
nuevamente a los modelos formados en la cultura jerárquica de la escuela
militar.
Los nuevos
dictadores con absoluta picardía resucitaron la vergonzosa interrogante de Lenin:
«¿Libertad para qué?». El asesinato
a la libertad nos obliga a reafirmar la eterna convicción de que la libertad no
puede vivir sin justicia, pero la libertad y la justicia, no pueden vivir en
este mundo sin una eficiencia que las haga posible.
Al recordar
la heroica gesta de la sociedad civil venezolana, de los estudiantes que solo
portaban lápices y cuadernos, de los intelectuales que sólo portaban libros, de
los campesinos que sólo portaban guadañas, de los obreros que sólo portaban
martillos y alicates; renovamos la esperanza de que el pueblo armado sólo de
ideas es capaz de derrotar a cualquier arrogante autocracia militar. Hoy nuevamente
debemos proclamar con el poeta que es urgente derrotar el despotismo:
«No podemos
dejarlo para más tarde: Ahora tenemos que terminar con la dictadura, antes de
que los hijos salgan del colegio, antes de que aprendan a hablar, es preciso
que comprendamos que ahora debemos terminar con la dictadura…
Antes que
los hijos despierten, antes de que aprendan la próxima lección de historia,
antes que aprendan a decir la palabra antes, antes de que nuestros hijos nos
miren a la cara y severos nos digan: Ya que ustedes no lo hicieron entonces lo
haremos nosotros…
Ahora hay
que terminar con la dictadura antes de que nuestros hijos salgan a la calle a
parar las balas con sus pechos y a levantar el futuro con su sangre… »
Los hombres
y las mujeres de la
Venezuela de Mil Novecientos Cincuenta y Ocho, pero de manera
particular los jóvenes, no fueron indiferentes a lo que sobre su tierra
acontecía y mientras trabajaban, estudiaban y cantaban, hicieron de sus vidas el mejor de sus cantos.
En aquella hora,
todos fuimos políticos, en la hondura
del concepto, que es entrega a la obra para todos, dación y servicio para que
el pueblo alcance su destino mejor. Actuar político entendido como servicio
abnegado por los más humildes, como lucha por la autonomía y por la
descentralización, como esfuerzo constante por gobernarnos sin interferencias.
Actuar
político entendido como la posibilidad pluralista de juntar múltiples sueños
por la patria, como erradicación definitiva del autoritarismo, como
distanciamiento de la injerencia y de la intromisión. Actuar político entendido
como el esfuerzo de cada minuto por
construir actitudes más limpias en la administración a fin de erradicar
la corrupción que en la
Venezuela de hoy, transita por el mundo en abultados
maletines.
Actuar
político entendido como la construcción de un espacio donde puedan vivir todos
los venezolanos y no como hoy, cuando la
luz de muchos se oxida en el exilio de los que se han marchado más allá de los
linderos nacionales y de los que vivimos oxidándonos a la intemperie de la
patria.
Que este Veintitrés
de Enero nos sirva para que en la angustia del pueblo encontremos los más hermosos
motivos para la lucha; que en la esperanza del pueblo encontremos nuestra
propia esperanza y que en la libertad del pueblo sojuzgado, busquemos siempre la inspiración para construir nuestro
canto de libertad. A pesar de haber
caído en este túnel, siempre estaremos saliendo a mirar cara a cara a las estrellas
sabiendo que las manos del hombre son capaces de unir la muerte con la vida y
el presente con el futuro.
El
Veintitrés de Enero nos recuerda que
podemos luchar sin fusiles ni cañones, al fin y al cabo, luchamos por algo que
no se puede negociar: LIBERTAD… SOLO LIBERTAD
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