Claudio de Castro 30 de enero de 2016
Conducía
mi auto y de pronto pensé en un caso que dio la vuelta al mundo. Un hombre que
entró en una jaula de leones en Kiev gritando: “Dios me salvará si
existe”. No sobrevivió. Al momento pensé en Daniel en el foso de
los leones.
Por la
tarde, me senté a reflexionar. Ésta era la inquietud:
¿Por
qué el primero fue devorado por los leones mientras que Daniel
sobrevivió siete días con leones hambrientos?
¿Cuál
era el motivo?
“Había
en el foso siete leones a los que se les daba diariamente dos cadáveres y dos
carneros; entonces no se les dio nada, para que devoraran a Daniel” (Daniel
14,32).
¡Fue
asombroso! ¡Nada le pasó a Daniel!
Busco
respuestas.
Tal
vez el primero fue imprudente, al meterse en esa jaula
y tentar a Dios con aquél: “Si existes me salvarás”.
El
segundo, una víctima inocente, confió en Dios. Fue humilde.
Dios
se complace en los humildes.
Ser
humilde es una gracia que pediré con insistencia.
Me he
dado cuenta que en ocasiones presionamos a Dios, queremos obligarlo, y nos
molestamos cuando no obtenemos lo que pedimos.
No hay recta intención. Y no pedimos como debemos.
Te
aseguro que Dios siempre te dará lo mejor. Puede que no
sea lo que estás pidiendo. Pero es lo mejor para ti.
Es algo que descubres con los años.
Es algo que descubres con los años.
A
menudo pienso en Dios como un padre que se desvela.
Para
comprender, veo a mis hijos y me digo: “Si yo que
soy papá pienso esto, ¿qué pensará Dios que es nuestro padre?”
Cuando
mis hijos hacían alguna travesura, les llamaba la atención. A veces el silencio
los delataba otras veces era muy evidente. Como la vez uno de ellos, siendo muy
pequeño, se quitó su camisa, la arrojó en el inodoro y jaló la cadena.
Nos
dimos cuenta cuando empezó a correr agua por toda la casa.
“¿Qué
has hecho?”, le pregunté.
“Lavaba
mi ropa, como mamá”.
No
paré de reír por un buen rato.
Todo
el proceso quedaba envuelto, protegido, en mi amor incondicional de
padre.
Nunca
dejé de amarlos, a pesar de sus travesuras. Sin que se dieran cuenta muchas
veces me sonreí por estas ocurrencias. Y cada día los he amado más.
¿Cómo
nos verá Dios? Lo ofendemos, lo ignoramos, usamos
su nombre en vano y no se cansa de perdonar. Está pendiente de lo que
haces, piensas, sueñas. Le ilusiona saber que lo amas.
La
santa Biblia lo describe a la perfección: “Santo, perfecto,
omnipresente, todopoderoso, eterno, lento a la ira, misericordioso, justo…”
Dios
es amor, en su esencia más pura y perfecta.
“Para
comprender el Amor, debes amar”.
He
aprendido que la interacción con Dios tiene mucho que ver con la
oración, la humildad y la confianza.
Es muy
sencillo:
“Si
confías mucho, recibirás mucho y si confías poco, recibirás poco”.
Ahora
lo sabes.
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