MaDenisse Fanianos de Capriles 30 de enero de 2016
Hace días alguien que vive en Estados
Unidos me decía que allá, con el frío que está haciendo en estos meses, a uno
no le provoca salir de la cama, que se sale de ésta a estudiar o a trabajar por
pura voluntad.
Y yo le decía que a muchos venezolanos también nos está costando mucho salir de la cama en la madrugada, no por el frío, ni porque tengamos flojera, sino porque a veces nos aterra salir de nuestro cuarto y enfrentarnos a lo que nos va a tocar vivir ese día.
Y yo le decía que a muchos venezolanos también nos está costando mucho salir de la cama en la madrugada, no por el frío, ni porque tengamos flojera, sino porque a veces nos aterra salir de nuestro cuarto y enfrentarnos a lo que nos va a tocar vivir ese día.
En un país donde nada lo podemos tener normalmente planificado, ¡ni seguro!, vivir el día a día es toda una odisea llena de sorpresas, mucho más que una aventura de irnos de excursión a la selva amazónica y no saber con qué bicho raro nos podemos encontrar.
Ya esto, lamentablemente, se ha convertido en nuestra vida. Es una especie de angustia eterna por nuestro cónyuge y su trabajo, por nuestros hijos y su seguridad, por nuestros familiares o amigos y sus remedios o alimentos, etc. Una especie de angustia que nos acompaña hasta en los sueños, cuando logramos dormir profundamente.
En el caso de quienes tenemos fe la cosa se nos hace un poco más llevadera, porque uno desde que se levanta comienza a abandonar las angustias en las manos de Dios y rezamos para que proteja a todo quien uno conoce de cualquier enfermedad, del dengue, ahora del zica, de la sequía, de la falta de luz, de la delincuencia, de que no se roben la batería, los cauchos, que consigamos la harina pan, el jabón para lavar la ropa, que no te asalten, ¡que no te maten!, etc., etc., etc.
Y si te roban algo entonces comienza la odisea para poder conseguir lo que te robaron al menor precio posible y rezas también para que no te vayan a asaltar en las colas que se forman desde la madrugada en las caucheras o ventas de baterías.
Si yo fuera psicólogo me pondría a estudiar en serio la vida del venezolano en estos últimos cinco años. No más. Sólo estos últimos cinco. El título del libro podría ser: “¿Cómo puede aguantar una persona Vivir en Venezuela?”.
Quizá la respuesta sería que aguantamos porque aquí tenemos nuestras raíces, tenemos a nuestra gente, tenemos el mejor clima del mundo y las mejores playas, tenemos al Ávila, la comida que nos gusta (si es que la logramos conseguir), las parrillitas o reuniones semanales donde compartimos y aliviamos el stress, etc.
Pero por sobre todas las cosas yo pienso que nuestro mayor aguante viene de ver a esa cantidad de jóvenes honestos que aquí están dejando el pellejo formándose, trabajando y luchando por construir una Patria que en algún momento de la historia será una referencia y ejemplo para el mundo entero.
Sabemos que vivir en Venezuela no es nada fácil y que este año la cosa se nos complicará mucho más. Este será el año de los años, ¡así como suena! Pero tenemos que seguir adelante, cueste lo que cueste. Nada de tirar la toalla, si no es porque ya la tenemos empapada de sudor.
La recompensa a nuestro esfuerzo llegará. Ya estamos viendo los primeros destellos de luz de ese nuevo amanecer que se levantará muy pronto en nuestra amada Venezuela.
Sigamos con mucha fortaleza, esperanza y alegría lidiando con el día a día que se nos viene cada mañana al salir de la cama, tratando de hacerles la vida feliz a quienes tenemos al lado. Y apoyémonos mucho en Dios y en la Santísima Virgen porque ellos están con nosotros y nos van a seguir ayudando.
¡Que Dios bendiga a nuestra amada Venezuela!
MaDenisse Fanianos de Capriles
mariadenissecapriles@gmail.com
@VzlaEntrelineas
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